El célebre director de comedia Peter Bogdanovich regresa a la gran pantalla tras trece años de ausencia con más buenas intenciones que resultados.
Más de una década ha tardado el legendario actor de comedias Peter Bogdanovich en volver a ponerse tras una cámara. La expectación, claro, era máxima. Un director que ha filmado largometrajes como “La última película” o “¡Qué ruina de función!” no habría de tener problemas para rodar lo que quisiese y tener, tras de sí, una ristra de actores y actrices peleandose por trabajar con él por el sueldo mínimo establecido por el sindicato de actores. Si le echamos un vistazo a la ficha artística de “Lío en Broadway” -cuyo título original es el más sutil “She’s funny that way”-, podemos observar un reparto coral constituido por Owen Wilson, Ileanna Douglas, Rhys Ifans, Wil Forte, Richard Lewis, Debi Mazar, la emergente Imogen Poots y Jennifer Aniston -cameos de Tatum O’Neal y Cybill Shepherd, actrices fetiches de Bogdanovich-.
Con este plantel, una banda sonora repleta de jazz y swing y un argumento entroncado en el vodevil y la screwball no podemos esperar otra cosa que un homenaje, nada velado, a aquellas comedias locas de los 40. Una prostituta llamada Liz (Imogen Poots) acude a la cita de un cliente un poco especial; se trata de Arnold Albertson (Owen Wilson), un famosísimo director aficionado a las chicas de compañía. Aparentemente, éste acaba rendido a los pies de Liz y le regala 30.000€ a cambio de que deje su trabajo y persiga su sueño de ser actriz. Digamos que lo hace y que va a un casting y resulta ser el de una película que está dirigiendo Albertson cuya protagonista es… exacto, una prostituta. Por allí deambulan la mujer del director (Kathryn Hahn), una psicóloga con muy mala leche (Jennifer Aniston), un detective privado patoso (George Morfogen), un guionista calzonazos (Wil Forte), un actor crápula, enamorado secretamente de la mujer del director (Rhys Ifans)… Un cúmulo de elementos archisabidos y con los que nos sentimos cómodos. Comienza la película, y comienza a sonar el “Cheek to cheek” de Fred Astaire en «Sombrero de copa». Un cartel con tipografía de »clásico de Hollywood» nos pone en antecedentes: la actriz va a ser sometida a un tercer grado por una de esas arpías de tabloide, que no dudará en sacar a relucir el turbio pasado de la protagonista. Tras las primeras preguntas, comienzan los créditos: unos cubos de colores se repliegan y dejan paso al título, esta vez la tipografía es tipo »Pantera rosa», para que ustedes me entiendan. Y comienza la función.
Lo mejor de “Lío en Broadway” es que el homenaje no es nada sutil: todos, absolutamente todos, están al servicio de crear una nueva comedia clásica o, por lo menos, con el aroma de las de antes. ¿Lo consigue? En cierto modo. Sí es cierto que las costuras son demasiado evidentes -¿He dicho Woody Allen?- pero sus referentes no dejan de ser encantadores y hay diálogos que tienen cierta gracia. El apartado actoral cumple, y cumple hasta en la cuota histriónica que siempre tenían las screwballs, regalándonos a una insufrible Jennifer Aniston en el papel de la psicoterapeuta. Todo marcha como la seda, los personajes se multiplican, el embrollo se enmaraña y la sonrisa -que no la carcajada- permanece en nuestra cara.
¿Cuál es el problema? Que su material no da para cien minutos. El homenaje llega a un punto en el que se desincha y deja de tener gracia. Y de la gracia se pasa a la inquietud y de ésta al puro aburrimiento. La película se enrosca sobre sí misma hasta llegar a un callejón sin salida. La culpa de ellos, sin duda, es de un libreto deficiente que, sin lugar a dudas, no podía satisfacer las exigencias de un largometraje. Sí, Peter, todos sabemos que te encanta la comedia clásica -casi más que clásica, envejecida y superada, diría yo- pero aquellas películas, las buenas, las que han perdurado el paso del tiempo, tenían puesta en escena magistral, tenían tempo, o timming, como lo quieras llamar, sus diálogos eran buenos de principio a fin y tenían muy mala baba. Aquí no. “Lío en Broadway” comienza bien, ya decimos que dispone sobre la mesa todos los elementos para que podamos disfrutar de un rato agradable, y hasta cierto punto lo consigue. Pero no del todo.
Es una pena y una oportunidad desaprovechada. Quizás a los más nostálgicos y recalcitrantes, “Lío en Broadway” les caiga como agua de mayo. Ya digo que no es desdeñable del todo y tiene sus momentos. Pero yo, a estas alturas, le pido más a una comedia que unos referentes colocados a la perfección. Copiar sabemos copiar todos, pero imitar está al alcance de solo unos pocos.
Frases destacadas de Lío en Broadway
- Isabella: -Todos necesitamos magia de vez en cuando, ¿No?”
- Judy: -“¿Te gustan los cuentos de hadas?
- Arnold: –“Ay…¡Actores!
- Botones: -¡Yo también soy actor!. Tenemos algo especial, ¿Verdad?
- Arnold: -Si… a eso precisamente me refiero.”
- Jane: -“¡Prostituta! ¿No te parece un trabajo duro?
- Isabella: -Sí que hay cosas duras, pero de eso se trata.”