Miguel Gomes cierra su trilogía de explorando la metanarrativa y en coherencia con el volumen 1.
Continuación de «Las mil y una noches: Vol. 1 El inquieto» y de «Las mil y una noches: Vol.2 El desolado«.
Sherezade
La última película de “Las mil y un noches” se abre con la narradora del filme, una Sherezade cuya belleza se fusiona con el tratamiento estético del espacio natural que hace su director. Nos encontramos quizás en uno de los fragmentos más preciosistas en lo que a lo formal se refiere. Y de nuevo acompañado por la aguda ironía de su realizador, quien sitúa en la antigua Bagdad a diferentes inmigrantes portugueses (y turistas franceses) cambiando las tornas de los flujos migratorios actuales. El humor cobra cierto protagonismo, atacando frontalmente la ignorancia, la superficialidad, el deseo de la carne y el inevitable conflicto violento entre iguales. Pero sin duda, lo más interesante de esta historia es la reflexión metanarrativa en la que se encuentra su protagonista. La joven que se encarga de articular sus diversos cuentos, necesita pararse a pensar sobre el rumbo de la construcción de estos, evidenciando su faceta de genio creadora (mal le pese y trate de liberarse de su lámpara arrojándola al mar) siempre observada bajo la mirada opresora de quien la mantiene cautiva.
El cine romántico de la evasión y la realidad contemporánea
En los primeros 24 minutos de “Las mil y una noches: Vol. 1 El inquieto”, Miguel Gomes se lamentaba por no saber cohesionar un cine romántico artificioso con la realidad que azota actualmente a su país. No obstante, en esta su tercera parte de la trilogía, encontramos un fuerte contraste entre estas dos concepciones del cine que tanto parece amar su autor. Y es justo después del refinamiento técnico de sus primeros minutos que el filme vuelca hacia la docuficción, relatando con veracidad y acercamiento, con pocas licencias estilísticas, el episodio más realista y alejado de la tónica reinante de sus predecesoras. La historia de unos pajareros, sus obsesiones con los pinzones, sus cantos, su caza, sus competiciones, sirven para acercarnos a unos hombres silenciosos de los cuales tan solo acertamos a conocer de sus vidas a través de las letras sobreimpresas que verifican el hecho de que Sherezade es capaz de continuar en su ejercicio de cuentacuentos. Un fragmento final intercalado por un dinámico inciso en el que se intercalan imágenes de archivo sobre las protestas que rodean el parlamento y una voz en off que explica la historia de amor un guardia pajarero muy celoso que embarazó a un joven china de 16 años de edad. Una ruptura que eleva la intencionalidad autoral de Gomes quien arremete contra el sistema actual para regresar de nuevo a una competición de canto de pinzones cargada de prolongados silencios.
El contraste entre ambas partes del filme guarda coherencia como hemos indicado con el inicio del primer volumen e incluso se refuerza en su reflexión metanarrativa por parte de Sherezade, no obstante, el resultado dentro de esta misma entrega se antoja muy descompensado, dejándonos quizás un final que se vive por debajo a lo mostrado en el resto de las más de cuatro horas anteriormente visionadas.
Frases destacadas:
- Sherezade: «Adiós hijo del Sol. Procrea con otros»
- Sherezade: «La tristeza de no estar con vosotros en estos mis últimos días será ínfima comparada con la alegría de saberos a salvo, lejos de este castillo del horror.»