Fatih Akin regresa a nuestras carteleras tras la mala acogida de su último filme con un cambio de registro acertado y frenético
Con «El padre» (2014), su primera aventura en el drama de época de gran producción, el cineasta turcoalemán Fatih Akin cerraba, con no muy buenas críticas, su trilogía del Amor, el mal y la muerte compuesta además por las estupendamente dirigidas «Contra la pared» (2004) y «Al otro lado» (2007). Perdiendo el renombre que se ganó con estas dos cintas mentadas, sorprende la ausencia en festivales del título que hoy nos atañe, «Goodbye Berlin». No obstante, esta cinta compitió con películas tan potentes como «Toni Erdmann» (Maren Ade) o «Wild» (Nicolette Krebitz) por el galardón a mejor filme en los premios del cine alemán. Además, parece que no tan solo no pierde fuelle dentro de sus fronteras, pues ha logrado irrumpir nada más y nada menos que en la presente edición del Festival de Cannes con «In the Fade», la cual cubriremos en los próximos días al igual que los demás trabajos del certamen galo.
El giro de Akin respecto a su último filme no puede ser más drástico. Ya ducho en la comedia como demostró en «Soul Kitchen» (2009), parece no tan solo cambiar de registro sino que decide volver a sus orígenes y regresar a la road-movie, aunque el tema del viaje sea una constante en su filmografía.
La ensoñación adolescente
Volver la vista atrás y abarcar la adolescencia es algo que no todos los cineastas tienen la habilidad de lograr. Si hace unas semanas lamentábamos la ausencia de veracidad de la película española «Amar» (Esteban Crespo), no podemos encontrar más acertada la cinta de Akin. Con un primer tercio que nos lleva a conocer a un adolescente de 14 años inadaptado en el instituto, la sucesión de escenas cómicas, ensoñaciones, recreaciones emocionales y fracasos amorosos, unido al absurdo de la relación entre profesorado adulto y alumnos y la irrupción de un nuevo estudiante aun más marginado, nos puede rememorar a la locura colectiva, cruel y amoral que disfrutamos en «Dazed and Confused» (1993) de Richard Linklater. Y el hecho de que la relación entre estos dos muchachos los lleve a una frenética aventura entendida casi como un anhelo y una estilización vista con buenos ojos de la adolescencia nos recuerda también al Linklater de la reciente «Todos queremos algo» (2016). Y es que la cinta alemana no puede ser más fresca, repleta de gags cómicos que nacen de la imaginación de la mente adolescente de sus protagonistas. Además en ello ayuda los ralentíes, la decisiones formales de la dirección y el irónico uso de la música que dota de fuerza la sucesiones de aventuras que recorre el filme. Y aunque quizás cuando se abarque en la road-movie puede bajar un tanto la intensidad de la propuesta, por ser algo convencional, la esencia de los personajes no perderá su chispa en toda la película. Porque Akin propone un viaje iniciatico del descubrimiento de la amistad, la sexualidad, la realidad de la Alemania rural y el comportamiento errático de quien debido al desarraigo de su familia no tiene quien le controle. También se muestra cierta indulgencia con el acoholismo de una madre, perdonando sus fallos en favor de sus valores maternales, mientras que se ataca duramente la hipocresía del modo de vida violento y capitalista de un padre amoral que se mueve dentro de la legalidad.
La cinta de Akin parece preguntarse donde están los límites legales y cual es su relación con la moralidad, con el funcionamiento del mundo. Un lugar magnífico y extraño, un campo de pruebas donde el estilo de vida gamberro parece ser la única válvula de escape de unos jóvenes perdidos que no acaban de encontrar su lugar.
Frases destacadas:
- «No puedo creer que estrellara un Lada solo para saludarme»
- «No voy a la fiesta, tengo planes… Además no me ha invitado»