La poesía visual de Paula Ortiz ofrece una adaptación pasional y sensitiva de «Bodas de sangre»
De tu ventana a la mía
La reconstrucción poética de las obras pictóricas de Vermeer o Fragonard o las citas cinéfilas a “Centauros del desierto” (Ford, USA, 1956) o “Memories Of Murder” (Bong Joon-ho, Corea del Sur, 2003), fueron tan solo la carta de presentación de la prometedora Paula Ortiz, quien en el año 2011 debutó en el largometraje con “De tu ventana a la mía”. Un título que conexiona argumentalmente el mundo de la mujer a través de diferentes periodos del siglo XX pero que a su vez apela al inabarcable legado que le ha dejado la historia del arte, en todas sus expresiones, a la hora de erigir un proyecto propio. Y sin bien su primer trabajo, un deslumbrante ejercicio de sotisficación visual que juega a crear un contraste interesante con la música utilizada, puede ser acusado de resultar descompensado en su relación entre forma y contenido, más por la brillantez de sus imágenes que por carencias en su fondo, con “La novia” se vale del texto de Federico García Lorca para confeccionar su nueva propuesta.
García Lorca
Si el estilo formal de Paula Ortiz ya es poderoso y evocador de por sí, mucho más impactante resulta cuando, no solo ingenia un lenguaje propio, lejos de las citas de su primer proyecto, sino que además se sustenta sobre la obra de García Lorca Bodas de sangre. Es por ello que cada frase que dice cualquiera de los trabajadísimos personajes suena como un latigazo cargado de dolorosa veracidad. Se llega a profundizar el estado naturalizado de la sociedad rural a partir de la imposición del silencio ante el temor, de la resignación del sufrimiento, los inhibidos deseos de venganza y de la búsqueda despiadada de los intereses personales más egoístas. Cada diálogo expresa con palabras los sentimientos escondidos más indómitos, las ansias de sobreponer el deseo por encima del deber, la rebeldía y la aceptación que consolida un agobio y una presión insoportable. Cualquier esperanza de hallar la felicidad se desvanece entre los dedos ensangrentados de una Inma Cuesta inmensa que vive, padece y siente unas pasiones que da rienda suelta a un melodrama terrenal tratado desde el simbolismo.
Paula Ortiz
Si bien toda la carga emocional de la novia, el novio, la madre de éste, el padre de ésta, Leonardo y su mujer, se gesta mediante las durísimas sentencias potentes y cortantes, la directora logra enfocarla desde un prisma cinematográfico, utilizando todos los artificiosos más vistosos en pos de engranar una metáfora constante, hablando con imágenes y sonidos desde el mismo corazón de sus protagonistas. Es su montaje valiéndose de lo angustioso de su malsana, arenosa y calurosa atmósfera (volviendo a repetir localizaciones en las Chimeneas de las Hadas en Capadocia, Turquía), con el que sabe introducir elementos fantasiosos, espectrales, pero a la vez unidos intrínsecamente al alma de la Novia, que contrastan con la tensión ligada a lo terrenal. El resultado de todo ello es un torrente de emociones irradiadas que impactan violentamente en el espectador abrumando ante la inmensidad que alberga la emotividad humana, asombrado por delicadeza entusiasta con la que está premeditada cada toma y experimentando la fusión que se vive al comprender la obra escrita para saber dotarla del acompañamiento visual que potencie su poder. Una orgía sensitiva con alma propia que nos deja sin respiración y eleva el valor del Cine como arte que engloba todas las artes. Y todo ello para entender algo tan sencillo y distante como es la comprensión de algo tan irracional como es el amor.
Frases destacadas:
- Novia: “Tu hijo era un poquito de agua, y el otro… era un río oscuro que me arrastró como un golpe de mar”
- Espectro: “Felicidades niña, por tu boda. Un consejo te traigo”.
- Madre del Novio: “ Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella”.
- Madre del Novio “Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡esa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo”.
- Novia: “Mi madre se consumió aquí. Como nos consumimos todas. El sino…”
- Novio: “Cuando no estoy contigo siento un desasosiego, un nudo en la garganta”.
- Leonardo: “¿Qué he sido yo para ti? Desde mi boda he buscado una culpa de nuestra ruptura. Y siempre hay una nueva que se come a la otra. Pero siempre hay culpa”.
- Mujer de Leonardo: “No sé que pensar. Ni pienso. Pero una cosa sí, soy una mujer despechada. Y tengo un hijo, y otro que vendrá”.
- Padre de la Novia: “Tienes miedo, pero no se lo digas a tu marido, ¿sabes cuánto ha costado la boda?”.