Olivier Dahan traslada con su “Grace de Mónaco” la vida de Grace Kelly a la gran pantalla en una suerte de versión snob y soporífera de “Princesa por sorpresa”.
“Grace de Mónaco”: Crónica de un despropósito anunciado.
Ríos —por no decir océanos— de tinta han corrido después de que la premiere del filme “Grace de Mónaco“ diese el pistoletazo de salida al la edición 2014 del festival de Cannes. Los abucheos proferidos por los asistentes al pase y la feroz destrucción de la cinta por parte de la crítica especializada recuerdan, por momentos, a la polémica proyección en la pasada edición del certamen de “Only God Forgives” (Nicholas Winding Refn, 2013). La principal diferencia entre ambos sucesos es que, si bien la cinta protagonizada por Ryan Gosling aún dejaba atisbar algún rayo de esperanza para el espectador más optimista, el despropósito que el director Olivier Dahan propone con su versión desdibujada y absurdamente ampulosa de la vida de Grace Kelly permite atisbar el desastre sin realizar el más mínimo esfuerzo.
El aviso que reza, como sólo los mejores telefilmes de la sobremesa dominical saben hacerlo, «La siguiente película es una ficción inspirada en hechos reales», es sólo una pequeña muestra de los numerosos motivos que convierten “Grace de Mónaco” en un completo desastre fílmico. Pero más allá de su naturaleza de pseudo-biopic, y de sus obvias carencias rítmicas y narrativas, radica un hecho que, tras la primera toma de contacto con la cinta, se alza como evidente destructor del conjunto: Nicole Kidman no es Grace Kelly.
Un pseudo-biopic repleto de desatinos
La delicadeza y livianidad con las que la verdadera princesa de Mónaco recorría tanto sets de rodaje como calles monegascas, contrastan con la tosquedad de la actriz australiana —o hawaiana, según dice ahora—, más preocupada por contener sus movimientos, controlar su gestualidad y lucir perfecta en pantalla, que por dotar a su personaje de la fuerza interpretativa necesaria. No obstante, toda la culpa de que esta Grace resulte un personaje aborrecible no recae exclusivamente sobre los hombros de la Kidman. El director, apoyado en todo momento por el libreto de Arash Amel ayuda a construir un personaje con el que es complicado establecer un vínculo empático debido a su cariz quejumbroso y ñoño; aspectos que refuerzan la sensación de encontrarse ante un personaje encumbrado y caprichoso —mala combinación—, más que ante una mujer oprimida por su nueva condición política.
Para continuar con el horror cinematográfico que supone “Grace de Mónaco”, deben sumarse a la fallida construcción del personaje principal —elemento clave de todo biopic que se precie—, las decisiones que Olivier Dahan toma a nivel formal y narrativo. No puede negarse el esfuerzo a nivel técnico empleado a la hora de representare la bella geografía del Principado de Mónaco, e incluso de agradecen detalles referenciales como la secuencia en la que Nicole Kidman conduce a toda velocidad evocando, de manera especialmente morbosa si atendemos al motivo de su fallecimiento, a la Grace Kelly al volante en “Atrapa a un ladrón” (Alfred Hitchcock, 1955). No obstante, las postales paradisiacas y la obsesión por convertir cada plano en una fotografía a doble página de revista del corazón, resultan completamente inútiles cuando la cámara no posee ninguna otra intención a la hora de contar la historia más que la puramente estética.
El acoso al que se ve sometido el inexpresivo rostro de la Kidman por la cámara de Dahan, no sabría decir si por intentar reforzar la nulidad interpretativa de la actriz con planos de sus ojos llorosos, resulta tan exagerado y absurdo como la subtrama política con la que se intenta reforzar la atención por la cinta. De haber conseguido hallar un mínimo equilibrio rítmico, tal vez el juego pre-bélico entre Francia y Mónaco hubiese funcionado, pero lamentablemente, los altibajos de la trama y sus grandes lagunas convierten el filme en algo tedioso narrativamente, incapaz de emocionar, y horroroso a nivel formal.
“Grace de Mónaco” bien podría catalogarse como una versión pomposa, superficial, repleta de ínfulas y con subtrama política de “Princesa por sorpresa“ (Gary Marshall, 2001). Por desgracia, a pesar de compartir elementos en común, como las bochornosas secuencias de montaje en las que sus protagonistas se transforman en princesas, el filme de Olivier Dahan carece tanto de una actriz protagonista solvente, como de la capacidad de entretener de la cinta de Disney. Visto lo visto, la escabechina organizada en Cannes es más que justificada.
Frases destacadas de “Grace de Mónaco”:
Príncipe Rainiero: “¡No digas nada, porque todo lo que dices tiene consecuencias!”
Grace Kelly: “No sé cómo voy a seguir viviendo con él. No sé cómo voy a pasar el resto de mi vida en este lugar donde no puedo ser yo misma.”
Margaret Katherine Mayer: “Has dejado de ser actriz.”
Grace Kelly: “Puedo ser esposa y madre, y desempeñar dos tareas sin que a la gente le moleste demasiado, ¿no cree?”
Tucker: “Ray jamás aceptará la idea de que su princesa vuelva al cine, y lo sabes.”