Roland Emmerich vuelve con los aliens que quisieron arrasarnos hace veinte años en «Independence Day: Contraataque»: Tan hueca como disfrutable.
Hablar de blockbusters es hacerlo, irremediablemente, de un menosprecio generalizado por parte del público más “elitista” —nótese el entrecomillado— a un tipo de largometrajes que tienden a volcar toda su potencia de fuego en un objetivo tan noble como es el entretenimiento sin concesiones. Términos como “escapismo”, “distracción”, “palomitero” o “de consumo rápido”, acarrean una injustificada connotación negativa que degrada no sólo al filme que se está sometiendo a juicio, independientemente de su calidad, sino también a su público potencial.
Por suerte, aún somos muchos —las cifras de taquilla así nos abalan— los que disfrutamos de trabajos así temporada tras temporada; películas que, lejos de resultar tan bochornosas como pretenden pintarlas —por muy prefabricadas que lleguen a ser—, evocan una de las muchas razones de ser del séptimo arte: Esa capacidad de trasladarnos a mundos fantásticos y meternos en la piel de héroes que jamás soñaríamos con encarnar; ese criticado escapismo que nos aleja, entre explosiones y movimientos de cámara imposibles, de una realidad que cada vez se antoja más irrespirable.
Roland Emmerich es, sin lugar a dudas, uno de los adalides del blockbuster canónico de la década de los noventa, y a cuyo fetiche por la destrucción del planeta Tierra debemos agradecer tanto entretenidísmos desvaríos de dudosa calidad como “El día de mañana” (“The Day After Tomorrow”, 2004) y “2012” (2009), como obras que, con el paso de los años, han alcanzado el estatus de culto como “Soldado Universal” (“Universal Soldier”, 1992), “Stargate, puerta a las estrellas” (“Stargate”, 1994) o la genial primera entrega de “Independence Day” (1996).
Como no podía ser de otro modo, en pleno apogeo de la nostalgia como principal pretexto a la hora de atraer al respetable a las salas —el reboot “Cazafantasmas” (Paul Feig, 2016), es la última muestra de ello—, el realizador alemán, con su “Independence Day: Contraataque” (“Independence Day: Resurgence”, 2016), ha decidido traer de vuelta, junto a gran parte del reparto original, a los aliens que pusieron patas arriba los Estados Unidos hace ya veinte años en una actualización del original tan simple y descerebrada como indiscutiblemente divertida.
¿Es esta secuela de “Independence Day” una buena película? Si nos ceñimos a lo estrictamente cinematográfico, debe decirse que en absoluto. “Contraataque” hace gala de todos y cada uno de los tics que tan mala fama han dado a estos revienta-taquillas veraniegos: Una narrativa atropellada y caótica, una sobresaturación de personajes que huyen de lo arquetípico para terminar siendo clichés puros y duros, unos diálogos bochornosos y, en ocasiones, vergonzantes, repletos de exposición oral y frases lapidarias, una incoherencia absoluta que transforma la trama en un sinsentido en el que la ley de causa y efecto se diluye entre fuego, disparos y naves espaciales… Un auténtico disparate al que, por algún motivo, no puedo dejar de aplaudir con entusiasmo.
A pesar de la contundencia con la que puede calificarse a lo nuevo de Emmerich como “mala película”, es inevitable preguntarse cómo, ante tamaño despropósito, puede terminarse su visionado con una sensación de satisfacción tan intensa y una sonrisa en la cara. Por fortuna, la lista de motivos es tan extensa como la de patinazos, y comienza por un empleo del factor nostálgico de lo más inteligente; sin tomarlo como único pie sobre el que sostener el peso del largo y sin tratar de fotocopiar a su predecesora en ningún momento. Esto se extiende a su elenco actoral, a quien da gusto ver pasándolo tan bien —lo cual transpira en pantalla— y tan cómodos en la repetición de roles dos décadas después, comiéndose literalmente los veteranos —el carisma que derrocha aquí Jeff Goldblum es indescriptible— a unos novatos que cumplen sin problema.
Pero son, sobre todo, esas secuencias de acción —y devastación— marca de la casa, con caos, edificios derrumbándose, ciudades enteras colapsando y fallecimientos a millares en plano, las verdaderas responsables de que esta “Contraataque” sea digna de elogio. Su director parece haber aprendido la lección tras los chapuceros efectos digitales de “Asalto al poder” (“White House Down”, 2013), y en esta ocasión brinda un espectáculo audiovisual soberbio, en el que cada plano está diseñado para mantener la adrenalina a unos niveles más que aceptables, y para envolver el conjunto en un papel de regalo brillante e hipnótico que nos haga olvidar lo hueco del contenido del paquete.
No debemos tratarla con condescendencia, o caer en la trampa de justificar nuestras palabras añadiendo la coletilla de “para el tipo de película que es…” en nuestra defensa; sólo podemos decir que “Independence Day: Contraataque” es tan superficial y absurda como parece, pero esto, como muchos pretenden hacernos creer, no es tan malo como parece. Aquí, Emmerich huye por completo de llenar su trabajo de subtexto y discurso; la única intención del bueno de Roland, con una autoconsciencia envidiable, es que nos lo pasemos en grande. Y vaya que si lo ha conseguido…
Frases destacadas
- Dr. Catherine Marceaux: We’ve found something out here, something only you might understand.
- David Levinson: I’ve had years to get us ready. We never had a chance.
- President Whitmore: We convinced an entire generation, that this is a battle that we could win. We sacrifice for each other no matter what the cost. And that’s worth fighting for.
- David Levinson: What goes up must come down.
- Dr. Brakish Okun: Time to kick some serious alien ass.
- David Levinson: That’s… definitely bigger than the last one.
- Dylan Hiller: It’s the Fourth of July, let’s show ‘em some fireworks.
- Jake Morrison: He’s meeting the President and I’m stuck on the moon.