Esta comedia con acento gallego pretende ser tan bienintencionada y entrañable que el resultado final es francamente inocentón y poco original.
Suplantación y malentendidos en Nueva York
“Little Galícia” llega tímidamente a nuestras pantallas esta semana, reivindicando su sitio en la cartelera entre los nueve estrenos de la semana. Aún y así, sabe que tendrá que enfrentarse a la comedia “Perdiendo el Norte” (Nacho G Velilla, 2015), la cual parece ser el film español que mejores resultados ha dado en taquilla en lo que llevamos de 2015. Vamos, que esta pequeña no lo tiene fácil.
El largometraje sigue, en parte, la típica estructura de una comedia de enredos. En este caso, una blanca y sin mucha sal. Carlos (Fran Grela), un buscavidas gallego invita a un amigo suyo (Gustavo Salmerón) a la boda de la hija de una vieja conocida en Nueva York con el fin de involucrarlo en su avispado plan. Mientras el amigo tendrá que hacerse pasar por él y asistir a los preparativos de la boda, Carlos podrá escaquearse y descubrir la ciudad sin presiones. Obviamente, los malentendidos y las situaciones más absurdas no tardarán en ocurrir.
Dos tramas totalmente independientes
“Little Galícia”, un título ingenioso y divertido que hace referencia a una supuesta comunidad de gallegos que vive en Nueva Jersey, es el segundo film de Alber Ponte, un realizador inglés establecido en nuestro país desde hace ya muchos años. Extraordinariamente curtido en el mundo del cortometraje, su nueva incursión cinematográfica nos confirma que lo suyo son las historias cortas nacidas de pequeñas anécdotas. Sin ir más lejos, una vez visionada la cinta, tenemos la sensación de que la historia que se retrata hubiera tenido mucha más gracia y enjundia si se hubiera explicado solo en unos pocos minutos.
La películatiene un inicio más o menos curioso y consigue despertar cierto interés. Sin embargo, a medida que avanza la trama, esta se vuelve más previsible, sosa e inocentona. Además, durante todo el metraje se evidencian graves problemas de ritmo, concepción de personajes, diálogos y manejo de situaciones. Una de las principales razones de este despropósito es la incapacidad del director de lidiar con dos subtramas como es debido. Si al principio nos presenta a los dos amigos juntos, logrando un equilibrio muy interesante ya que son como el día y la noche, este decide separarlos definitivamente cuando llegan a Nueva York. Cada personaje decide tomar su propio camino y en ningún momento se muestran interesados en reencontrarse o contactar de nuevo. Esto hace que el guion se segmente en dos unidades independientes y que se convierta simplemente en una unión de dos buenas ideas para un corto, pero que no acaban de funcionar como una verdadera y jocosa unidad.
Las dos caras de Carlos
Por un lado está la historia del “falso” Carlos (Gustavo Salmerón), amable, simpática y ñoña, centrada en su estancia en casa de la familia de la novia. Sin embargo, si no fuera por la pequeña farsa que el chico va arrastrando, el personaje no tendría ningún peso narrativo. Este Carlos impostor es un tipo al que su novia le ha dejado hace semanas y que no levanta cabeza. Simplemente deambula por la vida recitando metáforas futbolísticas e instando a los demás a emprender acciones que les ayudarán a vivir mejor con ellos mismos. No obstante, él es un espectador pasivo, alguien que se limita a ver el partido desde el banquillo. En una película como “Little Galícia”, un personaje de esta índole, sin carisma ni fuerza, no resulta atractivo para el espectador, y por lo tanto, se pierde todo interés en la trama, ya que intuimos que este chico bueno no tomará ninguna decisión y sólo se limitará a seguir la corriente.
En frente tenemos la historia del verdadero Carlos (Fran Grela), que nos resulta aún menos estimulante si cabe. Esta quiere presentarse como la gran parodia del cine americano, y la trama va saltando de referente en referente, haciendo pequeños chistes y gags poco afortunados. Desgraciadamente, también resulta imposible empatizar con este personaje porque carece de consistencia alguna. Vamos a ver, este chulo de barrio tiene un videoclub y es fan del cine americano, ¿pero no sabe ni una palabra de inglés? Como nos pasa a todos, algo se le debería haber pegado.
Tras el visionado es inevitable pensar cuál es el verdadero motivo de situar la película en Nueva York. ¿Por qué no haber localizado el filme en otra gran ciudad cosmopolita como Berlín? ¿Era un antojo del director? ¿Es la ciudad realmente relevante en la trama? Lo que nadie podrá poner en tela de juicio es lo fotogénica que resulta. Todo ello nos lleva a pensar que “Little Galícia” necesitaba dos análisis más de guión, como mínimo.Tiene tantos fallos que resulta imposible de maquillar en la sala de montaje. Más aún cuando en el reparto tenemos a una actriz tan poco expresiva como Paloma Bloyd.
En definitiva se trata de un pequeño desastre; pero eso sí, realizado con las mejores intenciones y sin pizca de maldad.
Frases destacadas de «Little Galicia»
- Gonzalo: “Oye pues suena muy bien, ¿eh? Little Galicia, nunca lo había oído ¡Little Galicia!”
- Carlos: “Si que mola si, Little Galicia. Bueno, allí viven miles de gallegos pero el estilo de vida es muy americano, o sea, nada que ver con Galicia”.