Paz Vega y Juan Diego Botto encabezan lo último de Manuel Gómez Pereira, un desafortunado thriller policíaco con exceso de tramas y de escasa credibilidad.
Manuel Gómez Pereira vuelve a la gran pantalla tras varios años de inactividad (“El juego del ahorcado”, “Boca a Boca”) con la adaptación de la cuarta novela del escritor británico Robert Wilson, «La ignorancia de la sangre». La cinta abrió la sección oficial (fuera de concurso) de la XI edición del Festival en cuya ciudad está ambientada, Sevilla.
Hacedor de grandes y taquilleras comedias el cineasta madrileño da el salto al suspense de gran presupuesto, con algún que otro tropiezo bajo la atenta mirada de críticos y espectadores.
Sobredosis temática
Resumir el argumento de este filme parece tarea imposible, una maraña de tramas se juntan para dar paso a un thriller policíaco que ni convence ni llega a buen puerto. Javier Falcón (Juan Diego Botto), jefe de homicidios de Sevilla, se encuentra con varios frentes abiertos cuya resolución le llevará a replantearse hasta sus principios. Por un lado, nos encontramos a la mafia rusa y con ella el secuestro del hijo de su pareja Consuelo (Paz Vega), además, asistimos a un enfrentamiento entre bandas y a la búsqueda de Rita, una joven cubana desaparecida años atrás. Por otro, encontramos la relación de Falcón con Yacub (Alberto San Juan), un viejo amigo infiltrado en un comando terrorista islámico cuya situación da un giro inesperado al saber que quieren reclutar a su hijo adolescente para la causa. Farragoso entramado que cuesta hasta explicar sin cansar en exceso al lector.
La variedad temática, que bien habría dado para una miniserie, aturulla al espectador llegando incluso a causarle una sobredosis de contenidos.
El trabajo actoral resulta algo dispar, encontramos a una nada creíble y artificial Paz Vega en su papel de madre empresaria y poco sufridora. Se echa en falta una reacción más desgarradora ante el inesperado secuestro de su progenitor que sobrelleva de una manera excesivamente digna. Falta sentimiento, dolor, en definitiva, drama del bueno.
Por su parte, Juan Diego Botto se muestra correcto y cómodo en su papel. Pese a ello, y por la gran calidad que desprende como actor, se alcanza a ver que podría haber brillado mucho más. La falta de química entre los intérpretes principales no ayuda mucho a cambiar el resultado.
Les acompañan, entre otros, una estupenda Cuca Escribano y un resuelto Alberto San Juan que supera con destreza sus clases de árabe.
Escasa credibilidad
Mantener la intensidad, la tensión y el interés a la par que explicar los pasos dados en todo momento era una tarea difícil que el director no ha logrado superar con mucho éxito. Ni la maravillosa música de Federico Jusid logra dar credibilidad a este filme que flaquea, y mucho, en sus escenas de acción. Véase la escabechina rusa en la gravera en donde no se sabe quién es quién ni de dónde salen sus protagonistas. Escenarios potentes (está rodada entre Madrid, Sevilla, Canarias y Marruecos) se pelean con comisarias a lo CSI y cadáveres de atrezzo de casa del terror. A lo largo de los 107 minutos que dura la película van entrando en escena sucesos inverosímiles que aguan la fiesta a aquellos cuyas expectativas eran altas.
Tras la sombra de la buena crítica y el triunfo cosechado en las salas por “La isla mínima” y “El niño” las perspectivas ante el género van en aumento elevando el listón, hecho que demuestra que el séptimo arte español puede estar a la altura de los mejores títulos hollywoodenses. No obstante, me temo que “La ignorancia de la sangre” no es, para nada, el caso.
Pese a las buenas cartas con las que parte Pereira, el largometraje parece quedarse a falta de un as en una partida sin sorpresas.
Frases destacadas de “La ignorancia de la sangre”
- Yacub: “ La parte de mi cerebro que no es marroquí les pone nerviosos”
- Yacub: “Nadie quiere que su hijo sea un mártir”
- Marisa: “Para esa gente el ganado tiene más valor que las personas”
- Falcón: “Ayer traicioné todos mis principios, robé pruebas y todo por amor”
- Falcón: “Pase lo que pase no me arrepiento de nada”