Reflejo deteroriado familiar que simboliza la decandecia de la República Democrática Alemana a escasos días de la caída del muro de Berlín
Habitual de las producciones televisivas alemanas, Matti Geschonneck regresa a la pantalla grande adaptando “En tiempos de luz menguante”, la novela homónima de Eugen Ruge. Una película arriesgada en su planteamiento que llega a las salas españolas en un mes de junio repleto de estrenos germanos.
Las últimas horas
“En tiempos de luz menguante” aborda el deterioro familiar simbolizando su unidad con el seno de la idelogía comunista. Abarca tres generaciones, pero todo ello concentrado en un lapso temporal de no más de 24 horas. Así pues asistimos en primer momento a la historia del nieto y su padre. El primero está decidido a huír de la Alemania Oriental. Por parte de su padre, solo se percibe apatía y decepción. Una gélida escena de casi quince minutos que nos deja entrever más adelante la maltrecha relación del padre con su esposa, una mujer moscovita que ahoga en el alcohol su frutración ideológica traducida en pérdida y desinterés sexual. Y en la cima del escalafón socialista estaría el abuelo, Wilhelm Powileit , un anciano de 90 años al que da vida Bruno Ganz y que simboliza la institución comunista a nivel jerárquico y militar en la RDA. La cinta se desarrolla en gran medida en la mansión de éste, justamente el día en el que se celebra su cumpleaños y familiares, funcionarios y simpatizantes acuden a la reunión a rendirle homenaje. Un encuentro por otra parte cargado de una tensión irrespirable donde se percibe la descomposición de un sistema al que han dedicado en cuerpo y alma todas sus vidas.
La frialdad
La esencia del filme reside en la capacidad del cineasta por reconstruir la desesperanza que vive en los corazones de sus protagonistas. La película se arroja ante el espectador de manera hóstil, distante, desesperada. El acierto del cineasta alemán vive en su capacidad de respetar un ambiente apesadumbrado donde el temor y el conflicto nunca se sabe por donde puede estallar. Repartiendo los tiempos en los distintos personajes busca radiografiarlos psicológicamente, ajustando a su desequilibrio mental la inestabilidad social y política de un momento crucial en la historia de su país. Las rencillas políticas vividas en el pasado, materializadas en la lucha contra el nazismo y la reclusión en campos de exterminio, así como en la pérdida de familiares a manos del fascismo, viven con la decadencia del imperio comunista. Mientras Powileit representa los mayores logros socialistas, las generaciones futuras se antojan como siervos de unos amos desfasados y cuyo objetivo no es adelantar al bloque capitalista, sino que se conforma con llegar a igualarlo.
La descomposición del sistema socialista se traduce en la deformación del núcleo familiar. Los desesos más indecorosos y mezquinos del alma humana se vuelcan sobre ellos mismos, negándose a renegar públicamente de su modelo de organización, descargando sus culpas y frustraciones sobre quien tienen a mano. Un filme en definitiva frío, seco y retorcidamente humano cuya metáfora resulta tan ácida como acorde a la hora de retrarar los últimos coletazos de vida de la RDA.
Frases destacadas:
- “No deberías estar bebiendo Irina”
- “El problema es que el problema se ha convertido en el problema”
Tráier de “En tiempos de luz menguante”: