Tercera parte de la trilogía tras «El protegido» y «Múltiple», Shyamalan se enfrenta a su mayor reto cinematográfico en una década. ¿conseguirá ganar esta batalla superheroica?
Que la carrera de M. Night Shyamalan ha cambiado de manera radical en los últimos 20 años es algo que no hace falta decir. Aunque el director de origen hindú no ha traicionado su estilo y sus temáticas en ninguna de sus obras hasta hora, si ha visto cómo pasó de ser el niño mimado de Hollywood a un renegado a velocidad de vértigo, intentando de camino probar suerte con las grandes producciones, lo que fue un fracaso total a nivel de consideración crítica. Desde entonces vive un pequeño renacimiento con la endiabladamente divertida “La Visita” (2015) y sobre todo, “Múltiple” (2017), con ese giro final (importante marca de la casa) que convertía la película protagonizada por james McAvoy en una inesperada secuela de “El Protegido” (2000), una de sus cintas más alabadas y precursora de toda la ola de superhéroes que vivimos hoy en día. Tras el éxito económico de su último trabajo, Shyamalan se ha lanzado a por todas realizando la tercera parte de la trilogía con «Glass», que al igual que sus anteriores trabajos con la productora Blumhouse ha pagado de su propio bolsillo con todo el riesgo que ello conlleva.
Psicología heroica
Estos factores han elevado a la película a un hype como el que hacía mucho tiempo que Shyamalan no provocaba. Y es que para aquellos que disfrutamos hace 19 años de «El protegido», es una autentica delicia volver a esos personajes y a ese mundo, sobre el que gira la primera parte de “Glass”, en la que el recio personaje de Bruce Willis, vigilante de la ciudad de la ciudad de Philadelphia, busca a La bestia, la más fuerte y peligrosa de las muchas personalidades del personaje de un de nuevo inmenso James McAvoy. Todo ese acto transcurre dentro de lo esperado de los cánones del género, pero en el que el realizador ya expone su particular manera de focalizar los personajes y la acción (atención a la primera pelea, donde prima lo que ocurre realmente frente a la espectacularidad gratuita), así como cinceladas de un humor que en esta película funciona a la perfección, algo que no siempre ha ocurrido en otros de sus trabajos. Pero es tras este primer acto es donde la película mete un giro de 180 grados y se aleja de los lugares comunes.
Así pues, pasamos a un espacio cerrado, en este caso un hospital psiquiátrico, donde Shyamalan vuelve a demostrar lo bien que se le da moverse por unos escenarios limitados. Será dentro de estas paredes donde la película retome el tema principal que trataba la primera película del 2000 y que la secuela inadvertida expandió de una manera aún más radical: Cuál es el lugar de cada uno en este loco mundo. Todo ello replanteándose los valores del ya manido género superheroico con interesantes lecturas y un desarrollo técnico esplendido. Mención a la escena en la habitación rosa pastel, escena sobre la que pivota todos los temas de la obra y en la que todo está medido como un reloj suizo. Será aquí donde el protagonismo cambie de dúo girando más hacía el papel de Elijah (que retoma con tremenda facilidad Samuel L. Jackson) y McAvoy y su auténtico recital de personajes, en un registro aún más espectacular que en «Múltiple» si es que eso es posible.
Pequeños inconvenientes
Pero no todo es perfecto en esta secuela, y es que, entrando de lleno en un último acto lleno de fuerza y con decisiones llenas de valor por parte del libreto también de Shyamalan, nos encontramos también con un triple tirabuzón en una sucesión de giros finales que, si bien son impactantes y resultones, también resultan algo manidos y provocan algunas preguntas para las que no habrá respuesta. Este aspecto tan característico y siempre preciso del director, pero jamás usado de manera gratuita o sencilla, aquí no termina de provocar esa sensación de impacto, aunque solo sea por cierta sensación de acumulación. También en líneas generales, se echa algo de menos a Willis en todo ese tramo intermedio, y, además, al contrario que en «Múltiple», aquí si echamos en falta al compositor James Newton Howard. Repite West Dylan Thordon, y mientras que en su anterior colaboración la banda sonora encajaba a la perfección con las imágenes, aquí se extraña la enorme épica que proporcionaban las partituras del músico en todas sus colaboraciones en el pasado.
Al final todo esto son nimiedades antes una película que no solo es tremendamente divertida, si no un sorprendente juego de cuestionamiento del género valiéndose de lugares comunes y girando sobre ellos siempre desde el respeto. Todo esto sin perder personalidad, con tal vez la realización más inspirada del director desde la bellísima “El bosque” (2004), para quien esto escribe, su mejor película. Habrá que ver si sigue ese camino que llevaba de volver a meterse al espectador en el bolsillo. De momentos las críticas no están siendo favorables, pero cabe recordar que incluso en los momentos en los que más palos se le dio, Shyamalan siempre se presentó como, al menos, el mejor director de género del siglo XXI precisamente por, como hace en «Glass», trascenderlo de manera más que notable.
Frases de la película
- «¿Tienes 9 años? ¿Para siempre?.»
- «He tardado la hostia en encontrar la pieza que me faltaba..»
- «Ya no confío en que puedas protegernos.»