Mar. Mar 19th, 2024

Emmanuel Mouret firma una de las películas más suculentas del año, un drama romántico cruzado de espíritu clásico y delicada elegancia.

 Melancolía de salón

Si algo puede dar por sentado a estas alturas el espectador de cine habitual es que siempre podrá disfrutar de una amplia ración de audiovisual galo en sus mejores salas. Nos llega en todas sus vertientes, desde sus comedias a sus dramas, sus propuestas históricas y su siempre numerosa presencia en el circuito de Festivales. Debido a un 2020 de barbecho, al igual que se avecina un abordaje de títulos comerciales se va a producir una avalancha de estrenos sugerentes en el mundo del cine de autor. El filme que nos ocupa viene acompañado de la etiqueta de Cannes 2020, que valida a aquellas películas que habrían competido en esa edición del certamen galo de haberse celebrado. En España se pudo disfrutar recientemente en los Festivales de Gijón y del D’A de Barcelona, recibiendo en ambos mucho aplauso crítico. Es también para un servidor un placer analizar «Las cosas que decimos, las cosas que hacemos», el nuevo trabajo de Emmanuel Mouret. Un filme al que acudí sin muchas referencias y me produjo honda fascinación durante el visionado. Un pasional drama coral de romances y secretos de formas y esencia refrescantemente clásicas y ejecución muy refinada, un puzle melancólico de camisa y corbata.

Narradores fragmentarios

Tenemos entre mano una narración integrada por un reducido grupo de personajes relacionados entre sí de maneras muy diversas que se irán desvelando progresivamente durante la proyección. Un laberinto de personas jóvenes y atractivas que no pueden evitar caer presa del desdichado hechizo del amor. Y mayormente, del amor no correspondido, o correspondido a destiempo. Un filme que triunfa en muchos flancos, pero en todos ellos sin hacer aspavientos. Empezando desde la puesta en escena, despreocupada de exhibicionismos pero construida con mucha intención y criterio. Realización transparente de encuadres sencillos pero elegantes y sostenidos siempre el tiempo adecuado para su eficacia dramática, en la que la cámara opta a menudo por el pausado movimiento para seguir a los personajes y recoger su cercanía y posicionamiento de uno con respecto a otros, resaltando siempre el elemento relacional, especialmente vital en esta película. Un reparto atinado, que pone especial entrega en la química y dinámicas entre ellos. Pero lo más llamativo del filme es su rasgo más literario: el uso de narradores, y en concreto de narradores múltiples. El filme discurre entre voces en off de los diferentes personajes principales, cuyas percepciones subjetivas y parciales de los sucesos nos permiten vislumbrar una perspectiva total de los sentimientos de cada uno de ellos, saltar temporalmente para descubrir sorpresas o revelar falsas impresiones y ser constantemente sorprendidos por los azarosos enredos, confusiones y desamores en los que se ven todos envueltos. Un drama romántico de identidad sobria pero juguetón y fresco en su presentación.

Lirismo musical

Nos encontramos ante un filme que acepta de pleno todas las etiquetas de cine francés de autor, tan sentimental como literario e intelectualizado que atacará directamente a los prejuicios de muchos espectadores. Una sensiblería abrazada sin complejos, en un conjunto tan preciosista que hace las veces de alegato de la escritura fascinantemente atemporal. Un filme clásico en su tono y atmósfera, deudor de un cine ya muy poco habitual. Un cine pequeño pero de marcado lirismo, tan afectado como esperanzador desde la amargura. Y ese lirismo se consigue también gracias a su constante uso de bellas melodías reconocibles de música clásica. Chopin, Schubert o Debussy se dan cita para realzar el romanticismo desgarrado y pulsional del largometraje, de una manera enfática que deleita a la par que sorprende, con una predominancia que podríamos catalogar de intrusiva. No en vano es esta libertad una de las grandes virtudes de esta notable película, que se entrega sin prejuicios a una narración apasionada y delicada llena de matices de sofisticación y medición precisa.

Un filme sencillo y también cerebral, eminentemente francés y quizás incluso trasnochado, pero un absoluto deleite cinematográfico, de emotividad y tempo embriagadores.

Frases destacadas:

“Estabas claramente enamorado de ella. Si no, no lo habrías sentido tan cruel.”

Tráiler de «Las cosas que decimos, las cosas que hacemos»:

Un comentario en ««Las cosas que decimos, las cosas que hacemos» Oradores enamorados»
  1. Néstor se acerca con fruicción al vilmente vilipendiado cine galo y con galones de mariscal de campo nos deja una crítica excelsa de esta historia de adulterio postmoderno.

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