Mar. Mar 19th, 2024

Hay personajes que se enganchan a tus entrañas y no te sueltan nunca. Cuanto más jodidos estén, mejor. Alberto Rodríguez debe de guardar un regusto amargo en el paladar después de haber creado junto a Rafael Cobos (el otro guionista) a dos de los personajes más complejos y abrumados por la mala hostia que se hayan escrito jamás. Mario Casas y Antonio de la Torre han tenido los honores.

Rodríguez, no contento con eso, ha creado alrededor de dichos personajes un thriller policiaco trepidante y brutal.  Sevilla, 1987. Faltan cinco años para la expo y los yonquis se amontonan en los rincones más sucios de la ciudad, pensaréis que cuál es la diferencia con el presente, la primera aparición de Mario Casas lo deja claro, una enorme camiseta en la que pone KANSAS, un peinado ridículo y una cazadora vaquera que hay que reconocer que lleva mejor que nadie. La película empieza como un tiro, puertas derribadas, hostias por todos los lados, persecuciones en los tejados, cuchillos, amenazas, el poli bueno y el poli malo. El caso es que no se venda droga en la ciudad, difícil empresa.

El grupo que se encarga de detener a los camellos, maltratar a los yonquis y quedarse con la droga lo forman cuatro. Pero  son dos los personajes que están por encima, no solo de los demás, me atrevería a decir que están por encima incluso de la historia. Un tipo con barba, de mirada taciturna, violento, decidido y sin escrúpulos pone una vela a un Cristo. Es Rafael, el policía jodido, el del pasado azul oscuro casi negro. Sólo diré que Antonio de la Torre es dios, para los no creyentes lo traduzco, Antonio es el actor español del momento, por su versatilidad, su naturalidad y por el alma con el que siempre, SIEMPRE, dota a sus personajes. Ángel es el otro, el joven con futuro, con sueños, con una mujer alegre y preciosa (Inma Cuesta, no podía ser otra), un niño pequeño (muy guapo, claro) y una diabetes que le amarga la vida. El mejor Mario Casas interpreta a un hombre ambiguo, inteligente y humano  cuya evolución es para enmarcar, por lo turbia y agria.

En esta película el precursor de las malas artes policiales es el personaje de Casas, pero podría ser cualquiera. Rodríguez profundiza en la hipocresía y las miserias de aquellos que velan por nuestra seguridad. Pero el relato es tan limpio y honesto que es difícil no sentir empatía por estos cuatro señores. José Manuel Poga y Joaquín Núñez completan el cuadrado. En el lado oscuro está Julián Villagrán -el mejor yonqui (castizo) que he visto en una pantalla de cine-.

Las escenas de acción son una delicia, rápidas y bien ejecutadas en todo momento dejan sitio a la crudeza. Las atroces palizas salpican gotas de sangre y las persecuciones destilan sudor. Mientras la historia se acelera inevitablemente las historias personales de sus protagonistas languidecen en la más absoluta tristeza. Sevilla, 1992, llega la expo. Siempre hay lugar para la redención, aunque no para todos.

Rodríguez construye un poderoso retrato de la capital andaluza. La fotografía de Alex Catalán arropa a una película visualmente aterradora y magnética. En mucho aspectos este retrato urbano es mejor que el que hizo Urbizu de Madrid en la epopeya de Coronado en ‘No habrá paz para los malvados’. Grupo 7 tiene mucho que ver con la película que se llevó el Goya, igual de dura y realista, con personajes menos inolvidables (lo de Coronado es reclinatorio), pero con más acción y mucho más ritmo.

Frases destacadas «Grupo 7»:

Ángel: ¡Somos el grupo 7 ¡
Rafael: No te quiero volver a ver vendiendo por aquí.
Ángel: Cada papelina un yonqui, cada yonqui un confidente.
Mateo: Ahora que ya somos amigos, pásanos la botella de whisky.
Ángel: Tú no eres mi jefe así que no vuelvas a decirme lo que tengo o no tengo que hacer.

Calificación: 8

2 comentarios en ««Grupo 7»»

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