Una dirección asombrosa acompaña en este espectáculo visual a un joven intelectual incomprendido en la Alemania rural del siglo XIX.
Un siglo alemán llevado al cine
El realizador alemán Edgar Reiltz, concibió en 1984 la aclamadísima serie “Heimat”, la cual a partir de 15 episodios narraba las aventuras de unos pueblerinos de una ficticia población rural del país germano, abarcando gran parte del pasado siglo XX. A tan laborioso trabajo, le acompañaron dos continuaciones, “Heimat 2” (1992) y “Heimat 3” (2004), ambas incidiendo en las últimas décadas del pasado siglo. En 2013 volvió a presentar un nuevo proyecto titulado en España “Heimat – La otra Tierra”, esta vez pensado para una versión cinematográfica, reduciendo su metraje a menos de cuatro horas y situando la acción en los años 40 del siglo XIX.
Dirección abismal
En un espectacular blanco y negro y en un formato panorámico, Reiltz nos introduce de lleno en este pueblo perdido de Alemania haciendo gala de eficaces planos y talentosos movimientos de cámara, llevando a cabo una dirección irrefrenable que explora el espacio y acaba por fusionarse con la psique de sus propios personajes. Así pues, mientras las ansías de juventud ligadas al escapismo de las obligaciones sociales, ya sea la cultivación intelectual o la exploración de la sexualidad en una muestra disimulada de una más que posible bisexualidad, es expresada mediante trazos alocados empapándose de una naturaleza abierta, por otro lado, la represión que se vive en el hogar, es focalizada mediante la claustrofobia de incluir a varios personajes dentro de una casa que resulta demasiado pequeña para poder moverse libremente en ella.
Resulta curioso que dichas decisiones estilísticas rememoren a la coetánea “Qué dificil es ser un dios” (Aleksey German, Rusia, 2013), sin embargo, mientras la cinta del fallecido director ruso ahonda en la asimilación de sobrevivir en un lugar donde es repudiada toda forma de sensibilidad artística o intelectual, en el filme que hoy abarcamos se busca enfatizar en la liberación del que se sustenta en la cultura y el conocimiento para emanciparse lejos de quien le quiere reprimir por alejarse de los convencionalismos presentes. Y es que “Heimat – La otra Tierra”, no deja de evidenciar un descontento medido con la represión reinante, un control sobre los individuos que nace desde las clases dominantes pasando por las fuerzas de seguridad del Estado hasta anclarse en el patriarcado de las propias familias. En este contexto, nuestro protagonista de esta historia casi emulada de una novela de Charles Dickens, deambulará entre las más bellas expresiones de vitalidad colectiva, véase esa fiesta que bien podría recordarnos a “Underground” (1994, Yugoslavia) de Kuturica, y los penosos desencuentros de quien impondrá su voluntad por encima de una determinación férrea rebelde siempre metaforizada en forma de pájaros que vuelan a otros mundos y que dejan su huella en el camino al toparse con él.
Éxodo
Resulta cuanto menos curioso que el estreno de esta película nos remita a algo de tan rabiosa actualidad como la crisis de los refugiados sirios. Reiltz hace retroceder más de siglo y medio a su pueblo para mostrar una verdad que se dio antaño, al ser Alemania el país exportador de seres humanos que huían al nuevo mundo para lograr una vida mejor. Es aquí donde radica el contraste entre la belleza formal del paisaje mostrado y la miseria humana de quien sufre sus consecuencias. La muerte de un familiar levantando tan solo problemas logísticos y no emocionales (salvo en el protagonista Jakob) o la oficialización de los matrimonios por meros intereses convencionales, acaban por dar la razón a quien busca en la literatura y la ciencia ahondar en el conocimiento de nuevos mundos y nuevas culturas. La lectura de Cuadernos de Indias (relatos españoles algo exagerados de los descubrimientos en tierras americanas) y el interés de Jakob en estos, se alejan de las ideas románticas alemanas propias de su siglo sobreponiendo el interés por lo desconocido a la reivindicación de lo propio, por mucho que contraste al ensañarse su dirección en los bucólicos paisajes naturales de Alemania tan presentes en la poesía de este tiempo.
Los males de la nación alemana
El resultado de todo esto es la épica historia de un joven que se opone al regimiento de lo establecido, viéndose salpicado en su odisea con las problemáticas nacientes de lo que será un futuro nacional convulso, asistiendo a las desavenencias entre católicos y protestantes, nobles y plebeyos, padres e hijos, sufriendo el desencanto de a quien no le dejan volar libremente. “Heimat – La otra Tierra” se materializa en un torrente de medios visuales que sirve de precuela para sentar las bases de la serie de Edgar Reiltz y que a su vez es igualmente disfrutable para quien no se haya sumergido de momento en la trilogía seriéfila del realizador germano. Un legado que utiliza el poder del cine (inteligente uso de los colores en escasas ocasiones para destacar según que escenas u objetos respecto al blanco y negro) para explicar a su propio pueblo la historia de un pasado plagado de aciertos y de errores y del que más vale aprender para poder evolucionar como nación en un futuro.
Frases destacadas de «Heimat»:
- Madre: “Jakob, ya desde pequeño eras diferente”.
- Jakob: “Padre tiene razón, no sé hacer nada”.
- Jakob: “He cortado los lazos que me unen a mi padres”.
- Lena: “Nadie repudia a los padres”.
- Lena: “Un católico puede ser tan bueno como un protestante”.
- Jakob: “El tío siempre estaba de mi lado. Nadie lo comprendía en el pueblo”.
- Jakob: “Me pregunto si el precio de la libertad se puede pagar con oro”.
- Marido de Lena: “Las religiones las inventó el diablo. Solo traen discordia al mundo”.
- Abuela: “Todo tiene su tiempo. Tú llegas tarde”.