“Girlhood” nos traza desde una visión subjetiva de su propia protagonista su transformación adolescente en un entorno hostil.
La trilogía de la adolescencia femenina
La directora francesa Céline Sciamma, como viene haciendo desde sus inicios en sus dos anteriores largometrajes, dirige su mirada a las preocupaciones propias del universo femenino anidado entre la preadolescencia y la madurez acelerada sumido por el caos de una sociedad de la cual no acaba de entender el porqué de su actitud hostil hacia sus dudas, su aceptación para con los demás o actitudes casi irracionales hacia el descubrimiento de su propia sexualidad. Con la anterior “Tomboy” (2011) nos cautivó con la historia de una niña de 11 años que se hace pasar por chico mediante una dirección muy en la dinámica europea, cercana y realista, sin valerse de artificios o efectismos y narrando una historia verosímil donde no había cabida alguna para el juicio de valor moral en la mirada de su directora. Muy diferente es esta “Girlhood” (que aunque parece difícil que nadie pique, se trata de una traducción del título original y que nada tiene que ver con el crecimiento adolescente de Mason en “Boyhood”), o muy parecida según como se mire.
Cambios en la forma, el espacio, los personajes…
“Girlhood” se abre en ralentí y con música extradiegética. Su declaración de intenciones formales no puede ser más distanciada que la de su predecesora. Este acompañamiento musical y el uso de la estilización jugando con las sombras y los colores de la escenografía será una constante que subrayará los puntos de inflexión en la vida de la joven Vic, visto así desde una subjetividad adolescente capaz de distorsionar la realidad en pos de sus propias emociones. Así es como seremos espectadores de una transformación en la que una persona que inicia su periplo adolescente guardando bondad en su corazón es poco a poco atraída por un modo de vida que no es ni más ni menos que la consecuencia endogámica del mundo en el que se mueve. Para comprender la temática de este filme, deberíamos rememorar otra película francesa de hace 20 años “El odio” (Mathieu Kassovitz, 1995) y entenderlo en claves actuales. Los inmigrantes de segunda y tercera generación negros que malviven fuera de la gran capital se congregan y contaminan entre ellos mismos, sembrando el odio para con los de su clase social y racial, generando conflictos innecesarios en los que prevalece la ley del más fuerte. El repentino cambio que experimenta Vic, similar en algunos casos al de la protagonista de “Thirteen” (Catherine Hardwicke, 2003), la lleva a comprender que no hay ningún camino recto que le ayude a abandonar una vida marcada por la ausencia de sus padres, las obligaciones para con sus hermanas pequeñas y el maltrato sufrido por un hermano mayor violento y controlador. Es por ello que se valdrá de la violencia y de las amenazas para abrirse camino, para hallar el respeto y convertirse paulatinamente en el eco de su infame hermano, siendo un claro ejemplo para que se realice esta misma metamorfosis en su hermana pequeña. A su vez, este mundo en el que se ha forjado una personalidad adquirida por las circunstancias, no dejará de reprenderla por su papel de mujer, por el mero hecho de caer rendida a las pasiones amorosas propias de una persona de su edad. Será esta injusticia la que inciará un segundo cambio en su manera de entender el mundo.
De nuevo, las preocupaciones de Sciamma
Las líneas argumentales de “Tomboy” y “Girlhood” se cruzan y siguen caminos inversos en el momento en que las protagonistas de ambos filmes deciden iniciar una vida nueva en la que su estética (y es que en esta película, como en la anterior, el diseño de vestuario hace que el filme hable por sí mismo), emule a la figura masculina. Sin embargo, mientras Vic lo hace por necesidad de adaptarse a un mundo en el que siendo un hombre puede alcanzar metas tangibles y dejar de valerse de la hipersexualización reflejada en la mirada masculina de su cuerpo, Laure será quien se verá atacada por la sociedad al intercambiar su rol femenino por el masculino, provocando un rechazo en los demás. Y viviendo realidades tan dispares, en ambos casos encontramos las mismas preocupaciones adolescentes, la búsqueda de la identidad sexual, la aceptación social de ellas mismas como seres humanos y la confrontación involuntaria contra un mundo hostil del cual parecen no poder escapar. Aunque sea necesario advertir que parece mucho más factible la transformación social del entorno de Laure que la de Vic, por lo que este último filme de la trilogía nos deja un regusto mucho más amargo, e incluso, falsamente amañado para producir una respuesta tímidamente melodramática que carece de la fuerza necesaria para la maquinaria artificiosa abocada a semejante fin.
Frases destacadas de “Girlhood”:
- Vic: “Déjame ir al instituto”.
- Lady: “Tienes que hacer lo que quieras”.
- Vic: “Lady tiene que matarla”.
- Lady: “Sabes bien que no lo has hecho pro mí, Lo has hecho por ti”.
- Djibril: “Eres una puta”.
- Abou: “Estas en mi casa. Si te digo que bailes, bailas. Si te digo que me beses, me besas”.