Lo mejor de la película es la joven actriz Greta Gerwig, que reta a Al Pacino a salir de una vez por todas de su propia sombra.
La penúltima novela de Philip Roth, ‘La humillación’, toma forma de cine de la mano del director Barry Levinson. Philip Roth es probablemente, con permiso de Thomas Pynchon, el autor norteamericano más respetado de su generación, la que rompió con la literatura de posguerra y la que publicó sus obras más geniales en las décadas de los años 60 y 70. Hace tres años Philip Roth anunció su retirada con la última de sus novelas: ‘Némesis’ (2011). En un repaso rápido a la trayectoria del escritor, “La humillación” cuenta como uno de sus trabajos más pobres y menos interesantes. Y su adaptación al cine no mueve esa condición de narración algo trillada sobre un veterano actor, exitoso en el pasado, que pierde sus facultades. Argumentalmente recuerda a “Birdman”. La última ganadora del Oscar y “La sombra del actor” tienen varios puntos en común, y uno de los más interesantes, quizá un poco también por morbo, está en ver cómo se las apañan Michael Keaton y Al Pacino desempeñando dos roles que parecen inspirados en la trayectoria profesional de cada uno.
Simon Axler (Al Pacino) es un actor sexagenario que se enfrenta al reto de dar vida sobre el escenario a dos personajes shakesperianos: al Prospero de ‘La tempestad’ y a Macbeth. Pero inexplicablemente Simon pierde su talento y su capacidad para recordar palabras y cae en una severa depresión que le lleva incluso a pensar en el suicidio. Algunas cosas cambian cuando la hija de una vieja amiga, Pegeen (Greta Gerwig), llama a la puerta de su casa. Simon comienza a fantasear con la joven, lo cual parece devolverle las ganas de vivir. El hecho de que ella sea la ahijada de Simon (su ‘god-daughter’, para seguir con las referencias al pasado de Pacino) no facilita la relación. Pacino sigue buscando grandes papeles, aunque cada vez le resulta más complicado distanciarse de aquello en lo que se ha convertido: una sombra de sí mismo, valga el lugar común y también el juego de palabras con el título de esta obra.
Mejor como comedia
“La sombra del actor” luce mejor en sus momentos de comedia. El director Barry Levinson, famoso por su trabajo al frente de “Rain Man” (1988), desvía el juego en algunas ocasiones hacia las comedias mágicas de Woody Allen y es ahí cuando la película despunta. Es especialmente divertida la escena en la que coinciden Pacino, Gerwig y los padres de la chica: interpretados por Dan Hedaya y Dianne Wiest. Desgraciadamente, perdida ya la fe en que el texto o las decisiones del director levanten el espectáculo, solo queda probar la inspiración de los actores, y en ese punto, Greta Gerwig es, de lejos, quien rescata este largometraje. Hay una gran diferencia cuando ella está en pantalla: la película se vuelve más feroz y menos previsible.
Frases destacadas de “La sombra del actor”:
- Simon: “¿Por qué no me consigues un trato para escribir mis memorias?”
- Pegeen: “¿Tiene algún tipo de analgésico? Ya sabe, como el que le daría a un perro, pero diez veces más fuerte.”
- Simon: “Ella es lesbiana, pero una lesbiana seductora.”
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