Mar. Mar 19th, 2024

La novena película de Tarantino se mueve por los terrenos ya conocidos del cineasta de Knoxville

La filmografía de Quentin Tarantino se caracteriza por engrandecer y homenajear el cine más residual y maltratado, el explotation de consumo de épocas pasadas, sumándole citas a los mayores genios de la historia del cine. Un compendio que quizás se materialice de forma definitiva en esta «Érase una vez en… Hollywood». Y lo hace porque el filme, que renuncia al carácter episódico característico del cineasta esta vez se divide en días y en tres personajes principales relacionados. Por un lado tenemos al arquetipo del pulp. Rick Dalton, al que da vida Leonardo Di Caprio, es un actor televisivo, protagonista de un show en blanco y negro, un western de los que triunfaron en la pequeña pantalla en los sesenta. Es además el villano de diferentes episodios de otras series de moda. Un rostro reconocido del Hollywood que vive en las colinas californianas y cuyo dinero no justifica su sensación de haber fracasado en su carrera. Su vecino, es ni más ni menos que Roman Polanski, el director de moda del momento, un cineasta mayúsculo que contrasta con el cochambroso curriculum de Rick. Decide aunar físicamente Tarantino esas dos esencias de su cine, el pulp y el cine de culto, lo reconocido por público y crítica, como puede ser «La semilla del diablo» y lo adorado y consumido en las televisiones norteamericanas como esos seriales catódicos que tanto éxito tuvieron en su momento y que hoy ya casi nadie recuerda.

Un contraste que también se juega en la manera de entender la vida y relacionarse. Así pues, por un lado tenemos también a Cliff, interpretado por Brad Pitt. El doble de acción de Rick, quien ahora trabaja casi como chico de los recados del primero. Un hombre rudo, que vive en una autocarabana y consume grandes dosis de acohol. Alguien que perdió su trabajo por su mala cabeza, por su violencia y comportarse de manera irracional en muchas ocasiones. Cometiendo estupideces como retar a un combate a Bruce Lee entre otras cosas. Un buscador de problemas por excelencia al que Tarantino trata con cariño e incluso homenajea y convierte en héroe accidental. Rudo y casi acabado, no tiene nada que ver con el personaje de Margot Robbie. Hablamos de Sharon Tate. Viviendo con Polanski, su vida se mueve entre fiestas, música, la ordenación de su casa, atender visitas de sus amistades o deleitarse con ella misma viéndose actuar en un cine (pequeña sublimación del consumo de cine en salas de antaño). Es con este carácter con quien el cineasta decide centrarse en ocasiones utilizando su subtrama como mero pretexto para recrearse en ella. Tarantino parece querer divertirse filmando a Robbie por el mero hecho de poder hacerlo. Y es que todo lo que le acontece durante el domingo de febrero en el que se focaliza en ella poco o nada tendrá que ver con la resolución final del filme.

«Érase una vez en… Hollywood» se materializa fílmicamente como una idealización de cierta tendencia creativa y de consumo de una época. Es en el rodaje de una western en el que le dan un papel a Rick donde el cineasta volverá a entregarnos secuencias que rememoran «Django desencadenado» o «Los odiosos ocho». Mostrando los engranajes de la construcción de la ficción visto desde los ojos del intérprete. A su vez, casi a modo de noticiario, utiliza la elipsis temporal que existe en la narración para rendir homenaje a cineastas poco reivindicados. De ahí que cuando a Rick le ofrecen la posibilidad de actuar en spaguetti westerns y le presenten a Sergio Corbucci, éste no sepa de quien le están hablando. El tiempo y figuras como Tarantino han coseguido consagrar el nombre del este cineasta italiano, autor de la primera «Django» (1966), en el altar del explotation europeo que se merece. También de otras figuras importantes del western europeo como el español Joaquín Romero Marchent.

En última instancia, la novena película de Quentin Tarantino se vive como un «érase una vez». Una regresión a un pasado (cuarta película consecutiva del de  Knoxville que rechaza el presente), en la que decide adornar y reivindicar la magia del cine y la televisión. Si bien es cierto que, pese a su reflexión final, las fórmulas se antojan algo repetitivas. Cabe destacar sin embargo la gracia a la hora de acusar a los que entienden la violencia de la ficción como algo que incita a la real de fanáticos descerebrados. Una observación absurda y que sin embargo sigue en voga en nuestros días, siendo incluso argumentado por el presidente estadounidense Donald Trump recientemente. La vuelta de tuerca que le da a este pensamiento en su giro final y la puesta en escena en pos del entretenimiento que supone una película que no destaca entre las mejores de su repertorio pero cuyo visionado resulta satisfactorio.

Frases destacadas:

  • «Mi nombre es El Diablo»
  • «No… era algo más tonto, como Rex…»
  • «Ese tío mató a su mujer»
  • «Soy demasiado viejo para ir a la cárcel por un polvo»

Tráiler de «Érase una vez en… Hollywood»:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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