Mar. Mar 19th, 2024

El tercer film del realizador guatemalteco Jayro Bustamante es una sugerente mezcla de drama histórico y terror.

El cine, al igual que otras artes como la pintura o la literatura, ha sido empleado desde su concepción para narrarnos infinitud de acontecimientos históricos, encontrando en los pasajes más dramáticos las mejores minas de donde sacar historias crudas e impactantes que sirvan tanto para atraer al público como para servir de herramienta didáctica. Porque, como decía el filósofo español George Santayana, “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Y mientras la mayoría de aproximaciones intentan mantenerse lo más fiel posible a la realidad que narran, otras veces realizadores osados se atreven a cambiarlo o introducir componentes de otro género, ya bien como mero entretenimiento como la reciente “Overlord” (Julius Avery, 2018) donde los nazis generan supersoldados zombis, o como herramienta para acercarnos a esa realidad desde otro punto de vista como el empleo de la fantasía que abunda en el díptico sobre la guerra civil/dictadura española de Guillermo del Toro formado por “El espinazo del diablo” (2001) y “El laberinto del fauno” (2006). La plasticidad de la ficción consigue que podamos disfrutar de universos paralelos pegados a la realidad que conocemos o que hemos estudiado en la escuela, alcanzando su cénit en el empleo de esa imaginación en cambiar el curso de la historia para que sea más gratificante. De ese modo Tarantino le dio el placer a un judío a acribillar a balazos la cara de Hitler en “Malditos Bastardos” (2009) o que los seguidores de Charles Manson murieran de la forma más dolorosa posible antes de acercarse siquiera a la casa de Sharon Tate en “Érase una vez en Hollywood” (2019).

Esta línea de justicia redentora es por la que opta el guatemalteco Jayro Bustamante en “La llorona” su tercer largometraje tras estrenar hace apenas un par de meses la estupenda “Temblores”. En esta ocasión, Bustamante centra su atención en las secuelas del devastador genocidio del pueblo maya que tubo lugar a principio de los años 80 en Guatemala. En 2013, el dictador a la cabeza de tal brutal matanza, Efraín Ríos Montt, fue condenado a 80 años de cárcel por genocidio y delito contra la humanidad. Sentencia que fue anulada 10 días después. Ese dolor y frustración de todo un pueblo es canalizado a través de la figura de La Llorona, una leyenda urbana latinoamericana que afirma la existencia del fantasma de una madre que ahogó a sus hijos en el rio y hoy en día sigue buscando y llorando su perdida. Para la ocasión, el realizador guatemalteco convierte a esta figura cultural en una víctima del genocidio que vio como el ejército de Ríos Montt ahogaba a sus hijos para después asesinarla a ella también y que vuelve para ser verdugo del perpetrador de esta masacre. Un perpetrador que en esta ocasión ficciona su nombre (Enrique Monteverde) quizá por falta de atrevimiento, quizá por imposibilidad.

Justicia poética

El lirismo de “La llorona” vuela entre el drama seco y austero y el J-horror dotándole de entidad propia y desmarcándose como un nuevo género en sí mismo. La dirección de Bustamante es tan meditativa como hiriente. Sabe que entre sus manos tiene una historia potentísima que sabe plasmar en un guion sólido con unos diálogos desgarradores a los que sabe dar espacio con planos eternos y una elección de casting a la altura.

Y si atreverse a introducir a la figura de La Llorona en semejante contexto histórico reciente de su país natal no es suficiente, hace del dictador, centro de atención del filme. El pueblo que ha destruido es la atmósfera que le rodea. Son esos gritos de justicia en la calle, esos golpes en la ambulancia que le impiden llegar del hospital a su casa, ese vandalismo que rompe las ventanas de su casa. Mientras, Monteverde es un viejo inválido, con principio de demencia rodeado de su familia que desconoce todo aquello de lo que acusan al patriarca y que se presentan como víctimas colaterales de todo el revuelo que se está generando en el país. Y si bien semejante osadía podría ser malinterpretada, la solidez del guion de Jayro vuelve a maravillarnos sabiendo como, con tan solo 2 o 3 pinceladas y situándose en las antípodas de la sobrexplicación, posicionarnos en esta historia. El dictador, pese a su aparente fragilidad sigue siendo el monstruo capaz de intentar exterminar a todo un pueblo, el pueblo busca la justicia que merece, y la familia de Monteverde son un grupo de privilegiados que han podido vivir ajenos a la vileza del patriarca y las atrocidades que sufrió su pueblo viviendo en una burbuja de lujos y comodidades. Y en este caldo de cultivo tan bien construido es donde cae La Llorona como agua de mayo. Acostumbrados, en los filmes de terror, a sufrir por la integridad de los protagonistas y temer las presencias fantasmagóricas, en este filme cambiamos de bando. Y aún así, Bustamante logra mantenernos siempre en tensión, en una tensión catártica.

La Llorona” es a su vez un acercamiento a un genocidio tan atroz como desconocido por la mayor parte de la humanidad, como un ejercicio de ficción empleado para conseguir esa venganza que la realidad no pudo darle al pueblo guatemalteco. Jayro Bustamante se demuestra como un realizador con voz propia y solvente que nos regala un filme aparentemente pequeño que encierra una maestría en dirección y puesta en escena que recuerda, por las sensaciones que genera más que por su parecido visual, a “El reverendo” (2017) de Paul Schrader.

Frases destacadas:

  • Sara: ¿Por qué la gente habla mal de mi abuelito?”
  • Natalia: “Yo me acuerdo que cada vez que mi papá se iba al cuartel ustedes discutían. Y tú te quedabas llorando porque él tenía otras mujeres.”
  • Carmen: “A partir de mañana ya no te vas a poner el uniforme, te viene muy ceñido. Ponte tu traje.”

Tráiler de “La llorona”:

Por Pablo Lujan

Doctor en Biología Celular por la Universidad de Heidelberg. Compagino la ciencia con mi otra gran pasión: el Cine.

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