Mar. Mar 19th, 2024
Fotograma de la película Las estrellas de cine no mueren en Liverpool

Exquisita interpretación de Annette Bening en el papel de la gran estrella de cine Gloria Grahame en sus últimos años de vida.

“¿No tiene ojos, no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No se alimenta de lo mismo? ¿No lo hieren iguales armas?¿ Acaso no sufre de iguales males? ¿No se cura con iguales medios? ¿No tiene calor y frío en verano e invierno como los cristianos? Si nos pinchan ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas ¿no reímos? Si nos envenenan ¿no morimos? Y si nos ofenden ¿no nos vengaremos?” Este fragmento del monólogo de Shylock en “El mercader de Venecia” de Shakespeare que le sirve para ejemplificar la intolerancia que sufre en sus carnes, también nos vale como tesis de “Las estrellas de cine no mueren en Liverpool”, la última película del irregular realizador británico Paul McGuinan, artífice de cintas tan variopintas como “El caso Slevin” (2006), Push” (2009) o “Victor Frankestein” (2015). Este grito a la igualdad entre católicos y judíos es el mismo que nos muestra el inglés en la desmitificación de las estrellas de cine clásico ejemplificada en la figura de Gloria Grahame, una gran estrella injustamente olvidada, representada para la ocasión por una magistral Annette Bening en una de las mejores interpretaciones de su carrera y que la consolida como una de las mejores actrices en activo.

De la peculiar vida de la actriz, McGuinan rescata sus últimos años de vida, donde Grahame ya no es la actriz de moda que llegó a ser 20 años atrás y se gana la vida actuando en teatro. Durante una estancia en Liverpool, donde su compañía teatral había llevado su última obra, conoce al joven aspirante a actor Peter Turner (Jamie Bell). La curiosidad de Peter por conocer a una estrella de cine se encuentra con el deseo de juventud por parte de la actriz, y acaba eclosionando en un ferviente enamoramiento. Una historia de amor imposible que acaba por romperse. Pocos años después, Grahame vuelve a Inglaterra por trabajo y, antes de una actuación sufre un colapso y decide llamar a Peter para que le cuide mientras está enferma. Juntos recordaran esos maravillosos meses que pasaron y no volverán.

Fotograma de la película Las estrellas de cine no mueren en Liverpool

Gloria Grahame

Para bien o para mal, “Las estrellas de cine no mueren en Liverpool” no genera ningún interés cinematográfico más allá de dar a conocer a la figura de Grahame para aquellos que no la conocían y humanizarla para los que la mitificábamos. Por ello, antes de pasar a analizarla y por poner un poco en contexto, me gustaría hacer un breve homenaje a una de las estrellas más importantes de la Edad de Oro del cine hollywoodiense.

Siguiendo la estela de su madre, la joven Gloria Grahame empezó su carrera como actriz sobre las tablas de un teatro. Con 20 años ya había llegado a Broadway, y fue allí donde el magnate de la Metro Goldwin Meyer, Louis B. Meyer, se fijó en ella y la contrató. Un año después debutaba en el celuloide con “Blonde Fever” (Richard Whorf, 1944) y dos años mas tarde llegaría a cobrar cierta fama con un pequeño papel en “Qué bello es vivir!” (Frank Capra, 1946). Sin embargo, no sería hasta “En un lugar solitario” (1950), dirigida por su entonces marido Nicholas Ray, cuando alcanzó el status de estrella interpretando al interés amoroso de Humphrey Bogart. Desde entonces, Grahame trabajó con directores de la talla de Cecil B. DeMille, Fritz Lang, Vincente Minnelli, Elia Kazan, Josef von Sternberg, Fred Zinnemann, Stanley Kramer, Robert Wise e incluso trabajó en España bajo las órdenes de José María Forqué en “Tarots” (1973). Para la posteridad quedan ya papeles como el de mujer florero con carácter que ponía de los nervios a Dick Powell, su marido en la ficción, en la imprescindible “Cautivos del mal” (Vincente Minnelli, 1952) y que le valió un Oscar a Mejor Actriz de Reparto, o la que para mi es su mejor interpretación, la Debbie de “Los sobornados” (Fritz Lang, 1953). La rabia y sed de venganza que desprende Grahame cuando su marido, interpretado por Lee Marvin, le desfigura la cara con café hirviendo es inolvidable.

Como es habitual entre las estrellas de Hollywood, Grahame pasó varias veces por el altar. Tras Ray, la actriz se casó con 3 hombres más, siendo el último el hijo de su primer marido. Hecho que no favorecería su imagen pública y que marcaría el fin de su personal edad dorada en la meca del cine. Más tarde llegaría a su vida el joven Peter Turner, quién relataría sus encuentros en una novela que Matt Greenhalgh, guionista de películas como “Control” (2007) de Anton Corbijn, ha adaptado en el filme que nos atañe y, por lo tanto, acota el periodo que se relata simplemente a la relación con el aspirante a actor. Este breve viaje por la muy interesante vida de Grahame se da por supuesto en “Las estrellas de cine no mueren en Liverpool”, donde solo vemos las cenizas de la estrella que un día fue. Saber estos datos es ciertamente irrelevante para poder disfrutar de esta cinta, ya que es una mera premisa para hablar de ideas mas universales como es enfrentarse a la vejez, el amor, el sacrificio o la asunción de la perdida del estrellato. Sin embargo, conocer el pasado de Grahame enriquecen su visionado. Frente a esta descripción, es inevitable que nos venga “El crepúsculo de los dioses” (Billy Wilder, 1950), pero compararlas sería un error. Si la temática es semejante aunque tratada de forma diferente debido principalmente al gran salto generacional, formalmente son totalmente diferentes. “Las estrellas de cine no mueren en Liverpool” es mucho mas contenida y realista. Mientras que Wilder trataba a Norma Desmond nos punzante cinismo, McGuinan mima a Gloria Grahame con admiración, siempre desde un escalón por debajo de la actriz.

Fotograma de la película Las estrellas de cine no mueren en Liverpool

Annette Bening

Si algo tienen en común la cinta de McGuinan con la obra maestra de Wilder es la magistral actuación de sus protagonistas femeninas. Pero el histrionismo elegante y exquisito de Gloria Swanson da paso a una Bening contenida que se mimetiza a la perfección con Grahame. Su andar, su mirada, sus movimientos, su respiración, su acento (imprescindible disfrutarla en versión original) y sus pausas demuestran que la Gloria que Bening interpreta fue una gran estrella en su día. Una actitud y concepto tan abstracto e inimaginable que no hace más que asombrar como la actriz es capaz de lograrlo. ¿Cómo se imita ese aura? Hemos visto muchos intentos a lo largo de la historia del cine (Michelle Williams como Marilyn Monroe en Mi semana con Marilyn” (Simon Curtis, 2011) o Cate Blanchett como Katherine Hepburn y Kate Beckinsale como Ava Gardner en “El aviador” (Martin Scorsese, 2004)), pero nunca como en esta película y menos como resquicios de una vida pasada. Y sobre estos cimientos, Bening construye un personaje con multitud de aristas desde la sutileza y el minimalismo más absoluto. Simplemente impresionante.

Tanto es el mimo con el que el realizador trata a la protagonista y tan excelente el trabajo de Bening dibujando un personaje tan profundo y complejo, que deja en evidencia todo lo que le rodea. Ni la magnifica interpretación de Jamie Bell es capaz de estar a la altura por culpa de un guión que solo baila para su estrella. Todo es demasiado plano a su alrededor. El guión es flojo y desestructurado. McGuinan cede el punto de vista de Peter, quien la tenia durante toda la cinta, a Gloria en los últimos 15 minutos con el fin de buscar un golpe de efecto final innecesario. Las elipsis se ven forzadas y los continuos cambios del presente al pasado descompensados y encadenados con planos secuencia muy vistosos pero narrativamente vergonzosos. La fotografía es de telefilm y, al querer buscar otra paleta de colores para los escasos momentos que se desarrollan en Estados Unidos, resulta apostado y chabacano. California parece quemada y Nueva York un decorado de cartón piedra barato. A pesar de todo ello, la construcción del personaje Gloria es tan sólida, que la cinta no se desmorona y su visionado es aconsejable.

Frases destacadas:

  • Gloria: “Querido, aquí todos quieren follar conmigo.”
  • Madre de Gloria: “Por favor, no te cases con Gloria por mucho que te lo suplique.”
  • Gloria: Yo soy buena madre Peter, ¿vale? Pregúntale a cualquiera de mis hijos y te lo dirán. Te lo prometo.”
  • Gloria: “Tú eres todo lo que necesito.”
  • Peter: “No me extraña que todo el mundo te deje.”

Tráiler de “Las estrellas de cine no mueren en Liverpool”:

 

 

Por Pablo Lujan

Doctor en Biología Celular por la Universidad de Heidelberg. Compagino la ciencia con mi otra gran pasión: el Cine.

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