Mar. Mar 19th, 2024
Leviatán

El cuarto largometraje de Andrei Zvyagintsev desenmascara la corrupción política de Rusia con una relectura contemporánea del Libro de Job. 

La obsesión religiosa

Roman (Sergey Pokhodaev), el hijo del protagonista de “Leviatán”, yace junto a un esqueleto de un monstruo calcinado, mientras escucha los gemidos que su padre provoca a su madrasta en el acto que simboliza el perdón de la infidelidad que la mujer ha cometido. Roman permanece de espaldas a la cámara, dialogando en silencio con el cadáver de la Bestia. Se trata de una escena determinante en la última película de Andrei Zvyagintsev, pues el encuentro entre el pequeño y la alegórica figura milenaria del Leviatán marcará el origen de la tragedia. Otra visita a un mamífero marino muerto sembraba el caos en la apacible aldea húngara de “Armonías de Werckmeister” (Béla Tarr). Pues, la enorme ballena disecada que Valuska (Lars Rudolph) pagaba por contemplar en el circo ambulante también portaba el Mal en su interior. Si bien ambos cineastas personifican la crueldad y la deshumanización mediante la misma criatura, el film de Zvyagintsev no contempla la abstracción trascendental que caracteriza la citada obra de Béla Tarr. Asimismo, es necesario comentar que, desde la realización de “Elena” en 2011, Andrei Zvyagintsev se ha distanciado por completo del autor soviético y metafísico por excelencia. Nos referimos a Andrei Tarkovsky, el director que más le influenció en la elaboración de sus dos primeros largometrajes; sobre todo “The Banishment”, ese homenaje explícito a “Sacrificio”, el testamento fílmico de Tarkovsky. En este sentido, Zvyagintsev comparte con los dos citados iconos del séptimo arte la maniática pasión por esconder una insospechada simbología en cada uno de los personaje u objetos de sus películas. Sin embargo el simbolismo tras los fotogramas de Zvyagintsev no corresponde a la etérea metafísica de Béla Tarr y Andrei Tarkovsky. En su caso, se trata de un fanatismo religioso que alcanzó su cúspide en la recreación contemporánea de la fábula de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal en “The Banishment”. Ahora, con “Leviatán”, Andrei Zvyagintsev propone una relectura del Libro de Job, camuflándose en el género del thriller de corrupción política.

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La historia de un desahucio

En sus tres largometrajes y dos cortos anteriores a “Leviatán”, la situación política nunca había interferido directamente en las tragedias domésticas de sus argumentos. Andrei Zvyagintsev muestra un peligroso nihilismo que nace de la depresión que padece la entera sociedad rusa, pero nunca las causas de éste. Los asesinatos premeditados, las muertes involuntarias o los suicidios de sus historias se explican a través de la apatía y el sinsentido existencial que experimentan sus protagonistas. Para lograr el distanciamiento y rechazo del espectador, Zvyagintsev escoge localizaciones que parecen pertenecer a los confines más alejados del planeta; o en el caso de “Elena” el director proyecta un Moscú irreconocible, otro no-lugar. Por el contrario, “Leviatán” plantea una fórmula muy distinta. Igual que en The postman’s white nightsde Andrei Konchalovsky, los bucólicos paisajes del pueblo costero en el que se desarrolla “Leviatán”, filmados en gran angular, siguen pareciendo una lejana octava maravilla de la Tierra. No obstante, Zvyagintsev desarrolla un argumento cercano al público, para que éste se identifique con el martir. “Leviatán” narra una historia de máxima actualidad: el proceso de un desahucio de la familia de Kolya (Alexey Serebryakov) por culpa de la especulación inmobiliaria del desalmado alcalde de la localidad (Roman Madyanov).

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La desesperanza ciudadana ante la corrupción

Andrei Zvyagintsev reflexiona sobre el abuso de poder en nuestra era. En “Leviatán” el alcalde, las juezas, el departamento de policía e incluso el sacerdote de la Iglesia Ortodoxa de la zona están relacionados con la citada trama de corrupción. Si el poder ejecutivo, el judicial y el eclesiástico se alían contra los ciudadanos, no queda esperanza alguna para Kolya, su hijo adolescente y su segunda mujer Lilya (Elena Lyadova). Tampoco la hay para Dmitri (Vladimir Vdovitchenkov) el abogado que visita desde Moscú a su mejor amigo para ayudarle con la defensa del caso, y que al intentar chantajear al alcalde saldrá muy mal parado. El clima de desamparo y desidia al que están sujetos los personajes se muestra a través de su perpetua embriaguez, ocasionada por la descomunal ingesta de vodka como si de agua se tratase. A las infidelidades sin fundamento, las peleas con armas de fuego y la violencia de género en fuera de campo debe añadirse el mejor episodio de la cinta en el que se evidencia dicha abulia y locura existencial; aquel en el que en una salida de pesca acaban disparando con kalashnikovs a viejos retratos de ex gobernantes de la URSS.

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Putin alimentando al Leviatán

Como decíamos en el primer párrafo, el retrato social que elabora Andrei Zvyagintsev responde a un metáfora bíblica. El Leviatán es la Bestia que se alimenta de la corrupción políticoburocrática; pero también de las mentiras que promueven los representantes de la Iglesia Ortodoxa. “Dios no está en la fuerza, sino en la verdad”, dice el sacerdote en misa mientras el sanguinario alcalde le insinua a su hijo en la misma ceremonia “Dios lo ve todo”. El sarcasmo de Zvyagintsev en esa escena es uno de los momentos más desoladores de su entera filmografía, pues a estas alturas ni si quiera la fe religiosa va a salvar a la sociedad rusa. En “Leviatán” la excomunidad soviética encarna el calvario que sufrió Job hasta que aceptó su suerte ante Dios. En su última película, premiada con el galardón al Mejor Guión en el Festival de Cannes y Mejor Fotografía en Sevilla, Zvyagintsev se pregunta hasta cuándo van a aguantar sus impotentes paisanos mientras son aniquilados y manipulados por sus gurús políticos y religiosos. Dios ha abandonado definitivamente a Job como Putin está llevando a sus ciudadanos a la miseria.

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Frases destacadas de “Leviatán”:

Kolya: Toda mi vida está aquí. Mi abuelo y mi familia nacieron aquí. ¿A dónde iré ahora?
Dmitri: Nunca te dieron miedo las dificultades, te crecías en ellas.
Alcalde: Vamos a hacerle una visita a ese cabrón. Ya nos ha hecho perder suficiente tiempo.
Alcalde: ¿No reconoces a la autoridad cuando la tienes delante?
Dmitri: Se trata de una película de terror con usted, Señoría, de protagonista.
Alcalde: Siempre hemos aplastado a las cucarachas y ahora viene ese abogado a chantajearme.
Angela: El hombre es el animal más peligroso.
Angela: Hijo, esconde las escopetas antes que esto empeore.
Angela: Kolya amenazó con mataros a ti y a Dmitri. Entre los dos le calmamos con el vodka pero estamos preocupados.
Roman: No quiero vivir con vosotros. ¡Me dais asco!
Roman: ¡Lo has estropeado todo! ¡Échala de esta casa, papá!
Kolya: Perdónala, Roman. Lilya es una buena mujer.
Roman: ¿Tú ya la has perdonado?
Kolya: ¿Dónde está ese Dios misericordioso?
Párroco: No sé dónde está el tuyo, pero el mío siempre está a mi lado.
Párroco: “¿Sacarás tu al Leviatán con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?”
Párroco: ¿Has oído hablar de Job, Kolya?
Párroco: Tras mostrarle infinitas metáforas, Dios bajó a la tierra con apariencia humana y Job aceptó su suerte.
Alcalde: ¿Le han tocado quince años? ¡Alabado sea Dios!
Sacerdote: Dios no está en la fuerza, sino en la verdad.
Sacerdote: Cristo usó la palabra para disolver la mentira.
Alcalde: Dios lo ve todo, hijo mío.

Por Carlota Moseguí

Ex-Humanidades en la UPF. Más cinéfila que cinéfaga. Intento disimular mis carencias de cine comercial devorando e informando de todo el cine de autor de calidad que exista (o esté por existir).

4 comentarios en ««Leviatán»: Putin a los indiferentes ojos de Dios»

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