Marine Francen nos regala una ópera prima galardonada en en el pasado Festival de San Sebastián como mejor película en la categoría de Nuevos Directores
Aunque Marine Francen sea una debutante, cabe destacar que la realizadora cuenta con una gran experiencia a sus espaldas. Y es que la francesa, antes de embarcarse con éxito en su carrera en solitario, había sido ayudante de dirección de grandes cineastas como Michael Haneke u Olivier Assayas. Algo que se aprecia a la hora de abordar el cariz cinematográfico de su película sin dejar de demostrar que su obra goza de una personalidad propia.
Honestidad
La cinta que nos atañe nos sitúa en la Francia rural de 1851. Un batallón militar a órdenes de Napoleón III se lleva a todos los hombres del pueblo, acusados de defender la República en plena guerra civil. En este contexto, las mujeres de esta localidad de poquísimos habitantes y casi incomunicada con el resto de poblaciones del valle, deberán enfrentarse al día a día separadas de sus padres, maridos, hermanos e hijos. Es en este momento donde el tono y sentido del filme podría haber virado de manera comercial hacia la lucha y el espíritu de superación de las mujeres como colectivo. Sin embargo, el filme, lejos de buscar la manipulación emocional del espectador, se recrea en la cotidianidad y los sentimientos de estas mujeres. Si bien pueden mantenerse en el campo con la ausencia del sexo masculino, y ello siempre reflejado con una fotografía exquisita y una dirección seca, directa y veraz, la cinta se vuelca hacia el deseo sexual frustrado de la juventud. Se respira una gran verosimilitud en la forma tan poco tratada en la gran pantalla y en el acercamiento histórico en el cine de época a la necesidad biológica que tienen estas mujeres ya no solo en cuanto al contacto físico con el hombre, sino con el instinto maternal que les empuja a desear descendencia.
El sembrador
Sembradas las bases sobre las que se mueve la psicología del filme, irrumpe la figura que da nombre al filme en su versión original. Le semeur, que vendría a significa el sembrador. Un herrero se adentra en este poblado y es acogido por las mujeres. En especial por Violette, quien le acomoda y tiene un primer contacto con él. La historia de amor se desenvuelve con naturalidad, a partir de breves encuentros donde se observan y conocen. La atracción física nace también de la intelectual. De ahí el título en español de la película. Y dándose el caso de que ambos son conocedores de la obra de Voltaire, Racine, o Victor Hugo, y aprovechando el espacio bucólico y rural donde se encuentran los protagonistas, la cinta podría haberse volcado en el romanticismo literario de la literatura de antaño. No es el caso. Tampoco se mueve por los terrenos de la novela rosa. El romance se cuece a fuego lento, respetando en todo momento la psicología de los personajes, el tono calmado de sus vidas y la honestidad que despiertan sus corazones. La sexualidad, componente esencial de la relación, también se vivirá de forma auténtica, mostrado en pantalla con tacto y serenidad.
El conflicto sobre el que girará el resto de la cinta obedecerá en todo momento a las bases sentadas desde un principio. Y es que esta cinta se caracteriza por la honestidad de su propuesta, la elegancia y madurez con la que se plasma en la pantalla fílmica el sentir emocional y sexual de las mujeres, así como también las del único hombre de la función. Sus comportamientos y decisiones se verán en todo momento sujetas a sus sentimientos, pero también a la dura situación que les ha tocado vivir en el contexto extraordinario de ese momento en concreto.
Frases destacadas:
- «Recuerdo la promesa que hicimos»
- «Cuando regresen los hombres nadie puede saber nada»
- «No les expliques a las demás lo que pasó con los hombres del pueblo»