Trey Edward Shults regresa tras su deslumbrante debut «Krisha» con un thriller psicológico en el que la atmósfera lo es todo, y compensa los lugares comunes.
Después de que infinidad de campañas promocionales hayan dilapidado la experiencia de disfrutar largometrajes como “El bosque” (“The Village”, M. Night Shyamalan, 2004) o, más recientemente, “La bruja” (“The Witch”, Robert Eggers, 2016) debido a la creación de unas expectativas tonales y estilísticas que poco o nada tienen que ver con las del filme; me van ustedes a permitir iniciar este texto con una sentencia clara y concisa: “Llega de noche” (“It Comes At Night”, Trey Edward Shults, 2017) NO es una película de terror.
Lo nuevo de Shults tras su impresionante y celebrado debut “Krisha” (2015), por mucho que su tráiler se empeñe en sugerir, comparte más código genético con el estimable filme de suspense post-apocalíptico “Carriers” de los hermanos Pastor, que con cualquier exploitation del subgénero de infectados en el que predominan los sobresaltos, la truculencia y el gore. “Llega de noche” es mucho más que eso; un thriller psicológico donde la paranoia y su asfixiante atmósfera te abrazan para invitarte a recorrer un auténtico e intimista infierno, tristemente repleto de lugares comunes vistos una y mil veces.
Podría decirse que el grueso del entusiasmo vertido sobre “Llega de noche” está edificado sobre dos sólidos pilares, siendo el primero de ellos el trabajo de su director a la hora de generar un ambiente tóxico e irrespirable, embotellado prácticamente en la totalidad del relato entre las cuatro paredes de una casa perdida en medio de la nada durante el apocalipsis. El modo en que Shults encuadra y mueve la cámara a través de las angostas estancias que pueblan el escenario principal derrocha un estilo y sensibilidad propias de un autor en mayúsculas.
Esta sensación se refuerza con el empleo recurrente de las secuencias oníricas, relacionadas específicamente con uno de los personajes, en las que el soberbio clima pesadillesco del filme alcanza su cénit revelando que, más allá de estar agazapado en los claroscuros reinantes en los pasillos e interminables hileras de árboles de las localizaciones, el verdadero horror se esconde en las psiques de los protagonistas, sumidos en la desconfianza y la neurosis.
Todo esto queda reforzado hasta límites insospechados por el segundo buque insignia del filme: unos actores dirigidos a la perfección, pero incapaces de alcanzar las cotas de calidad de un Joel Edgerton deslumbrante en su papel de padre, marido y líder superviviente absorbido por una disciplina que podría ser determinante a la hora de salvar la vida.
Lamentablemente, más allá del notable logro artístico, formal e interpretativo, “Llega de noche” parece estar destinada —y ojalá me equivoque— a dejar frío a los dos tipos de público potencial a los que va dirigida. Por un lado, no contentará bajo ningún concepto a todos aquellos que busquen un filme de terror al uso, encontrando un ritmo pausado, en ocasiones incluso contemplativo, y un hincapié en un desarrollo de personajes que, en algún caso puntual, tampoco llega a satisfacer del todo.
Todos aquellos que quieran dejarse sorprender por el interesantísimo nuevo trabajo de Shults, pero que estén familiarizados con este tipo de producciones y subgéneros, se encontrarán con un camino plagado de tópicos reconocibles que reiteran el mensaje de que, más allá de la amenaza exterior, ya tenga forma de virus o infectado, el verdadero enemigo es nuestro igual. Una revisión post-apocalíptica del manido dicho “el hombre es un lobo para el hombre” que atesora una delicadeza e inquietudes autorales que la hacen destacar entre sus congéneres.
Tráiler de «Llega de noche»