Un periplo sensitivo donde la belleza de las formas se fusiona con una esencia melancólica.
Reivindicando la animación
Mucho se ha obviado e incluso ninguneado desde el propio Hollywood a las dos películas extranjeras que en esta pasada gala compitieron en la categoría del Oscar a mejor película de animación. Parecía un éxito cantado para la espectacular “Cómo entrenar a tu dragón” aunque finalmente se lo llevó el robot japoamericano “Big Hero 6” de Disney. Sin embargo, es necesario hacer saber al gran público que, además de las ofertas comerciales estadounidenses, en la que también podríamos incluir la fresquísima (y quizás por su riesgo y poco compromiso con los cánones castigada sin entrar a formar parte de las nominaciones) “La legopelícula”, se ha logrado hacer llegar a España en forma de DVD y Blue-Ray “El cuento de la Princesa Kaguya” de Isao Takahata, director conocido por “La tumba de las luciérnagas” (1988) y las series de animación “Heidi” (1974) y “Marco, de los Apeninos a los Andes” (1976), y esta bellísima y sorprendente historia que narra, gestada en Irlanda, “La canción del mar” de Tomm Moore, que llega por fin a nuestras salas.
Tanto la delicada historia del director japonés Takahata como la de su colega irlandés juegan, desde la formalidad de su obra, a tratar con valentía una reivindicación de la animación como tal. Así como otras empresas y otros realizadores tratan de aproximarse cada vez más a la verosimilitud animada, estos dos, siguiendo, guardando las distancias estilísticas, la estela de animadores como el checo Jan Svankmajer, jamás se esconden de que están realizando, con toda la dignidad del mundo, una obra de animación, dignificándola como tal. Será gracias a ello que podrán experimentar con formas, texturas y tramas que se escapan de lo comprensible, lo real. Emprenderán un viaje hacia lo desconocido y lo fantasioso.
Más sombra de Miyazaki que de Takahata
Si bien las similitudes en la simpleza y preciosismo de la forma y lo fantástico y mitológico de su trama son cuanto menos similares, a parte de otro elemento de unión entre ambas obras serían las luciérnagas que casi parece un guiño intencionado al director japonés, “La canción del mar” quizás guardaría más similitudes con otro director japonés, animador y amigo de Takahata, el recientemente oscarizado y mundialmente reconocido Hayao Miyazaki. Las formas totóricas (“Mi vecino Totoro” 1988) de las focas, las extrañas criaturas con las que el pequeño Ben se cruza en su periplo fantasioso, la ubicación de una casa al lado del faro y la transformación acuática entre criatura y humana de una niña rememoran a títulos pasados como “El viaje de Chihiro” (2001) o “Ponyo en el acantilado” (2008). Por otro lado, también encontramos la imperiosa necesidad de inmiscuir a los protagonistas en un entorno donde la naturaleza se percibe libre del ser humano, jugando su propio rol, tomando personalidad propia respecto a animales, seres fantasiosos o humanos. Si la sombra de “La princesa Mononoke” (1996) Y “Nausicaa del Valle del Viento” (1984) son alargadas, también encontramos resonancias con el bellísimo cortometraje de animación nominado al Oscar en 2012 titulado “Adam and dog” (Minkyu Lee, EEUU).
Pesadumbre, melancolía y tristeza
“La canción del mar” no es una película para pensar en entretener a los más pequeños de la casa. Bien es cierto que la trama protagonizada por niños, un perro muy simpático y la aparición de diferentes criaturas que forjan los periplos y las aventuras de éstos puede resultar algo infantil, todo el filme destila un halo de amargura, de melancolía y de tristeza. La muerte de la madre de Ben y Saoirse en el inicio de la película, pesa en la pena de su padre, incapaz de sentir empatía por los sentimientos y deseos de sus propios hijos. Moore tratará de conseguir plasmar estas emociones mediante el uso del paisaje y del sonido, creando una elaborada coreografía bellísimamente triste en las que las melancólicas canciones se fusionarán con los torbellinos animados que deambularán por los grisáceos, azulados y oscuros paisajes que parecen mostrar una cara muy poco amable de Irlanda. Los personajes, los parajes y las vivencias de los protagonistas girarán sobre el mismo eje, la lucha por obviar, y a continuación, huir sin estancarse y dar un paso al frente a la adversidad de la desgracia pasada. La tristeza arrastrará y condicionará sus sentimientos, golpeándolos en lo más recóndito de sus almas. No será hasta el momento en el que comprendan que no es el momento de pensar en uno mismo y cerrarse para con los demás y olvidar las infelicidades inherentes desde sus traumas que comprenderán que necesitan mirar adelante, cumplir las expectativas que aquellos que no están les otorgaron antes de irse y armarse de valentía para evolucionar en sus vidas. El objetivo será sacrificarse por los demás, comprender las bases de su propio pasado y cambiar los colores fríos que antaño comentábamos por recuerdos venideros cargados de luz y alegría, de comprensión y empatía. Avivar la casa del puerto, cambiar su enfoque pesimista por un colorido impresionista que albergue nuevas esperanzas.
El poder de las imágenes y su sincronización con el sonido, tanto ambiente como musical, convierten a “La canción del mar” en un filme de irresistible belleza formal que vale de dificultad de la simpleza del trazo de sus dibujos para sumergir al espectador en un viaje emocional y perceptivo por lo más melancólico del alma humana. Quizás sea un detalle agradecer el tratamiento irreal de lo contado, rebajando la dureza sensitiva de lo que se percibe, dejándonos apreciar la belleza sin la necesidad de hacer una introspección de nuestra propia alma y abandonándonos al puro deleite de la visualidad de las formas.
Frases destacadas de «La canción del mar»:
- Bronagh: “Serás el mejor hermano mayor del mundo”.
- Ben: “Mamá me lo regaló a mí, ¡no a ti!”
- Abuela: “No es lugar para una familia”.
- Padre: “No puedo perderla a ella también”
- Ben: “No quiero irme. No puedes obligarme”.
- Abuela: “No quiero lloros en mi casa”.
- Ben: “No sois un cuento. Sois reales”.
- Gran Shamakee: “Soy el Gran Shamakee. Casi se me olvida”.
- Padre: “Saluda a Saoirse. Es tu hermana pequeña. Has de cuidar siempre de ella”.
- Ben: “Debería de haber sido mejor hermano mayor. Perdóname”.
- Bronagh: “Hijo mío, recuérdame siempre en tus cuentos y tus canciones. Siempre te amaré”.