Mar. Mar 19th, 2024

Biopic en muchos aspectos al uso de la artista Loïe Fuller, que destaca por las espectaculares escenas de baile y por su actriz protagonista, Soko.

Una historia apasionante

«La bailarina», ópera prima de la fotógrafa, diseñadora y directora de arte Stéphanie di Giusto, nos cuenta fascinante labor de Marie-Louise Fuller, de nombre artístico Loïe Fuller, en el campo de la danza contemporánea a finales del siglo XIX y principios del XX. Nacida en Illinois y de formación autodidacta, Fuller nunca dio el perfil de típica bailarina delicada, pero no hacía falta: necesitaba mucha fuerza para llevar a cabo sus actuaciones, que consistían en caros y ambiciosos montajes, especialmente centrados en la imitación de la naturaleza gracias a la iluminación, de cuyas producciones ella controlaba todos los aspectos. Más adelante, se trasladó a París donde abrazó las corrientes más arriesgadas del vanguardismo, registró sus patentes y dio una base científica y artística a una disciplina que, fuera del ballet, hasta el momento se consideraba un mero espectáculo popular de entretenimiento.

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Fue además mentora de su compatriota Isadora Duncan, a la que ayudó a introducirse en la escena europea, compartiendo ambas el mismo interés por rescatar el arte de Antigüedad en sus coreografías. La película presenta a Duncan como una joven ambiciosa que era todo lo contrario a Fuller: físicamente, desprendía atractivo y ligereza, mientras que su estilo denotaba una falta de artificio y de gusto por las convenciones sociales. Y en cierto sentido sí que tomó la esencia de Fuller y le robó el reconocimiento, ya que la fama de Duncan en la danza moderna es bastante mayor. Ante esto, Di Giusto reivindica una figura capital que defendió su obra por encima de todos los obstáculos, tanto económicos, sociales y físicos, que pudieran presentarse.

La danza como motor

Como biografía, no faltan lagunas en «La bailarina» con respecto a ciertos aspectos muy destacados de la vida de Fuller. Por ejemplo, se echa de menos que se hiciera una mínima referencia al vínculo que la unió a diversos artistas como el escultor Auguste Rodin, el pintor Toulouse-Lautrec, los hermanos Lumière, que filmaron sus bailes, los poetas Paul Valèry y Stéphane Mallarmé, o muchas otras figuras representativas de la época. Sin embargo, Di Giusto parece encontrar más interesante inventarse una ambigua relación con un conde y mecenas (Gaspard Ulliel), o centrarse exclusivamente en su atracción por Isadora Duncan (creíble Lily-Rose Depp, hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis, en uno de sus primeros papeles), con la que se insinúa otro romance (aludiendo a las tendencias sexuales ambas, sobradamente conocidas). Mientras, la auténtica relación estable que Fuller mantuvo durante muchos años, con Gabrielle Bloch (interpretada por Mélanie Thierry –«Un día perfecto», 2015-), queda casi oculta y transformada en una intensa amistad sin motivo aparente.

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Como ocurría en la vida de Fuller, «La bailarina» alza el vuelo cuando se sale de los caminos del biopic tradicional y deja que las secuencias de danza conduzcan la narración, recomponiendo con esmero todos los detalles de la puesta en escena de la artista, con efectos visuales, colores, telas… Ejercicios de libertad absoluta que casi alcanzaban la abstracción y difuminaban los límites que existen entre las artes. Estos momentos son los más emocionantes del conjunto, llegando a su más alto nivel en los ensayos al aire libre, en los que Fuller anima a sus alumnas a atreverse a realizar movimientos imposibles, como si se tratara de ménades griegas. El filme no solo se salva de la intrascendencia por estas escenas y por su cuidada ambientación, en la que destaca la fotografía de Benoît Debie («Spring breakers», 2012) a la hora de iluminar espacios interiores, sino también por la monumental interpretación de su protagonista, Soko. La actriz y cantante nos hace olvidar sus excentricidades en la vida real, convirtiéndose en Füller tanto a nivel físico, es decir, representando la corporalidad de su trabajo y los problemas físicos que ello conllevaba, como emocional, aceptando que los sufrimientos merecían la pena por sacar adelante una obra de arte.

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«La bailarina» desprende belleza y buen gusto, pero resulta contradictorio que una película que defiende la visión de su protagonista con respecto la radicalidad y el rupturismo en el arte de una manera tan vehemente, acabe siento tan convencional y encorsetada dentro de los patrones de su género. E incluso que en algún punto se llegue a mostrar conservadora. En este sentido, aunque como homenaje puede resultar eficaz, también deja evidencia que en esta cinta solo alcanzamos a vislumbrar un esbozo de todo el legado de Fuller, y que ella se merecía algo mejor, o al menos diferente.

Frases destacadas

  • Loïe: No se bailar.
  • Kate: Todos podemos bailar, Loïe.
  • Louis: El baile es un entretenimiento.
  • Isadora: No he ido al ensayo porque no me encontraba bien.
  • Loïe: Creí que eras bailarina.
  • Director de la Ópera: Es fea, pesada y vulgar, nadie se acordará de ella. 

Tráiler de «La bailarina»

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