Tras cerrar la última edición del Zinemaldia llega hoy a las pantallas la nueva y esperada película de Daniel Monzón, adaptación de la novela de Javier Cercas.
Genuina estilización del cine quinqui
El cine quinqui lleva unos años reivindicándose como nuestro cine de frontera, como algo que nos es propio y que dio una serie de películas a medio camino entre el cine documental y el reflejo sociológico. Daniel Monzón (“Celda 211”, “El Niño”) y Jorge Guerricaechevarría (“Celda 211”, “El Niño”, «El Día de la Bestia”, “Cien Años de Perdón”) en esta adaptación de la novela de Javier Cercas titulada del mismo modo, “Las Leyes de la Frontera”, despojan al cine quinqui de todo su contexto sociocultural para convertir el largometraje en una obra de género donde todo es arquetípico y donde todo funciona como un tiro.
En ese sentido “Las Leyes de la Frontera” coge lo que, en las películas de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma, era denuncia o la muestra de unas realidades que brotaban desde los suburbios y se deslizaban hacia las ciudades y que acabó creando personajes y drogas que se acabaron mitificando y que en muchos casos acabaron muriendo víctimas de su propio éxito y de su propia condición (muy recomendable es, para profundizar en todo ello, el libro de Eduardo Fuembuena, Lejos de Aquí sobre José Luis Manzano y Eloy de la Iglesia); y las desnuda hasta convertirlo en el arquetipo que define el género y nos da un producto que no es más que un genuino, y a la vez perfectamente ensamblado, producto de cine quinqui debidamente estilizado y tremendamente disfrutable.
Dos mundos enfrentados
Desde este punto de vista, Las Leyes de la Frontera es al cine quinqui lo que “Jackie Brown” es al cine de blaxploitation o lo que “Kill Bill” al cine de los Shaw Bros. Y en este capítulo destacan perfectamente el trío protagonista formado por Marcos Ruíz como Nacho Cañas alias El Gafitas, Begoña Vargas (la que más destaca de todo el elenco) como Tere y de Chechu Salgado como Zarco, aunque realmente el carisma más verité lo destilan los secundarios de la banda de maleantes como El Guille, el Gordo, el Piernas o el Drácula. La película se articula partiendo de una trama nostálgica en la que El Gafitas recuerda sus tiempos de delincuencia, cuando por huir del bullying, acaba encajando en una banda de delincuentes del Barrio Chino de Gerona. Poco a poco la trama confluye en una bella historia de amor al más puro estilo Romeo y Julieta entre Tere, la arrebatadora gitanilla, y El Gafitas.
Ambos, pese a que confluyen en la delincuencia en ese momento preciso, saben perfectamente que pertenecen a dos mundos diferentes, (algo que Monzón quiere dejar claro en todo momento). A este respecto, “Las Leyes de la Frontera” también hace una peculiar diferenciación entre el mundo burgués de la Cataluña rica y el mundo del lumpen y el emigrante, ejemplificados en el Puente de San Agustín, que divide ambos mundos. Monzón remarca mucho el hecho de que el hablar catalán es lo que te da la entrada o no al mundo de posibilidades, aunque el hecho de hablarlo, realmente no significa nada (la familia de Nacho, es considerada una familia de charnegos despreciable por esa élite burguesa a la que dan los palos).
En lo demás, como hemos dicho anteriormente, la película se va completando con el resto de personajes y situaciones que identifican y completan lo que es el género. Música de El Pelos, tecno rumba de los 70 y una brutal pieza principal a cargo de los fenomenales Derby’s Motoreta, tirones, atracos a farmacias, primeros amores, droga, policías malvados, denuncia social y sobre todo unas espectaculares persecuciones de coches, especialmente un par de ellas que son totalmente vertiginosas y adrenalínicas. En definitiva, “Las Leyes de la Frontera” es un estupendo ejercicio de género del que tanto hace falta reivindicar en nuestro cine.