El quinto film de Lisandro Alonso, FIPRESCI en Un Certain Regard, es una road movie metafísica que cuenta con la superlativa actuación de Viggo Mortensen.
La Jauja decimonónica
Una tipografía roja impacta el iris del espectador durante el primer minuto y medio de “Jauja”. Las gruesas letras fluorescentes, del mismo color que el demonio travieso del prólogo de “Post Tenebras Lux” (Carlos Reygadas), forman un breve texto que describe el desenlace de las leyendas que integran la mitología de Xauxa. Los rojizos versos enuncian: “todos los que intentaron encontrar el paraíso terrenal se perdieron en el camino”. El paraíso terrenal que cita Lisandro Alonso en el llamativo exordio de su quinto largometraje no hace referencia al edén bíblico. Se trata del País de Jauja: una alegoría al descubrimiento de Perú por parte de los españoles liderados por Pizarro en 1533. Aunque realizador porteño cite el desconocido territorio de esplendor que Brueghel plasmó en uno de sus lienzos más célebres, la trama de “Jauja” no se ubica en el siglo XIV, sino en la Patagonia decimonónica.
Corre el año 1886 y muchos militares han sido forzados a abandonar sus hogares para llevar a cabo la Conquista del Desierto. Es el caso del Capitán Gunner Dinesen (Viggo Mortensen) y su hija Ingeborg (Viilbjork Agger Malling), dos emigrantes daneses que vagan sin rumbo por un paisaje deshabitado, esperando el momento de regresar a su querido país. Actos impúdicos y miradas malintencionadas hacen creer al Capitán Dinesen que su pequeña podría ser violada por algún miembro de la expedición, motivo por el que decide sobreprotegerla. No obstante sus esfuerzos acaban siendo en vano dado que Ingeborg huye con un joven soldado hacia las profundidades del desierto. A partir de la desaparición de la quinceañera, el padre se embarca en una peripatética odisea de la que sólo saldrá con vida gracias al deseo de reencontrarse con su hija.
Desublimación del western
Pese al simplismo del argumento, que algunos críticos han comparado con “The Cut” (Fatih Akin), “Jauja” propone una interesante desmitificación del género del western. A medida que Viggo Mortensen se adentra en los rocosos y áridos paisajes, su personaje empequeñece, devorado por la inmensidad de la ruda naturaleza. Sin embargo “Jauja” no pretende describir la derrota de la tópica batalla librada entra el mundo de las bestias y el de los colonos que anhelan civilizarlo. A diferencia de los films de Werner Herzog, Mortensen no pierde su humanidad progresivamente, poseído por el salvajismo del lugar, como sucedía en “Águirre, la Cólera de Dios”, protagonizado magistralmente por Klaus Kinski. Si bien en “Jauja”, un indígena le roba dos de los atributos sustanciales del militar: el rifle y el caballo; dicho extravío no da pie a la recurrente metáfora comentada de la derrota de la Ilustración frente a la oscura barbarie. En este sentido, la desnudez del Capitán Dinesen no estrecha lazos con la paulatina locura de Kinski. Más bien, encamina el relato hacia una metafísica que los seguidores del realizador conocen a conciencia.
Metafísica tarkovskiana
La filmografía de Lisandro Alonso siempre se ha estructurado en base a dos pilares: la metáfora y el silencio; ambos unidos a través de la simbiosis entre dos conceptos: el viaje y la familia. Como en “Los muertos” o “Liverpool”, sus personajes principales marchan por no-lugares, con el propósito de reencontrarse con sus parientes: la hija en el primer ejemplo, la madre en el segundo. Pese a que exista un evidente recorrido territorial, los tránsitos que exhibe el cineasta argentino sugieren una dimensión profunda e íntima. Pues son incuestionables rituales de iniciación, repletos de símbolos que escapan al entendimiento del público. Un proceder que lo emparenta directamente con el de Andrei Tarkovksy. El paralelismo entre Lisandro Alonso y el director soviético va más allá de la manifiesta teatralidad de los actores en la puesta en escena o el rodaje de los exteriores. La correspondencia se halla en la metafísica que esconden las imágenes, una trascendencia que en “Jauja” alcanza su máximo esplendor. La recurrente filmación del agua, la bruja (“Sacrificio”) o el perro (“Stalker”) anuncian el advenimiento de una alienación cósmica, en una coda donde el peregrinaje tangible pasará a ser intangible.
Catarsis sensorial
Por otro lado, es necesario mencionar la espléndida labor de Timo Salminen, el director de fotografía fetiche de Aki Kaurismaki, que en esta ocasión apuesta por la imitación cromática de los westerns de John Ford y un arriesgado aspect ratio de 4:3. A dicha catarsis visual cabe añadir la auditiva. Pues la banda sonora de “Jauja” está compuesta por Viggo Mortensen. Y aunque sólo se den a conocer dos melodías en todo el metraje la alucinógena sensación de absorción es muy parecida a los solos de guitarra que Neil Young creó para “Dead man” (Jim Jarmusch), o la atmósfera malsana de Nick Cave en “Loin des hommes” (David Oelhofen): otra road movie protagonizada por Viggo Mortensen, aunque en ella el personaje se pierde por un argelino desierto mucho más peligroso y menos simbólico que el de “Jauja”.
Frases destacadas de “Jauja”:
Capitán Dinesen: “Tengo un problema con mi hija y sus soldados”
Teniente: “Me gustaría invitar a su hija al baile que organiza el Ministro del Gobierno”
Teniente: “Sería un honor regalarle un caballo a su hija. Aquí quien monta gobierna”
Capitán Dinesen: “Nosotros no pertenecemos a este lugar”
Capitán Dinesen: “Pronto regresaremos a Dinamarca”
Capitán Dinesen: “¡Mi hija no está! ¿Es que se ha vuelto invisible?”
Bruja: “El agua nos pertenece a todos”.
Bruja: “Vivo sola. Con mi perro y mi manantial”.
Bruja: “¿Cómo era la madre de su hija? Siempre me lo he preguntado.
Bruja: “Las familias desaparecen con el paso de los años, aunque eso lleve demasiado tiempo”.
Bruja: “¿Qué es lo que hace que la vida funcione y siga hacia delante?
¡Excelente reseña! Enhorabuena Carlota.