Cinta tunecina producida por los hermanos Dardenne que nos muestra las ansias de liberación de un joven sometido a los deseos de su madre
Tras un año de su estreno en la pasada Berlinale, nos llega a las carteleras «Hedi, un viento de libertad». Una cinta laureada como la mejor ópera prima del certamen a la vez de llevarse el premio al mejor actor para Majd Mastoura. Producida por los hermanos Dardenne, se aprecia una evidente influencia de los belgas en la dirección del novicio Mohamed Ben Attia. Observamos los mismos recursos estilísticos, es decir, el acercarse al protagonista durante todo el metraje con tal de que de su mano descubramos sus motivaciones en el mundo que le rodea. Pero mientras las películas de los dos veces ganadores de la Palma de Oro se centran más en la violencia y la injusticia social en la marginalidad, la cinta del tunecino, sin abandonar esa faceta, prefiere virar hacia un universo más intimista.
Sí señor
Hedi es un joven de 25 años, un personaje débil, retraido, de caracter apesadumbrado y parco en palabras. Con un hermano mayor residente en Francia que se erige como referente o triunfador por parte de su madre, vive a la sombra de los demás sin aspirar a nada que se salga de lo establecido. No respira cuando le niegan las vacaciones correspondientes a su luna de miel ni se siente nervioso ante la inminente boda planeada por su familia. Una relación artificial que se ha construido a lo largo de conversaciones a escondidas en su coche durante tres años y SMS de anhelos románticos basados en conceptos ambiguos y distorsionados. Ante tal panorama, donde la frustración se respira tras la autoridad de una madre casi castradora, el viento de libertad del que hace gala el subtítulo del filme no puede originarse sino alejado de este contexto. Y es en ese viaje de huída y autodescubrimiento donde nace el germen de la conciencia del protagonista. Asqueado por su entramado laboral, familiar y la continua aceptación de seguir un camino predeterminado por los demás, inicia un pequeño periodo de desconexión donde entregarse a la calma y al placer de uno mismo con tal de econtrarse. Algo que antoja necesario tras soportar una presión existencial reiterada de la que no sabe como encontrar una solución que anime una vida en la que no logra encajar.
No señor
Con la irrupción de una mujer cinco años mayor que él, nace en Hedi el deseo y las ganas de dirigir su propio camino.Tras unos primeros encuentros algo desafortunados fruto de su mala relación con el mundo exterior, se establece una conexión que logra trastocar el equilibrio emocional del joven. Un cambio para bien donde recupera una sonrisa ya olvidada, una sexualidad negada y una liberación de la mirada juzgadora de jefes o familiares. Todo ello compone un coctel de sentimientos difícil de comprender por Hedi, quien acaba por rebelarse ante lo establecido, no sin dejar por eso de sentirse caótico y en la necesidad de comprender mejor sus propios anhelos, deseos y pensamientos.
Estamos pues ante una historia ya explorada en muchas ocasiones que, pese a no salirse de un guion establecido, consigue llevar el raccord emocional de su protagonista de manera sobria y realista. Es esa dirección naturalista de Attia la que logra convencer y ofrecernos un relato que sin resultar original, se vive de manera auténtica y veraz.
Frases destacadas de «Hedi, un viento de libertad»:
- Madre: «Ya no eres un niño, vas a formar una familia»
- Hedi: «Tengo que decirte un cosa. Me caso».
- «Tengo 30 años, ¿crees que me gusta saltar para los turistas?»