Mar. Mar 19th, 2024

Mil y un clichés y lugares comunes se aúnan en el enésimo refrito sobre posesiones que hace que echemos aún más de menos «El Exorcista» de William Friedkin.

Exorcismo En El Vaticano (12)

1973 fue un año mágico para el cine de género. De entre estrenos memorables como “Cuando el destino nos alcance” (Richard Fleischer), “El hombre de mimbre” (Robin Hardy) o “Amenaza en la sombra” (Nicolas Roeg), destaca un filme que ha trascendido hasta nuestros días, perdurando en la memoria del imaginario colectivo como «el más terrorífico de todos los tiempos», robando horas de sueño a los espectadores más valientes con su visceral y magnético relato sobre posesiones demoníacas, y dejando un legado de burdas imitaciones que sólo han sabido reciclar con más pena que gloria los maravillosos y sobrecogedores momentos que William Friedkin y William Peter Blatty grabaron en nuestras retinas con “El Exorcista”.

Obviando las injustas comparaciones respecto a la calidad cinematográfica que situarían todo producto posterior al firmado por Friedkin por debajo de la obra magna del terror, si algo se le puede —y se le debe— exigir a una cinta contemporánea sobre exorcismos es que aporte algo que vaya más allá del simple refrito; un atisbo de originalidad que deje a un lado vómitos, víctimas inesperadas, blasfemias, ojos en blanco y una pareja de sacerdotes sudando tinta china durante el clímax de la película. Es gracias a este tan poco común frescor que cintas como “Exeter” (Marcus Nispel, 2015), “El último exorcismo” (Daniel Stamm, 2010), o las dos aproximaciones al subgénero del siempre eficiente Scott Derrickson, “El exorcismo de Emily Rose” (2005) y “Líbranos del mal” (2014), han trascendido a sus congéneres, pasando a formar parte de una exclusiva liga a la que la rutinaria y soporífera “Exorcismo en el Vaticano” (“The Vatican Tapes”) no llega ni a aspirar.

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Este primer largometraje en solitario de Mark Neveldine, quien dirigiese junto a Brian Taylor las injustamente denostadas “Crank: Veneno en la sangre” (2006) y “Ghost Rider: Espíritu de Venganza” (2012), cae en los pantanosos terrenos del deja-vu sin gracia repleto de clichés y lugares comunes, y falla estrepitosamente a la hora de generar un terror que brilla por su ausencia, siendo incapaz de inquietar, ni mucho menos hacer saltar de la butaca con su dispar batiburrillo de suspense y jumpscares de segunda categoría. Por todo esto, se antoja muy complicado —o más bien imposible— satisfacer lo más mínimo tanto a los más acérrimos aficionados del género, como al típico grupo de adolescentes que busca un entretenimiento de fácil consumo que les dispare la adrenalina puntualmente, ambos, públicos potenciales de largos similares.

Pastiches descafeinados a parte, si hay algo que resulta especialmente decepcionante en “Exorcismo en el Vaticano” es el potencial latente en muchos de sus elementos que Neveldine desperdicia sin miramientos. Lo desaprovechado del que probablemente sea uno de los mejores secundarios —si no el mejor— de la industria norteamericana actual, Michael Peña, cuyas tablas le permiten sacar algo positivo de un papel tan poco evocador como el del Padre Lozano, y la interpretación de una Olivia Taylor Dudley muy entregada en el papel principal de la película, son dos pequeños despuntes que quedan ensombrecidos por unos últimos diez minutos de metraje originales, novedosos hasta cierto punto, y que hubiesen funcionado a la perfección como el detonante de una historia infinitamente más apetecible e interesante que la de los ochenta minutos de puro aburrimiento y reiteración previos a un tercer acto que, pese a todo, no consigue salvar a “Exorcismo en el Vaticano” de arder en el fuego eterno.

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Trailer  de «Exorcismo en el Vaticano»

Por Víctor López G.

Sociópata altamente funcional. Ex-gordo. Ex-ESCAC. Superhéroe a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo

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