Muestra del vacío en la alta sociedad mexicana de los años ochenta
¿Qué existe bajo la capa de lujos y excesos de una clase privilegiada que hunde sus propias miserias bajo el dinero? La directora Alejandra Márquez Abella recupera la novela de 1987 Las niñas bien de Guadalupe Loaeza para reflejar en pantalla el vacío existencial de un estamento social sustentado sobre la mentira y el engaño a uno mismo.
En este contexto se mueve Sofia, una mujer casada que lleva una vida holgada, donde las preocupaciones brillan por su ausencia mientras sus sirvientes se ocupan de los hijos y su marido logra el dinero necesario para llevar ese ritmo de vida. Sus ocupaciones no van más allá del visitar restaurantes de moda o malmeter con las amigas del exclusivo club al que pertenece. Sin embargo, tras las decisiones políticas del gobierno mexicano en mitad de lo años ochenta y su relación con Estados Unidos, los negocios de su marido entran en punto muerto. Ante tal desazón, evidenciada en tarjetas de crédito sin fondo y pérdida de nivel adquisitivo, nuestra protagonista se perderá en fantasías irrealizables, pueriles y naif, soñando idealizaciones pomposas y vacías, como las escaleras de El Corte Inglés o la compañía de Julio Iglesias. Una declaración de intenciones de la nada que supone las inquietudes de una mujer que es retratada por la mirada del relato como un muñeco roto incapaz de lidiar con su nueva situación.
Hay no obstante espacio para la estilización y el comentario autoral dentro del filme. Escenas que evidencian que existe un dolor y una incapacidad de reaccionar ante este tipo de personas de las que realiza una tímida burla. Porque la cinta no es tan solo una oda al vacío y la ostentación, lo cual se materializa con gusto. Es también un retrato psicológico de una casta en horas en bajas, reflejando la bajeza moral de una sociedad levantada sobre falsedades. La obsesión por aparentar se torna ridícula ante la evidencia de la realidad, creando tensiones continuas incapaces de resolver de manera civilizada. Es quizás en este punto donde la película se vuelve más incisiva, buceando en la perversión social de la marginación. Destruyendo desde dentro la falsedad de las fiestas de sociedad, abarcándolo desde la infancia a la servidumbre, pasando sobre todo por las relaciones matrimoniales.
Es ante todo «Las niñas bien» una historia contemplativa, donde se nos induce a conocer los verdaderos temores de una mujer que asiste a una caída sin frenos tras haber llegado a lo más alto. Llegado a lo más alto no por méritos propios, sino por proceder de buena familia y casarse con el hijo de otra parecida a la suya. Una endogamia que refleja sus verdaderos problemas a la hora de sustituir el calor del dinero por la dura realidad.
Frases destacadas:
- «Mamá, ¿es verdad que somos pobres?»