Mar. Mar 19th, 2024

Lars von Trier reflexiona sobre su arte, sobre la crueldad y sobre sus propios pecados en una de sus más despiadadas películas

La filmografía del danés Lars von Trier se ha focalizado sobre diferentes temáticas que siempre han acompañado al estado anímico y artístico de su artífice. Así pues, resulta interesante acceder a su nueva película siendo conocedor de las fases previas de su trabajo, pudiendo ubicar esta nueva obra dentro de su oscura y retorcida construcción. «La casa de Jack«, cuyo título original es «The House That Jack Built», parece querer hablarnos de ello, de esta consecución macabra de filmes, metaforizada en una casa de cadáveres, que nos hablan de las inquietudes del cineasta. Si filmes como «Rompiendo las olas», «Dogville» o «Manderlay» apelaban a la concepción de la maldad colectiva impuesta sobre figuras inocentes y «Anticristo» y «Melancolía» abordaban la depresión, en el díptico «Nymphomaniac» se acercaba a la culpa cerrando la trilogía depresiva junto a las dos cintas anteriores. En su último trabajo, que despertó la polémica en Cannes por la dureza de sus imágenes, parece que el propio director busca dejar de culpar a los demás para evidenciarse como un ser malvado, que no se gusta a sí mismo, llevando su repulsión interna a los límites más desagradables. Confeccionándose como un ser monstruoso movido por sus pulsiones psicopáticas.

La falta de autoestima que se puede leer en su obra parece venir precedida de sus constantes crisis vitales y creativas, su adicción al acohol y las drogas para seguir con su proceso creativo. No obstante, por el desprecio que se desprende del halo de Jack por parte de la ficción, sobre todo en sus escenas finales y el irónico tema musical que cierra el filme en sus títulos de crédito, se antoja cierto optimismo, una voluntad de rechazo hacia el mal en pos de abandonar un oscuro pozo de penumbra. Un paso hacia otra fase libre de adicciones y ataduras.

La tensión y la crueldad al estilo Dogma

Dividida en cinco episodios y un epílogo, «La casa de Jack» guarda las constantes narrativas de la filmografía del danés. Y en esta ocasión, la estructura de la misma, en la que Jack narra cinco casos aleatorios entre todas sus fechorias a un hombre mayor, nos recuerda sin dudarlo a la usada en «Nymphomaniac». No obstante, durante los primeros cinco incidentes, esta conversación se desarrolla en off, basándose del negro y sonidos de corrientes de aguas que corren. También de escenas que intercalan un capítulo con otro en la que ambas voces, luz y oscuridad, debaten sobre la finalidad del arte como reflejo de la bondad o maldad que albergan las relaciones humanas. Pensamientos acompañados de imágenes cargadas de sensibilidad artística, las cuales van de Cézanne a Klimt pasándo por la arquitectura gótica o la excelencia en la práctica del piano. También sobre las películas anteriores de Lars von Trier en una escena acertadísima donde Jack sentencia: «algunos dicen que las atrocidades que cometemos en la ficción, son los deseos ocultos que no llevamos a cabo en una civilización controlada. No creo que sea así».  De la boca del protagonista se pronuncia el propio director introduciendo las imágenes más icónicas de su obra, reivindicándose como artista y no como malvado.

Las secuencias que tratan las historias de Jack, están rodadas cámara en mano, con un montaje sincopado, otorgando verosimilitud y dinamismo, siguiendo el mismo estilo que ha mantenido desde «Rompiendo las olas» y explotado en el movimiento Dogma 95 con «Los idiotas». Con ello logra crear una tensión incesante en cada uno de los casos, siendo conocedor el espectador de lo que está por venir, soportando la insoportable espera de la explosión de violencia más desagradable con excesivo realismo. Porque Lars von Trier decide sacudir al espectador con escenas impactantes que van de las mutilaciones al asesinato de niños. Ante tal espectáculo, hasta casi cabe agradecer ciertas licencias estilísticas que caen en la ironía y el humor negro, amenizando desde este campo tanto horror.

La otra cara de la moneda a este reto formal es el epílogo, un viaje danteniano al último círculo del infierno. Jack y Verge se personifican en una especie de Dante y Virgilio en un espacio hiperestilizado que rezuma inverosimiltud y que sirve para mover la psique del protagonista a un campo de realidad muy distinto. Un estado casi abstracto que sirve para que Lars von Trier decida su final como genio demiurgo de su propia obra. Un ejercicio de autocrítica y repulsión hacia si mismo para pedir perdón y tratar de conciliarse de nuevo consigo mismo.

Frases destacadas de «La casa de Jack»:

  • «He matado a 60 personas»
  • «Algunos dicen que las atrocidades que cometemos en la ficción, son los deseos ocultos que no llevamos a cabo en una civilización controlada».

Tráiler de «La casa de Jack»:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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