Juan Taratuto cambia radicalmente de registo con «La reconstrucción», un drama minimalista y sutil protagonizado por un inmenso Diego Peretti.
Eduardo (Diego Peretti) es un solitario, irascible y poco comunicativo trabajador de una empresa petrolífera. No parece sentir emoción alguna. Pero su rutina cambia cuando recibe una llamada de un antiguo amigo, Mario (Alfredo Casero), quien le invita a pasar unos días en su casa de Ushuaia. El reencuentro con Mario y su familia consigue despertar en Eduardo emociones ocultas tras su coraza. Por fin decidirá luchar contra la vida solitaria que ha llevado en los últimos años, cicatrizando heridas del pasado y replanteándose su presente y su futuro.
El valor de las imágenes
Juan Taratuto consiguió reventar la taquilla argentina con la comedia “No sos vos, soy yo”. Tras su gran y primer éxito, el director y guionista no dudó en seguir trabajando en el género que le dio a conocer y donde parecía sentirse más cómodo. Producciones como “Un novio para mi mujer”, “Quién dice que es fácil” o la famosa serie “Ciega a citas” son un ejemplo de ello. Pero en el 2013 Taratuto quiso dar un giro a su carrera con la película que aquí nos ocupa: “La reconstrucción”; un drama intimista y sutil que demuestra la versatilidad del director argentino, sacando a relucir una gran capacidad para la contención y un exquisito dominio del tempo narrativo. “La reconstrucción” puede que sea una historia previsible sobre una redención, pero no así la manera en la que está contada.
Un genio como José Luis Borau dijo en su momento: “Si leyendo solo los diálogos de un guión entiendes toda la historia…es que es un mal guión”. Si aplicamos esas palabras a “La reconstrucción”, Borau estaría de enhorabuena. Aquí abundan los silencios, las miradas, lo que no se dice o lo que se oculta tras unas hábiles elipsis. Cualquier gesto de sus personajes, por mínimo que sea, contiene un significado que pocas veces estás subrayado con la palabra hablada. Contar con imágenes en lugar de usar el diálogo. Mostrar en vez de demostrar; una máxima cada vez más olvidada en un arte, el cine, cuya particularidad siempre fue el inmenso poder de una imagen en movimiento para transmitir emociones.
La contención como principal virtud
Eduardo es una persona antipática, irritable y asocial. No contesta cuando sus compañeros de trabajo le preguntan. No se interesa por nada ni por nadie. Vive solo en una casa sucia y decrépita. Su interés por la vida parece haberse disipado. Las primeras comparsas de “La reconstrucción” se esmeran, quizá con demasiado ahínco e insistencia, en hacernos sentir antipatía hacia Eduardo. ¿Por qué se comporta como un auténtico capullo? ¿Por qué come como un salvaje? ¿Y por qué no contesta cuando le hablan? Taratuto opta por estirar el “misterio” que arrastra Eduardo hasta bien entrado el metraje. Una apuesta arriesgada pero realizada con buen criterio. Un ejercicio de moderación, rehusando explicaciones de más; que no sólo es aplicable al pasado de Eduardo, sino al arco narrativo de toda la película. En ella tienen lugar todo tipo de sucesos dramáticos propensos a la lágrima fácil, pero el director jamás cae en esa tentación, caminando por la sutileza y la concisión cuando otros hubieran transitado por lo evidente.
Es cierto que la resolución de los conflictos y la consiguiente evolución del personaje de Eduardo son previsibles. Y el personaje femenino, Andrea (Claudia Fontán), resulta irritante por lo inútil que es: no sabe sacar dinero de un cajero ni tampoco atender a los clientes de una tienda (y su peculiar y discutible selfie dejará a más de un descolocado). Y su ritmo pausado donde aparentemente no pasa nada es ya gusto de muy pocos. Pero es ese ritmo y su contención son las principales virtudes de “La reconstrucción”, donde un simple abrazo se convierte en un clímax para el recuerdo.
Frases destacadas de “La reconstrucción”
- Mario: “Es mi amigo. Es así. Les pido una semana que esto pase y ya está. ¿Ok?”
- Andrea: «Yo creo que en unos días va a estar todo más…encaminado. Menuda en la que te metiste. Gracias. Mario tenía razón de vos.”
- Mario: “Eduardo. No es una boludez lo que me pasa. Hace tiempo que vengo teniendo problemas, pero ya me dijo el médico que no puedo más. Lo tengo que hacer. Pero no tengo a quién pedirle”.
- Eduardo: “Tampoco fui a su entierro. No pude. Yo creo que ella se alejó de mi en la última parte de su vida porque me vio asustado. Creo que no lo soportaba. Desde entonces, yo…vivo con vergüenza. Con vergüenza. Andrea, Mario se fue. Son cosas que pasan. Simplemente pasan.”