Reflejo duro y seco de un hecho real sucedido en un convento polaco tras el fin de la IIGM
Basar un filme en un suceso real siempre puede traer ciertas complicaciones. Y más en según que hechos. Aunque más que fijarse en los acontecimientos quizás sea más justo juzgar la mirada del cineasta que lo lleva a a gran pantalla. En un caso como el que narra “Las inocentes” era fácil tropezar. Un convento polaco en diciembre de 1945 cuenta con numerosas novicias embarazadas tras las violaciones masivas que los soldados rusos cometieron de manera generalizada tras la toma de Berlín. Su única ayuda será la de una doctora de la Cruz Roja francesa que las atiende en secreto tanto para evitar el escándolo que supone desde el punto de vista de las monjas como por el colaboracionismo que entenderían los franceses al encargarse de pacientes de un país que ahora forma parte del bloque soviético. Ante un panorama así, hubiese sido muy fácil caer en los recursos más trampososos. El melodrama, el maniqueísmo, el uso manipulador de la música y la incesante necesidad de sobrecargar emocionalmente de la manera más artificiosa al espectador hubiesen sido las mejores herramientas para más de un director. No es así el caso de Anne Fontaine, quien con esta película logró el FIPRESCI en el pasado Festival de Valladolid.
Realidad
“Las inocentes”, consciente de abordar una historial real, se sumerge en su esencia fílmica dentro de esta búsqueda de la veracidad. Es por ello que dibuja una fotografía y una seriedad en sus personajes de lo más dura. Se aprecia en su textura el desanimo y la infelicidad que provocan las secuelas de una gran tragedia a nivel tanto general como individual. No hay concesiones a la hora de retratar como la vida continua para las víctimas de esta guerra, atormentadas también en la paz. Visualizamos el aire nihilista que abraza a una mujer francesa cuyas ideas comunistas sobre el bien que está por llegar al ser humano no acaban de convencerle. Es por ello que se ve arrastrada a maquillar con el sexo sin compromiso y la vida nocturna una realidad de lo más gris. Una existencia que tan solo es capaz de llenar con su profesión y actuando, a costa de arriesgar su propia integridad, en favor de los demás. Y es en ese momento dado en el que el filme se rebela como una lucha constante del oprimido contra el opresor. Y no solo en el campo ideológico y bélico sino también de género. Serán las mujeres, con la ayuda de un judío (otro colectivo que encarna la persecución) quienes deberán enfrentarse a los tormentos sufridos. Las religiosas deberán luchar contra un régimen externo que cuestiona su existencia y una disciplina interna que atenta contra su propia salud física y mental. Del mismo modo, todos los personajes que aparecen en la película serán conscientes de vivir en un momento de la Historia que les permite, a nivel individual, decidir cual será el camino que les llenará en un futuro.
La luz
Cabe destacar además que “Las inocentes”, no solo goza de una dirección seca y directa que casa a la perfección con la frialdad con la que se desea abrazar su temática, sino que ésta, sin desentonar con aires de grandeza técnica que resulten petulantes, irradia su paleta cromática de un trato de la luz veermeriano que embellece todas y cada una de las imágenes mostradas. También ayuda un uso discreto de la música, dejando reposar el impacto visual de lo mostrado. Un recurso que tan solo se permite romper un epílogo más esperanzador que cuenta con el acompañamiento musical de la pieza On the nature daylight, un tema musical del compositor Max Ritcher de 2004 popularizado hasta el extremo en la reciente “La llegada” de Dennis Villeneuve.
Frases destacadas:
- “Estuvieron durante tres días enteros”
- “Esos niños han sido acogidos por familias gracias a la providencia de Dios”
- “Yo quise evitar la deshonra a este convento”
- “Aunque cueste de entender fuera de este convento, ellas se deben al voto de castidad. No muestran su cuerpo. Mucho menos se dejan tocar”
Tráiler de “Las inocentes”: