Gerardo Herrero regresa con una historia altamente recomendable de marineros llena de misterio, supersticiones y alguna que otra pincelada de humor
Un aparente suicidio
Una mañana aparece en la costa gallega el cadáver de un marinero que ha sido arrastrado por la marea hasta la orilla. Se trata de un joven pescador llamado Justo Castelo, más conocido como “el rubio”. Para el inspector Leo Caldas se trataría de un rutinario suicidio, de no ser porque presenta las manos atadas con una brida de una manera imposible de hacer uno mismo. Sin testigos ni rastro de le embarcación del fallecido, Caldas deberá esclarecer el crimen en contra de un pueblo que se resiste a desvelar sus sospechas.
Gerardo Herrero es uno de los productores y directores que podríamos catalogar en lo que se ha venido en llamar «el nuevo cine español», con temáticas diversas que van del thriller al género romántico, rehuyendo hablar de determinadas temáticas muy autóctonas. Como productor ha impulsado la realización de largometrajes de gran éxito como “Los crímenes de Oxford”, de Álex de la Iglesia, “El hijo de la novia” de Juan José Campanella o “El secreto de sus ojos”. Su cine siempre se ha caracterizado por tener un marcado aire universal, el crimen de Castelo bien podría haberse rodado en Irlanda, pero el gran Herrero saca lo mejor de la hermosa luz y los incomparables paisajes de Vigo y alrededores. Una vez más regresa al género policiaco, en este caso ha contado con Felipe Vega y Domingo Villar, autor de la novela homónima, para escribir este excelente guion dividido en dos partes claramente diferenciadas: ‘El capitán Sousa’ y ‘La tripulación del Xurelo’.
Dos policías antagónicos
Herrero, una vez más, acierta en el ritmo narrativo, que es ágil y ameno. Villar y Vega por su parte construyen dos personajes muy potentes, verosímiles y sólidos, sobre los que se sustenta la acción. Ese inspector gallego totalmente workaholic encarnado por un magnífico Carmelo Gómez, que nos demuestra una vez más que es todo un animal de la escena, y que puede con todo lo que le echen. En frente, Rafael Estévez, su ayudante aragonés que posee un carácter impulsivo. Este perfil psicológico tan opuesto, hace que les cueste adaptarse entre sí y encontrar una química laboral. Eso generará bastantes encontronazos entre ambos personajes, que a la postre enriquecen el desarrollo de la trama en variedad de matices, otorgándole a la narración ciertas pinceladas humorísticas muy acertadas. Es muy divertido ver como Estévez se sorprende de las costumbres gallegas. Con lo que es imposible que el espectador pierda interés por el desarrollo de los acontecimientos.
Un naufragio que esconde un misterio
Es un filme que el espectador disfrutará porque ambos guionistas saben sacar todo el rédito posible a esta historia de marineros, naufragios y supersticiones. El acierto es que Herrero nos muestra toda la acción a través de los ojos de Caldas. Busca intencionadamente que empatices con él. De esta forma el espectador va descubriendo a la par que el personaje los hechos. Así, poco a poco, nos irá sumergiendo en ese pueblecito costero en busca de un secreto que les costará a ambos policías desentrañarlo. Villar, que fue crítico gastronómico, no deja pasar la ocasión y hace su particular homenaje al mundo de la enología.
Lo mejor es que ni los guionistas, ni su director tratan de engañar en ningún momento al espectador, el asesino siempre está dentro de la trama. Los giros de la historia son totalmente acertados e inesperados. Por eso, hay que estar atento a los detalles y aun así, será difícil que lo encontréis antes que esta pareja de inspectores, sorprendiendo gratamente al espectador.
Frases destacadas de “La playa de los ahogados”
- Leo Caldas: “¿Es verdad que tenéis un libro de los idiotas?”
- Rafa: “Esto es lo de siempre, aquí la gente abre la boca para no decir nada”
- Rafa: “Los demás no tenemos culpa que usted no tenga más vida que el trabajo”
- Padre de Caldas: “Oye Leo, ¿cómo se llamaba aquel novio de Laura, que era tonto del culo?”
- Leo Caldas: “Hasta que suba la marea”