Las aventuras de “La mujer de negro” regresan a la cartelera con esta digna secuela donde el ángel negro continúa haciendo de la suyas.
No hay nada como el terror gótico
La factoría Hammer parece firmemente decidida a revitalizar el subgénero de terror gótico, máxime tras los buenos resultados de “La mujer de negro”, que recaudó 127 millones de dólares en todo el mundo. Susan Hill, la autora del libro, antes del estreno ya tenía una idea preclara de por dónde podrían continuar los derroteros de esta historia de terror. Ella planteó como nuevo escenario el Londres bombardeado de la II Guerra Mundial. La acción tiene lugar 40 años después de la visita del abogado Arthur Kipps a la vieja mansión. Los constantes bombardeos alemanes sobre la capital lleva a la profesora Eve Parkins a evacuar a un grupo de niños y llevarlos a la campiña británica. Ella y la directora Jean Hogg llevarán a la comitiva de ocho niños huerfanos hasta la casi desierta aldea de Crythin Gifford.
Durante el viaje en tren, Eve conocerá al piloto de la RAF, Harry Burnstow, que se dirige al mismo pueblo porque allí hay un campo de aviación de las fuerzas aéreas. El destino final de los niños y las profesoras es la casa Eel Marsh, situada en una isla conectada a tierra firme únicamente por la carretera de las Nueve Vidas, una calzada que desaparece con la subida de las mareas. El edificio es sombra de lo que fue, su estado es totalmente ruinoso, pero les sirve a las profesoras como improvisado internado. El problema real es que no están solas, una presencia malévola les acompaña a todos, pero sólo Fraser e Eve pueden verla o presentir su diabólica existencia.
Un relato en clave femenina
Lejos de huir de la amenaza de la muerte, todos los personajes acabarán topándose con ella de frente. Es un filme donde la carga la llevan los personajes femeninos, hasta tal punto que los masculinos poseen poco peso específico en la trama, y el que lo tiene es el más débil de todos. “El ángel de la muerte”, a diferencia de su predecesora, es un relato que se vertebra sobre la idea de maternidad. Los personajes de Eve Perkins y Jean Hogg juegan los roles de madre y padre de las ocho criaturas. Mientras que Eve es más dulce y sensible, Jean es la autoridad, la que marca las reglas. El instinto maternal está más agudizado en el caso de Eve porque es más joven. Eso, junto con la reciente pérdida de un hijo que estaba gestando, la convierte en la diana de “El ángel de la muerte”. La entrada en escena del joven piloto Harry Burnstow le sirve al guionista Jon Croker para dar una vuelta de tuerca al relato, en un giro argumental interesante.
Estamos ante un filme sugerente, en la misma línea de “El otro” (Robert Mulligan, 1972), “La residencia” (Narciso Ibañez Serrador, 1969) o “Los otros” (Alejandro Amenabar, 2001). Un largometraje donde las situaciones de terror están bien construidas y tratan de alejarse de los efectismos, a diferencia de recientes y olvidables trabajos de la Hammer como “The quiet ones” (John Pogue, 2014). Tom Harper se siente cómodo con esta historia de fantasmas y lucha constantemente por crear el ambiente ideal para llevar a sus personajes al clímax necesario en este tipo de historias. Ni qué decir tiene que es una cuidada producción donde luce cada euro invertido. Posee un reparto muy bien seleccionado, y los efectos especiales están completamente al servicio de la narración. Lo malo es que el final resulta muy comercial a la par que ciertamente previsible.
Frases destacadas de “La mujer de negro: El ángel de la muerte”
- Eve Parkins: “¿Seguro que nadie más vive aquí?”
- Dr. Rhodes: “No debería contarle sus visiones a nadie”
- Harry Burnstow : “Creo que aquí pasó algo horrible”
- Fraser: “Me ha dicho que no lo diga”
- Eve Parkins: “Cerrar los ojos, esto no es real no miréis”
- Niños: “Si muero antes de despertar, pido a Dios que mi alma se pueda llevar”