Un viaje con ecos románticos de una vida universitaria y los anodinos pero complejos problemas de juventud.
Evocaciones románticas de juventud
En una de las primeras escenas de “Güeros”, después de que su director logre contagiarnos del histerismo de una madre que no volveremos a ver en toda la película, observamos al preadolescente Tomás huir de las maldades que parece estar condenado a realizar si se queda en un entorno tan poco enriquecedor como el México de provincias. El travelling que sigue su devenir, parece rememorarnos al Antoine Doinel de «Los 400 golpes» (Truffaut, 1959, Francia), sin embargo, en un extraño movimiento de cámara, se deforma y se da la vuelta a la imagen, dejando claro que no nos hallamos ante una película realista.
Pocos son los títulos que a día de hoy llegan procedentes de México a nuestras salas, tan solo las pequeñas joyas que se cuelan en los grandes festivales. Así pues, hace un año pudimos sufrir la crudeza de una amenaza narcotraficante y violenta muy real en la verosímil “Heli” de Amat Escalante y, sin embargo, este año nos llega algo que se aleja y mucho del caos mostrado en la película de 2013. “Güeros” mediante su blanco y negro y su formato en 4:3, a parte de ahuyentar al espectador más inmediato y menos reflexivo, busca distanciarse de cualquier atisbo de realismo en lo que nos muestra. La historia del joven que es enviado con su hermano mayor que vive en la ciudad en plena etapa universitaria es mostrada desde los ojos del joven, que se sorprende ante lo desconocido, pero también desde la mirada del propio director, quien se vale de distorsiones, tanto auditivas (los sonidos nunca se corresponden con la realidad de su volumen acústico) o con la imagen (haciendo algún juego artificioso de luces) para evocar un seguido de emociones sobre un modelo de vida. La visión que ofrece Alonso Ruizpalacios de la vida despreocupada, aprovechada, universitaria y amorosa es totalmente romántica. No duda en endulzar gracias a la belleza de su fotografía y de la armonía en su dirección una etapa vital potenciada por la emoción de unas vivencias que parecen bañarse en una piscina de ideas claras pero sentimientos confusos.
Odisea de desconcierto
Los que aun tengan en mente la reciente “Oh Boy” (Jan Ole Gerster, Alemania, 2013), ganadora indiscutible de los premios de la Academia alemana que con un blanco y negro muy inteligente narra las desventuras de un joven que a modo jarmuschiano (del de los primeros tiempos) deambula por una vida anodina sin saber hacía donde tirar, puede que encuentren en “Güeros” su suplemento mexicano de ésta, y cabe añadir, que superándola tanto en belleza formal (la complejidad de filmar lo caótico de una manera armónica) como en su más que similar contenido. Y es que toda la majestuosidad del joven realizador mexicano que nos ofrece su debut y que gustó en el Festival de Berlín de 2014 se fusiona de manera idónea con el contenido del relato. Ruizpalacios trata de explorar la desubicación de un joven universitario en una ciudad donde aprovecharse de otro puede ocasionar graves peligros físicos para uno mismo o en el que es complejo conducir sin meterte en una calle peligrosa donde la ley de la calle aprisione tu propia libertad. A su vez, mediante sus viajes por los cuatros capítulos del filme, nos muestra el descubrimiento de lo nuevo, la manera de ingeniárselas sin medios en una ciudad en la que se precisa dinero, la vida y la muerte del estallido de la guerra universitaria tomando las facultades, mostrando desde la objetividad del desconocimiento del joven Federico sus éxitos organizativos y sus conflictos de poder donde se evidencian las rencillas clasistas y sexistas. Y sin embargo, detrás de este retrato de la sociedad mexicana que se involucra, lucha, pasa o delinque, también sobre el germen de la violencia desde la infancia, el director mexicano, tomándose algunas pausas para incluir bromas que muestran la autoconciencia de los protagonistas de participar en una creación artística (véase cuando se intercala una conversación real entre uno de los actores y el cámara, casi como vimos en “Pasión” en 1969, el primer largometraje en color del director sueco Ingmar Bergman), utiliza el Macguffin de la búsqueda del cantante Epigmenio Ruíz para elaborar una carga emocional que trata de fusionar su música con la vida de los protagonistas del filme. Al fin y al cabo, se trata de unos luchadores, de unos jóvenes que asisten atónitos al caos de una sociedad en la que no dudan en resbalarse e ir a caer en los escondidos recovecos donde ellos puedan forjar su propia felicidad.
Frases destacadas de «Güeros»:
- Madre: “Te vas un tiempo con tu hermano a la ciudad. Yo no puedo contigo, no puedo”.
- Fede: “Estamos en huelga de la huelga”.
- Tomás: “Tu puta tesis, tu puta huelga y tu puta vida”.
- Ana: “¿Alguien se daría cuenta si estuviéramos muertos?”
- Fede: “Todo el mundo queremos un amigo”.
- Fede: “Nada es para siempre Ana, todo se destruye”.
- Ana: “¿Por qué no me invitaste a salir en el primer semestre?”
- Santos: “Más vale nunca que tarde”.