Inspirado estudio de las desaveniencias de una juventud cercana a las 40 que no encuentra su lugar
En 2015, cuatro estudiantes de audiovisuales abrieron la veda de una nueva tendencia en el cine barcelonés actual. Hablamos de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen. Estas jóvenes mujeres dirigieron a ocho manos «Las amigas de Àgata», cinta que abordaba la difícil separación de las amistades adolescentes de instituto poniendo ya el punto de mira en una vida universitaria que está al llegar. Y como consecuencia de ésta, a modo de secuela espiritual, nació «Júlia Ist» (2017), escrita, protagonizada y dirigida por Elena Martín, una de las actrices del filme anterior, ahondando en las experiencias vividas en un erasmus en Berlín. Por su lado, Sara Gutiérrez Galve ha estrenado este mismo año «Yo la busco», búsqueda incansable del ser hundido en una adolescencia tardía y perdida cerca de la treintena. Con «Las distancias», Elena Trapé también teje una red Barcelona-Berlín, lo hace para dejarnos claro que las dudas y el desconcierto, así como la nula inteligencia emocional, no es algo atribuido unánimamente a edades precoces, sino que esta ausencia de certezas y perspectiva se puede prolongar a través del los años, o incluso ir a peor. Con 35 años, los personajes de su filme lidian contra una lucha interna y coral en el que su directora parece querer decirnos que al llegar a la edad adulta no nos distanciamos en tanto de las preadolescentes que protagonizaron su primer largometraje de ficción «Blog» (2010).
Perdidos en Berlín
«Las distancias» del título de la película nos invita a pensar en la lejanía geográfica entre Berlín y Barcelona. Nada más lejos de la realidad, una vez nos sumergimos en los primeros compases de la cinta, Trapé logra hacernos comprender que se trata de unas distancias emocionales. Un grupo de amigos separados por algo más que los casi 2000km que separan la capital alemana de la ciudad condal. Porque el guion de la cinta logra adentrarnos de lleno en el malestar y la violencia que se respira dentro de la pandilla, que detestan estar juntos. Una visita sorpresa al domicilio de Álex por su cumpleaños servirá como excusa para presentarnos las miserias morales que arrastran todos y cada uno de los protagonistas de la función. La incomodidad en sus relaciones irá incrementando a medida que se desarrolla una trama concentrada en no más de 36 horas. Tiempo más que suficiente para que la película reflexione sobre las consecuencias de la crisis económica, una de ellas, queremos entender, podría ser el hecho de que Álex trabaje en Alemania. También la situación de desempleo de Anna y el regreso a casa de sus padres de Eloy. Pero sobre todo Trapé apela a la crisis de valores. La incomunicación por bandera que propaga el protagonista con su inesperada ausencia y su incapacidad por comunicar ningún hecho relevante de su vida a sus amigos barceloneses. También la violencia verbal de unas relaciones amorosas tóxicas. Los deseos egoístas que recorren las venas de un seguido de desdichados personajes que no soportan la compañía del otro.
«Las distancias» se configura en última instancia en un drama que desde la incomodidad denuncia el absurdo de las relaciones muertas, el artificio de alargar unas emociones que dejaron de existir y la imposibilidad de encontrar el equilibrio individual en un ambiente opresivo. Nos habla de las dificultades que plantea el estar totalmente perdido dentro de una edad adulta y el impacto negativo que suponen las esperanzas depositadas en los demás cuando resulta imposible creer en uno mismo.
Frases destacas de «Las distancias»:
- «No sabes lo gilipollas que me siento ahora mismo sentada en tu cocina»
- «Eloy tiene razón, eres un cutre»