Se estrena la última Concha de Oro de San Sebastián, en la que Isaki Lacuesta retoma una de las dos historias que componían su película de 2006 «La leyenda del tiempo».
Momentos de una vida
El documental dramatizado «La leyenda del tiempo» fue en su momento una rara avis dentro del panorama cinematográfico español de la pasada década: un relato dividido en dos partes situado en San Fernando (Cádiz), con Camarón de la Isla como enlace, protagonizado por Isra, un niño gitano que guarda luto por la muerte de su padre, y su relación con quienes le rodean, entre ellos su hermano Cheíto; y Makiko, una chica japonesa que deja toda su vida para viajar a España y aprender interpretar los temas del inolvidable cantaor. En «Entre dos aguas», último trabajo del catalán Isaki Lacuesta, que supone su segunda Concha de Oro en San Sebastián tras la polémica «Los pasos dobles» (2011), el director decide desarrollar, de esas dos historias, la más naturalista, la de Isra, abandonando (al menos por el momento) la de Makiko, bastante más ficcionada. Pero curiosamente, lo que aquí nos vamos encontrar en este nuevo acercamiento a un tipo de extrarradio social se encontraría mucho más cercano a la ficción hiperrealista que al falso documental. Algo similar a lo que nos presentaba Danis Tanovic en «La mujer del chatarrero» (2013), en la que los personajes interpretaban, pero haciendo de sí mismos, y recreando situaciones que ya habían vivido.
En el caso de Isra, tras un inicio en el que se nos presenta de nuevo la última escena de su intervención en «La leyenda del tiempo», veremos cómo, 12 años después, enlazando pasado y presente con un metalenguaje que recuerda al de Richard Linklater en «Boyhood» (2014), el trauma de la pérdida del progenitor y el deseo de venganza han ocupado todos los ámbitos de su vida hasta prácticamente arruinarla. Mientras, su hermano Cheíto, enrolado en la Marina, parece llevar una existencia más estable, pero también se nos acabará mostrando cómo carga con sus propios miedos. «Entre dos aguas», cuyo título, al igual que «La leyenda del tiempo», viene de un tema musical y de un disco, concretamente de Paco de Lucía (aunque en este caso con una relación mucho más arbitraria, ya que la música, compuesta en sus temas originales por Raül Refree y Kiko Veneno, no tiene el mismo protagonismo que en su predecesora), le va a permitir a Lacuesta abordar de nuevo, como ya le vimos hacer en «La próxima piel» (2016), la cuestión de la identidad ante la falta de referentes. Isra no solo deberá afrontar la soledad tras la muerte de su padre, sino también tras al rechazo de parte de la familia que le queda.
Realidad social
La falta de aspiraciones y de posibilidades de toda una generación, algo que la habitual guionista de Lacuesta, Isa Campo, ya ha tratado en algunos de sus trabajos, quedan expuestos en la película en la figura de Isra y de sus amigos, pero también de forma muy consciente en el lugar donde se desarrolla la historia, pareciendo que la crisis ha afectado aún más en esa zona. Ante esta situación, entrará con fuerza en escena una de las vías de escape más institucionalizadas, como es la religión. La falta de trabajo lleva a los personajes a buscarse la vida como pueden, manifestando el deseo de Isra de dejar a sus hijas bien situadas económicamente, aún si eso las deja sin padre. Algo similar a lo que le ocurre a Cheíto, también con tres hijas, de las que prefiere estar alejado por trabajo para mandarles dinero que aceptar otro puesto que le permita pasar más tiempo con su familia; sin ser conscientes (o sin querer serlo) de que la propia falta de su figura paterna ha influido en sus decisiones y problemas posteriores.
El gran mérito de «Entre dos aguas» reside en cómo la cámara de Lacuesta se introduce hasta los primeros planos sin que aparentemente parezca que está allí (desde el inicio en el que vamos a asistir, sin tapujos, a un parto auténtico), centrando especialmente su interés, alrededor de nuevo de un fresco casi pictórico del ambiente gaditano, en unos personajes hacia los que desprende un profundo cariño, e incluso admiración por lograr sobrevivir en medio de todas las dificultades. Pese a todo ello, la autenticidad de la película original se ha perdido, dando paso a un conjunto que ya conocemos, que no resulta novedoso, y que somos conscientes, aún agradeciendo la falta de tremendismo y moralina, de que está mucho más manipulado de lo que quiere aparentar.
Frases destacadas:
- Isra: Hay cosas que no se olvidan.
- Isra: ¿Por qué lloras? ¿No me conoces?
- Isra: Uno tiene que ser fuerte, no queda otra.
- Cheíto: El dinero no vale nada, el dinero va y viene.