El deseo, la creación, la soledad y un espacio infinito abierto a segundas oportunidades son las claves del nuevo trabajo de Claire Denis tras “Un sol interior”.
Científica demente busca la fertilidad
Tras su paso por el Festival de San Sebastián donde salió con las manos vacías, nos llega este largometraje dirigido por una valiente cineasta dirigido a aguerridos espectadores. El filme nos lleva al interior de una nave espacial donde hay un hombre y un bebé. Poco a poco, nos irá mostrando con flashbacks, que no eran los únicos pasajeros. Realmente, eran parte de un grupo de condenados a muerte que aceptaron conmutar sus sentencias por participar en una misión con destino al agujero negro más cercano a la Tierra.
Claire Denis sabe mantener la intriga en este relato en dos direcciones. Por un lado, cuáles fueron los motivos por los que fallecieron el resto de la tripulación, y cuál será el destino de Monte y su hija Willow. Ambas líneas argumentales convergen en un interesante personaje, la Doctora Dibs, interpretada por la magnífica actriz Juliette Binoche, siempre en estado de gracia. Una vez más, vuelve a trabajar a las órdenes de Denis, dando vida a una científica que obsesionada por la reproducción en condiciones extremas, porque en el espacio exterior la radiación es muy elevada. Obviamente, no dudará en hacer todo tipo de experimentos, más allá de la ética y la legalidad, llevando a toda la tripulación al límite de sus posibilidades. Frente a ella tenemos a un Robert Pattinson que se consolida como un gran actor. Es capaz de sostener el peso de la trama, y de dar réplica a una actriz de la talla y la fuerza de Binoche, que en este caso está arrebatadora. Cierto es, que ellos habían coincidido en “Cosmópolis” de David Cronenberg.
El fin justifica los medios
En el filme de Steven Spielberg, “Parque Jurásico”, el doctor Ian Malcom decía esa mítica frase: «La vida se abre camino«. En efecto, este relato nos demuestra que es verdad, la vida siempre se abre camino ante la muerte. Es un relato donde Eros y Thanatos están en perfecta comunión. La muerte, la sexualidad, la masturbación y la violación acaban encontrándose en un punto de intersección donde surge la vida, surge Willow. Fruto de la pasión por una meta, que lleva a la doctora a usar métodos extremos, y que en compañía de su padre tendrá la oportunidad de conocer, como los tripulantes de la Star Trek, los límites de la vida y del mundo conocido.
Comenzábamos diciendo que es para aguerridos espectadores porque estamos ante una propuesta formal carente de estridencias y parafernalias. Es un relato frío, dominado por una paleta de colores fríos, que roza la monocromía. Es una representación de la atmósfera psicológica en la que se mueven estos personajes, que desconocen el concepto de empatía, que curiosamente es lo que les ha llevado al interior de la nave 7. De esta manera, crea una historia totalmente alejada de los márgenes de los convencionalismos. Es ahí donde estilísticamente hablando la propuesta de esta cineasta francesa se acerca y toma prestado elementos de “Solaris” o “Stalker” de Andréi Tarkovski o de «Naves Misteriosas» de Douglas Trumbull, que a los parámetros comerciales de Stuart Gordon en “Fortaleza infernal”, por poner un ejemplo de cine carcelario espacial. Así es como construye este relato sobre las segundas oportunidades donde convergen la creación y el universo infinito.
Frases destacadas:
- Monte: “No te bebas tu propio pis, Willow. No te comas tu propia caca.”
- Monte: “Rompe las reglas de la naturaleza y pagarás por ello.”
- Monte: “Nunca me he rendido. Aguataré.”
- Monte: “Te has convertido en la hechicera del esperma”
- Monte: “La castidad era una forma de fortalecerme”
- Doctora Dibs: “Yo sola cargo con mi culpa.”