A Jafar Panahi la justicia iraní le ha condenado a 6 años de cárcel y a 20 años sin volver a hacer cine. Las causas no están claras ni siquiera para el acusado. Desde su arresto domiciliario, y todavía sin saber si la sentencia se confirmará, Panahi rueda Esto no es una película, un grito desesperado, quién sabe si el último, que lanza al mundo para llamar la atención sobre su situación y la de sus demás compatriotas cineastas.
El director persa demuestra en los 75 minutos que dura el film lo apegado a su oficio que está, lo poco que le importa arriesgarse a contravenir la inhabilitación impuesta y lo que es capaz de hacer con una cámara digital, un móvil con vídeo y un par de amigos que probablemente también se estén jugando más de lo que parece. Le prohibieron hacer películas y, si tomamos por bueno lo que él nos explica delante de la cámara, ciertamente dejó de hacer películas: es su amigo y también realizador de documentales Mojtaba Mirtahmasb sobre quien recae la autoría de la cinta. Pero nada más lejos de la realidad: Panahi está acreditado como director. El toreo a las autoridades continúa: la condena tiene como origen una supuesta película contraria al régimen iraní que Panahi pretendía grabar, y de ahí la prohibición de continuar su carrera cinematográfica. Panahi (se) burla a las (de las) autoridades una vez más: filmar su historia es imposible pero se desquita contando, leyendo el guion y representando él mismo su propia protopelícula ante la cámara de Mirtahmasb. ¿Cuán desesperado y convencido de sus ideales tiene que estar una persona para llevar tan al límite su situación, ya de por sí precaria, de una forma tan obvia?
La provocación al régimen y las autoridades está presente en cada frase, en cada plano, en cada guiño. Esto no es una película, es un documental guionizado, cine de guerrilla al servicio de la sociedad iraní, una bengala pidiendo socorro (la película llegó a Cannes en un pendrive), un posible epitafio prematuro a una carrera que puede terminar de forma abrupta. Las últimas informaciones apuntan a que Panahi ha sido trasladado de su domicilio a otro lugar y que, finalmente, le han arrebatado el teléfono móvil. Posiblemente no tenga tanto que ver con estar incomunicado sino con que siga grabando: no parece que haya nada ni nadie que pueda disuadirle de seguir creando.
Mirtahmasb: “Que dirijas tú es delito”
Panahi: “Si podemos contar una película ¿para qué vamos a rodarla?”
Panahi: “No dijeron nada de actuar o leer un guion”
Calificación: no sería justo puntuar esta película con menos de un 10 por el esfuerzo y el significado que tiene, pero también es evidente que es una película casi imposible de recomendar más allá de círculos especializados y con interés por la situación que vive Irán y otros países similares, o interés en la situación que vive el cine más allá de Hollywood. No tiene una narrativa clásica o asequible, no hay giros, no hay tensión; es únicamente un hombre, impotente, luchando con las únicas armas que tiene (su cámara, su ingenio) contra un régimen opresor. El visionado es obligado pero solo para aquellos que quieran adentrarse en mundos ocultos, oscuros y de difícil acceso, y que no le tengan miedo a (esta vez por necesidad) experimentos formales.