El francés Guillaume Nicloux adapta la famosa novela de Denis Diderot que ya fue trasladada a la gran pantalla durante la Nouvelle Vague de la mano de Rivette.
Retomar «la Religiosa» después de Rivette
A finales del siglo XVIII, Denis Diderot escribió «La Religieuse», un roman-memoires (una novela escrita en forma de memorias) sobre una joven forzada por su familia a tomar los hábitos. Desesperada, la monja intenta por todos los medios, escapar del convento en el que está encerrada. La adaptación cinematográfica más recordada de la novela de Diderot es la que Jacques Rivette nos ofreció en 1966. En el crepúsculo de la Nouvelle Vague, el director de «Paris nos pertenece» (Jacques Rivette, 1960), firmó su cinta más polémica. Protagonizada por Anna Karina, el periplo de Suzanne de Simonin fue expuesto de forma directa, cruda y muy fiel a la novela. Un año antes, Godard había elaborado un montaje teatral junto a su esposa y aunque el filme recayó en manos de Rivette, su financiación y realización no fueron nada fáciles. La censura hizo aplazar el proyecto varios años, y la cinta se labró la fama de «escandalosa». Después de la película de Rivette, no hubo más adaptaciones del popular roman-memoires. Hasta el 2013.
Guillaume Nicloux recoge el texto del «olvido» y da una nueva oportunidad a la historia de «La religiosa«. Propone una nueva cara para Suzanne de Simonin: la entonces desconocida Pauline Étienne y explora el libro a conciencia con el fin de encontrar subtextos y personajes secundarios y enardecer el mensaje de rebelión que se esconde en su haber. Para Nicloux, «la Religiosa» no es una novela eclesiástica. Es una obra sobre la revolución, sobre cuestionar lo establecido y sobre la valentía que reside en muchas mujeres obligadas, por la sociedad, a adoptar un rol concreto.
«La religiosa» sigue fielmente al libro y nos explica el periplo de la hermana Suzanne con pelos y señales. Un viaje hacia la libertad arduo y duro que convierte a la chica en una mártir. El escritor no escatimó en añadir dosis de tortura psicológica y física en su libro haciendo que algunos segmentos de la obra se convirtieran en un trance desagradable de recorrer. Suzanne es forzada por su familia a entrar en un convento. Su primigenia inocencia se verá corrompida por dos madres superioras, que, aun y ser antagónicas, són igual de manipuladoras. La madre Christine se cebará en el sufrimiento de Suzanne y la torturará sin cesar porque la actitud de la muchacha no es de su agrado. La madre Saint-Eutrope, se encariñará en exceso con la chica y empezará a acosarla por los pasillos. Así pues, Suzanne deberá sufrir todo tipo de torturas físicas y psicológicas para llegar a su libertad.
No creemos que Nicloux quisiera mostrar el convento y todo lo que contiene como una auténtica casa de locas, pero lo cierto es, que tras ver el filme, uno se imagina esos lugares como una especie de primos-hermanos de los manicomios.
Pauline Étienne: sufridora (y luchadora) nata
Si hay algo que brilla por encima de todo lo demás en «La Religiosa» es Pauline Étienne, a quien habíamos visto en «Edén» (Mia Hansen-love, 2015). Si ya nos convenció haciendo el papelito de la primera novia del DJ provinente del French Touch, aquí nos demuestra que la chica vale su peso en oro. Por este paper fue nominada al César Revelación el año que ganó Adèle Exarchopoulos por su papelazo en «La vida de Adèle» ( Abdellatif Kechiche, 2013). En «La Religiosa«, Étienne nos ofrece un recital interpretativo. En el trascurso de la cinta, Suzanne de Simonin pasa de ser una joven adinerada, naïve y delicada, a una mujer con agallas que no se deja doblegar por nadie. Su inocencia primegia se pierde dando paso a una rabia interior que surge de forma agresiva y descontrolada en el primer convento, pero que, ya en el segundo, aprende a esconder tras un muro de silencio.
Acompaña a Étienne, Isabelle Huppert, dándo vida a la madre superiora enamorada de Suzanne. Huppert consigue que sintamos pena y lástima por su personaje y no cuestionemos su ética y moral. Un reto difícil de superar, puestos a que Nicloux parece obcecado en que el espectador se sienta muy unido a Suzanne y sienta su dolor como algo propio.
Diderot sin edulcorantes
«La religiosa» de Guillaume Nicloux es una cinta lenta, sobria, sin aditivos ni edulcorantes. Seca, dura como una piedra, directa. De buenas a primeras no parece el plato más exquisito de la cartelera. Sin embargo, el realizador consigue que no podamos despegar los ojos de la pantalla en las dos horas que dura la película. Nos sentimos tan connectados a Suzanne que no podemos alejarnos de ella. Cada nueva atrocidad a la que es sometida nos arrastra a querer ver cual será el siguiente paso de ella y sabemos, desde el instante que pone el pie en el primer convento, que no nos «iremos» de allí hasta que la chica no esté a salvo. Y esa salvación, esa seguridad liberadora tardará dos horas, muchas lágrimas, cánticos, misas y plegarias en llegar.
El filme de Nicloux es una revisitación de la novela de Diderot, su particular homenaje a un texto que aún despierta interés y asombro en aquellos que no lo conocían a priori. Sin embargo, el recuerdo de Rivette y Karina es demasiado fuerte y nostálgico como para ser eclipsado por la cinta del director de «El secuestro de Michel Houlebecq» (Guillaume Nicloux,2014). Ya veremos si, en 50 años, otro director se atreve a retomar el roman-memoires y concederle una cara más a Suzanne de Simonin.
Frases destacadas de «La religiosa»
- Obispo: «Marie Suzanne Simonin, ¿Prometes decir la verdad?»
- Suzanne: «Lo prometo.»
- Obispo: «¿Estás aquí por tu propia voluntad y libre albedrío?»
- Suzanne: (silencio)
- Obispo: «Marie Suzanne Simonin, ¿Le prometes a Dios castidad, pobreza y obediencia?»
- Suzanne: «No, Padre.»
- Obispo: «Reflexiónalo bien, muchacha.»
- Suzanne: «He dicho que no, padre. No puedo. Le prometí la verdad a Dios. Él nunca me perdonaría.»
- Madre superiora: «¿Por qué tanta tristeza?»
- Suzanne: «Porque no tengo vocación. No tengo devoción por la vida religiosa.»
- Madre superiora Christine: «Así pues, ¿quiere dejarnos, Suzanne?»
- Suzanne: «¡Quiero salir de aquí!»