Mar. Mar 19th, 2024

Abordamos esta cinta vista en la sección Escáner del Festival Márgenes

Después de estrenar «Amijima» (2016) en Filmadrid, y del paso de esta por el Festival de Rotterdam en 2017, MUSAC, ALCINE y Frontera Sur, el joven cineasta Jorge Suárez Quiñones-Rivas (1992), firma «Gimcheoul», tercer largometraje de su todavía corta, pero prometedora carrera. Su estreno mundial ha tenido lugar en el seno de la VIII edición del Festival de cine Márgenes, donde ha sido proyectada en la sección Escáner, recién concebida en esta edición para acoger obras de cineastas como Elena López Riera, Natalia Marín, Alberto Gracia, Lois Patiño o Xacio Baño. Escáner tiene como objetivo examinar “las diversas realidades fílmicas que demuestran” la enorme pujanza del cine español. Así, nos encontramos ante una reivindicación de nuestro cine por parte del festival, que muestra obras procedentes de importantes festivales como Locarno, Rotterdam o Berlín y estrenos mundiales como el presente.

«Gimcheoul» se revela como un híbrido visual y narrativo, configurado a partir de diferentes formatos de imagen (digital y VHS), y a través de los cuales su director constituye una historia que se inicia en España y acaba en Corea del Sur (Seúl), lugar donde transcurre la mayor parte de la historia. Mirar a dos culturas tan diferentes entre sí, ya supone un intento de definir sus diferencias, lo que funcionará en la película por contraposición. Pasamos de ver un edificio de “El Corte Inglés” al fondo de un plano, detrás del padre del protagonista sentado en una silla, a ver las tiendas y las calles de Seúl en planos filmados a una determinada altura, o el exterior de una sauna o, incluso, el metro de la ciudad. La narración se satura de puntos de inflexión en busca de senderos con un mismo designio, un destino común, la búsqueda de sí mismo. Tejiendo múltiples capas, asistimos a un proceso de mutación interno, el de Gimcheoul (Guillermo Pozo Arribas) para quien, el traslado de una ciudad a otra supone que su presente encuentre sentido a partir del pasado o, quién sabe si al revés, su pasado sea el que emerja a partir del presente para explicarse a partir de él.

El cine de Jorge Suárez Quiñones – Rivas supone una ruptura, un intento de regeneración del proceso creativo, lo que influye tanto en el curso interno del filme, que cohabita con la influencia del azar, poroso a la realidad que lo circunscribe; como en la relación entablada con el espectador a través de su obra. La película se encuentra en permanente mutación interna, y su propuesta formal atesora una gran originalidad, alejándose de cualquier planteamiento estético realizado hasta ahora.

Esta ruptura, interna y externa, tiene su origen en varios motivos, germen del cine de Quiñones-Rivas. Primero, una insubordinación hacia las reglas que rigen una narrativa más clásica. Así, la tendencia es huir, por ejemplo, del uso de un raccord entre diferentes planos. Segundo, acomete una elogiable práctica, similar a la de un fundido encadenado entre dos planos, pero llevándola al extremo y aplicándola al sonido, de modo que da continuidad al mismo al cambiar de un plano a otro diferente, manteniendo la conversación o el sonido del plano precedente sobre el nuevo, a pesar de que en el nuevo exista una localización diferente, que nada tenga que ver con la anterior. Después, se suele suprimir, de una manera abrupta, en un momento determinado.

«Gimcheoul» es una película que se regenera una y otra vez, prestándose a múltiples interpretaciones. Podría considerarse como un no lugar, la mente del personaje, donde este encuentra el motivo de su existencia, en el que encontramos diferentes modos de entender el itinerario por donde transita el protagonista. Una de ellas, de entre otras muchas posibles, es el proceso de adaptación que sufre tras su llegada a una ciudad nueva y el modo en que esta le trata, sin dejar de mirar de reojo su origen, su pasado. El personaje huye de su familia y es como si allí se encontrase con ella, como si esto fuese necesario para alcanzar una reconciliación interna. Preguntas a la que responde la película son, ¿cómo recibe el país a este personaje? y ¿cómo es el proceso de integración en el mismo?

La forma del filme, indisoluble de su fondo, es un reflejo de la permanente adaptación a la que se somete el personaje. Surge un sentimiento de mimetismo en ese proceso de fusión, que tiene su reflejo, como un juego de espejos, en esos planos superpuestos, largos fundidos que iluminan una posible crisis existencial del personaje. Si durante los primeros compases de la película, asistimos a una conversación entre este y una mujer que masajea su espalda, mientras está asistido por una intérprete que le traduce del coreano al inglés, este idioma sirve como puente entre ambos, esta barrera se verá superada más tarde, cuando asistimos a una nueva conversación con otra persona diferente, sentados, donde no hay ningún idioma puente, ambos hablan con fluidez español y coreano, entendiéndose sin problema. Esto evidencia la superación de barreras, el ensamblaje de las piezas. Otro momento decisivo, es aquel en que la cámara muestra tres gatos sobre un tejado. Uno de esos momentos mágicos que alumbran una película con resplandecientes destellos metafóricos, condensando en él gran parte de su sentido. La dualidad familia-país, son un reflejo de la gata madre, que amamanta a sus dos hijos, para separarse luego de ellos. Por último, el momento de la masturbación, la cual puede finalizar, completará la adaptación del protagonista, lo que durante el filme no era así.

Estamos ante un tipo de cine que atesora un fuerte simbolismo, capaz de trascender su sentido textual y hablar de más temas de los que en apariencia muestra. Subyace en las imágenes de este filme parte de la literatura de Bert Hellinger y lo relacionado con la idea de que estamos legislados por un sistema familiar. Además, existen también ecos de la obra de Jodorowsky, la cual nos permite interpretar nuestro árbol genealógico y lo que arrastramos con él. Mención especial merece el sueño presidido por la imagen de un árbol, que se erige ante el protagonista como si de su genealogía se tratase. Esta imagen nos remite a la obra del escritor franco-chileno, por una parte, y al subconsciente del personaje, por otra, a aquello que le atormenta, y de lo que no puede desprenderse, que no es otra cosa que sus antepasados y la historia de ellos. Un filme sobre la búsqueda del equilibrio, y sobre la reconciliación con el interior de uno mismo.

Tráiler de «Gimcheoul»:

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