Llega el filme ganador del último César francés que habla sobre el relevo generacional inmigrante
Al César lo que es del César
No lo tenía nada fácil. En las últimas nominaciones a mejor película en los César, premios que otorga la Academia francesa, vimos títulos muy fuertes dentro del panorama internacional del año. Mismamente “Dheepan” del laureado por títulos como “Un profeta” (2009) Jacques Audiard, partía como favorita tras la Palma de Oro lograda en la penúltima edición del Festival de Cannes. En esa misma sección oficial del certamen galo se pudo visionar la realista “La ley del mercado” (Stéphane Brizé) o “Mi amor” de Maïween. En la Quincena de los realizadores títulos como lo nuevo de Desplechin “Tres recuerdos de mi juventud” y la nominada al Oscar a mejor filme de habla no inglesa “Mustang” (Deniz Gamze Ergüven), las cuales parecieron eclipsar dentro de su sección a la película que hoy nos atañe, la que para los académicos franceses resulta la mejor cinta del año, “Fátima” de Philippe Faucon.
Fátima
La inmigración de segunda generación es un tema candente en la cinematografía francesa, algo que refleja una realidad existente y que necesita ser explorada por el séptimo arte. Interesante resulta esta propuesta titulada “Fátima” y que bucea en el seno de una familia desestructurada para mostrarnos lo tangible del momento. No estamos ante un filme que se compadezca narrando las dificultades de una madre coraje o subraye las injusticias del mundo que nos ha tocado vivir, sino que desde su propia humildad, inicia un acercamiento verosímil de lo que conlleva el relevo generacional de un familia inmigrante. Podríamos arquear la ceja cuando observamos a su protagonista “robar” diez euros para en la escena siguiente salir de dudas sobre su comportamiento y moral, pero no es la intención de su director la de despistar al espectador. Tan solo le requiere un mínimo de atención para mostrarle un seguido de circunstancias que detallan lo narrado.
“Fátima” nos muestra a una mujer nacida en Algeria que padece ciertas dificultades para hablar el francés con fluidez, a su vez, reincide en la importancia de continuar con sus costumbres, manifestándolo en el velo que utiliza siempre que la observamos alejada de su hogar. Resulta interesante pues el conflicto que nace con sus hijas cuando éstas se mueven con soltura evidenciando su adaptación a la cultura gala. Las discusiones con su hija mayor se moverán por el estilo de ropa utilizada al vestir (por ser en principio demasiado insinuante y molestar a los hombres) o por las apariencias que guardar con las vecinas magrebíes. Por otro lado, los problemas con su hija adolescente resultarán aún más complejos, viéndose esta última perdida y alejada tanto del mundo árabe como del occidental.
Todo ello es tratado desde la sutileza, sin incidir en exceso en los males mostrados en el microclima en el que se mueven sus protagonistas. La pobreza se entrevé por sus cuentas económicas y los espacios donde habitan. Otras dolencias son más evidentes al arrojar luz al espectador mediante los diálogos, donde encontramos la interiorización de la cultura esclavista del esfuerzo, la desconfianza racial o la liberación sexual. Por último, contamos con una voz en off explicativa donde la propia Fátima, de manera epistolar, se abre hacia el público sin esconder ningún rasgo de su personalidad, dejándonos juzgar su modo de vida, algo que el cineasta que la ha llevado a la gran pantalla se ha negado a hacer.
Frases destacadas:
- Nesrine: “Somos otra generación. Es diferente”.
- Fátima: “Tápate el pecho, insinúas mucho”.
- Souad: “Eres una inútil. Una mula. No sirves para nada”.