Se estrena la última película de la hasta ahora inédita comercialmente en nuestro país Angela Schalenec, ganadora del premio a la mejor dirección de la Berlinale de 2019.
A pesar de que en España solamente habíamos visto el cine de la directora alemana Angela Schanelec en festivales o retrospectivas, nos encontramos ante uno de los nombres no solo principales, sino más fieles y estables del movimiento cinematográfico germano gestado a principios de siglo conocido como la Escuela de Berlín. Y hablamos de fidelidad no solo por mantener en su obra el interés por los conflictos generados por la sociedad contemporánea y el mundo postmoderno, al contrario que muchos de sus compañeros como Christian Petzold, Thomas Arslan o Christoph Hochhäusler, que han tomado otros derroteros en sus respectivas filmografías; sino también por no dejarse llevar tampoco por una vertiente más emocional que ha ido dominando la obra de sus antiguos compañeros y compañeras de grupo. Y es que pese a que en su último trabajo, «Estaba en casa, pero…», se aprecia por parte de la directora una intencionalidad de humanizar en cierta medida el relato, su cine sigue siendo críptico y antinaturalista, lleno de metáforas visuales, quizás demasiado encerrado en sí mismo, conducido por personajes emocionalmente contenidos, que se mueven con una cadencia fantasmal y aparecen y desparecen porque no se sienten parte de ningún lugar. De este modo, este retrato de una familia que trata de recomponerse tras la muerte del padre es en ocasiones tan frío y hierático que casi parece una parodia de los propios parámetros de la Escuela de Berlín: una sucesión de escenas de apariencia inerte entre las que, desde su comienzo protagonizado por misteriosos animales que habitan una casa abandonada, cuesta ver una conexión coherente.
«A lo mejor tienes que ver toda la película»
Sin embargo, Schanelec se reserva para la mitad del filme un giro en el que la protagonista (a la que da vida su actriz fetiche, Maren Eggert), hablando con un amigo director de cine, no solo descubre cómo está enmascarando su propio dolor por la muerte de su marido a través de una estabilidad artifical (traducido también a las formas difícilmente penetrables de la propia cinta, de las que hablábamos en el párrafo anterior), sino que además le da al espectador por fin unos parámetros a los que aferrarse. A partir de ahí, el estatismo de los personajes comienza a resquebrajarse, produciendo en ocasiones explosiones de sentimientos mal gestionados, pero, ¿quien sabría controlarlos en una situación similar? Aunque cueste descubrirlo, nos encontramos ante un filme que hace un estudio de las relaciones, familiares (materno-filiales, fraternales…), pero también, en un plano más secundario, amorosas, como vemos en el caso del profesor interpretado por Franz Rogowski (al que en nuestro país hemos podido ver en «A la vuelta de la esquina» -2018- y en «En tránsito» -2018-) y su pareja, a la que da vida Lilith Stangenberg, siendo una lástima que dos de los actores más interesantes del panoráma cinematográfico alemán actual, con una subtrama sugerente, queden relegados a intervenciones anecdóticas. Algo parecido ocurre con esa representación escolar de Hamlet, que aislada resulta cautivadora precisamente por su desapasionamiento, pero cuya inclusión en la película resulta gratuita.
Aunque no todas sus piezas encagen y funcionen igual (tampoco parece que esa sea su intención), «Estaba en casa pero…» es sin duda, para bien o para mal (cada cual debe juzgarlo), más estimulante que muchos de los estrenos estivales que nos llegan, siendo necesario abarcarla en su totalidad, con su deambulación (de apariencia) errática, su nada convencional narrativa o su final completamente abierto, para llegar a alguna conclusión, la cual no será satisfactoria para todo el mundo.
Frases destacadas
- Ya está conmigo. Ha vuelto a casa. Está bien.
- Es tu verdad personal.
- Tengo miedo de desaparecer, de que no quede nada de mi.
- Lo demás es silencio.