Kenneteh Branagh presenta una actualización de la Guerra Fría, a base de un cóctel de conspiraciones, tiros y héroes, con un regusto muy conservador.
Los personajes-tipo de Jack Ryan: Operación Sombra podrían configurar sin cambios significativos, en un desafío al paso del tiempo, el reparto de la representación de un canto de gesta medieval: héroe imbatible, tan bello y fuerte como noble y bondadoso (Chris Pine); delicada dama que se ve abruptamente metida en apuros (Keira Knightley); una misión de cuyo éxito depende el bienestar de la humanidad; un antihéore de infinita maldad (Kenneth Branagh, que también dirige este filme basado en uno de los personajes del novelista Tom Clancy), y por encima de todo, en la cúspide de la pirámide, la idea de patria, en la acepción más solemne y excelsa que se le pueda aplicar.
El escritor mexicano Octavio Paz decía que lo ‘moderno’ es una tradición. Si despojamos a la película de toda la parafernalia de los tiros, los efectos especiales y las persecuciones en coche, ésta se queda en un producto bastante clásico y, en no pocas ocasiones, rancio.
Así por ejemplo tenemos al estadounidense Jack Ryan, que después del atentado contra las Torres Gemelas de 2001, siente la llamada de su patria y decide abandonar su brillante carrera de Económicas (Ryan es el mejor en todo lo que hace) en Londres para convertirse en marine. Por vicisitudes de la vida, en las que la extraordinaria valía de Ryan es machaconamente subrayada (“¡ha salvado a sus dos compañeros teniendo la espalda rota!”), como si de un moderno Mio Cid se tratase, encontrará en William Harper (Kevin Costner) su particular ayo que le conducirá a “servir al país de otra forma”, esto es, en la CIA.
Lo mejor del filme es que conjuga óptimamente los numerosos mecanismos de entretenimiento que tiene, y lo hace, además, sin enredarse y sin aburrir ni abrumar al espectador. Eso sí, toda la estructura descansa sobre unos clichés conservadores.
De la guerra ideológica a la guerra del dinero
Jack Ryan… también ofrece una particular y subjetiva (Kenneth Branagh no pretende esconder de qué lado está) actualización de la Guerra Fría. En este punto es inevitable no recordar aquellas películas de ciencia ficción donde el malo era siempre asiático y el bueno, anglosajón (véase v. gr. Flash Gordon, 1936). Se podría decir, pues, que el contexto de Jack Ryan… es el de una posguerra fría («sigue habiendo guerra ideológica, pero ahora se trata de dinero”) donde el campo de batalla está en la Bolsa y los actos terroristas son utilizados como trampolín. Todo lo que de bueno tiene Jack Ryan lo tiene de perverso el ruso Viktor Cheverin (Kenneth Branagh). Siempre hablando de extremos. Ambos, como el resto, son personajes unidimensionales, planos, transparentes, que simbolizan la lucha del Bien contra el Mal.
Branagh no hace una revisión crítica, no va más allá; simplemente calca un determinado sentimiento arraigado y lo traduce a la lengua actual. En definitiva, el norirlandés dedica todo un canto épico a EE.UU. de 105 minutos.
Frases destacadas de Jack Ryan: Operación Sombra
Jack Ryan: «Trabajo en la CIA» / Cathy Muller: «¡Menos mal, pensé que me estabas engañando con otra!»
Thomas Harper (sobre Jack Ryan): «Podrá volver a caminar si decide que tiene que ir a algún sitio»