Los ciudadanos siempre recriminamos al gobierno que para qué enviar tropas, que por qué gastarse el dinero en armamento (el único ministerio que se ha librado de la tijera de Mariano ha sido el de defensa), que para qué si no hay intereses (honestos) en ninguno de los conflictos. Pero ellos, los soldados, familiares de soldados, descendientes de soldados y amigos lejanos de soldados responden con su ya ensayado: “En España el ejército solo va a las zonas de conflicto en misión de paz”. Y esa media verdad puede o no ser suficiente para convencernos, pero sí es cierto que muchos soldados se juegan la vida para ayudar a civiles en las partes del mundo que están a punto de explotar. Daniel Calparsoro quería recordarnos a estos héroes y ha pensado que la mejor forma era a través de un thriller político-militar. Invasor no es la película compleja, oscura y afilada que un tema así se merece pero entretiene y en algún momento sorprende.
Me creo a Alberto Ammann como médico militar y a Antonio de la Torre como su subordinado. Lo de creerse a Antonio no es nuevo, todavía no le he visto un mal papel. Calparsoro nos arrastra con una primera secuencia de acción en plena guerra de Irak rodada con pulso y nos demuestra gracias a Daniel Aranyó que el trabajo fotográfico en el cine español podría estar entre los mejores del mundo (si todos los proyectos se mimaran tanto, pero evidentemente no es así). Tras esa comienzo frenético la película se para. Todo gira en torno a un secreto del que tanto el protagonista como el espectador se esperan lo peor. Pero la cosa no avanza y no es suficiente con mirar a Inma Cuesta y su personaje de mujer sufrida o al fantástico Karra Elejalde, que uno no sabe si esa naturalidad con la que interpreta a los hijos de puta divierte o asusta.
Hasta que el director suelta la bomba. La barbaridad que Paul Haggis se reservó para el final de En el valle de Elah los guionistas de Invasor (los culpables de la flojera del filme) la utilizan como reenganche y Calparsoro sabe filmarla. La película se convierte en una peligrosa crítica hacia el salvajismo militar y la posibilidad de presenciar hoy esa histeria entre soldados gracias a los mil y un dispositivos móviles, cámaras… que nos acompañan hoy en día hasta para ir al retrete. Sin embargo tras esta bofetada hiriente y brutal, la película vuelve a perderse en un thriller no muy bien construido, previsible y con incoherencias. Todo culpa de un guión sin inspiración. Porque las escenas de acción están rodadas de manera intachable, esa frenética persecución en coche es casi perfecta, bendito sea Bourne y su influencia. Pero tanto seguimiento, investigaciones, idas y venidas rompen la seriedad sobre la que se estaba construyendo la película.
Menos mal que Karra Elejalde está ahí para dotar a su villano de naturalidad y ofrecerle ese típico cabreo que cualquier padre de familia tiene cuando algo ha salido mal en el trabajo. Con él en cámara se olvidan los defectos de la película. Como si lleváramos dos copas encima.
Frases destacadas:
Pablo: “¡¡Somos responsables de lo que pasó!!”
Diego: “Estamos vivos Pablo, esa era nuestra misión”
Baza: “¡Hay que joderse con el maricón de los cojones!”
Diego: “Nos pagan por callarnos. ¿Y qué?”
Calificación: 6’5