Esta expasión hacia nuevos territorios dramáticos y temáticos que plantea Paco León en “Carmina y amén” merece esta nueva perspectiva.
Paco León va más allá de la simple comedia
No puedo evitar mi pasión y mi entusiasmo al hablar de una película como “Carmina y Amén” (Paco León, 2014), puesto que el personaje principal de la cinta me parece el más brutal, original y coherente que el cine español ha dado en años. Secuela de “Carmina o revienta” (Paco León, 2012), el film no sólo mejora la propuesta anterior, también expande sus territorios dramáticos y temáticos hacia nuevos lugares y analiza con sentido y profundidad, casi con visión antropológica, la institución familiar.
La película, más ficcionada que la anterior, se mueve como pez en el agua entre diversas escenas cómicas que no esconden su lado dramático y su sentido único a la hora de hablar sobre las relaciones que se establecen entre una familia sevillana de clase obrera. Hay que entender, y mucho, la idiosincrasia de esos barrios obreros andaluces para poder captar toda la grandeza que la película nos regala en sus 100 minutos de proyección. De hecho, el no entendimiento de los lugares y personajes que pueblan la cinta y quedarse en la superficie de lo que se nos está contando, puede hacer que la visión de la obra caiga en el simple análisis cómico, sin prestar atención a los matices que Paco León propone en cada una de las secuencias de su brillante cinta.
Siguiendo el camino de Delibes
El inicio, rápido y demoledor, incendia la acción dramática de manera seca y contundente. A partir de ese momento ya no hay marcha atrás, y la intriga de la película se desarrolla atendiendo a dos tipos de escenas perfectamente diferenciadas pero complementarias las unas de las otras; los momentos donde Carmina tiene que aparentar que lo tiene todo bajo control, y los momentos donde Carmina, en soledad y al más puro estilo de “Cinco horas con Mario” (Miguel Delibes), reflexiona sobre la vida y el amor delante del cadáver de su difunto esposo. Precisamente es este equilibrio entre las secuencias lo que produce en el espectador un juego de espejos por el cual puede conocer a Carmina mejor que en la cinta anterior, pues en la primera parte Carmina simplemente reaccionaba a los problemas y aquí tiene tiempo para reflexionar sobre su vida y la importancia de su persona dentro de una familia que dirige con sabias acciones y no poca ambigüedad ética y moral.
No se habla demasiado sobre el absoluto dominio que Paco León imprime al ritmo narrativo en cada uno de sus planos y al sentido único y claro de una puesta en escena concisa que expresa muy bien el significado de lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. Mención aparte merecen esos fuera de campo llenos de significado y que solventan narrativamente muchos problemas de puesta en escena que otros realizadores hubieran solucionado con una profusión de planos y momentos fílmicos sin mayor misión que la de entender lo que ya se ha entendido previamente.
Las comparaciones siempre son odiosas
Hay que destacar también la enorme labor de todos sus actores protagonistas, secundarios y episódicos. Sean o no actores, hay que reconocer que están actuando ante una cámara pues es bien conocido que cuando una cámara se pone a filmar, la realidad de pronto queda transfigurada por un ápice de ficción que fuerza, a los actores y a los no actores, a fingir un trozo de vida atrapado dentro de un encuadre. Es por tanto que no seré yo quien discuta si los actores hacen de ellos mismos o por el contrario están actuando. Está claro que todas y cada una de las personas que aparecen en la cinta están fingiendo los momentos y las vidas de unos personajes y por lo tanto el trabajo de todos ellos me parece brillante, eficaz y valiente.
El trabajo de Paco León también se compara con el trabajo de otros directores, pero a mí esta comparación, más que insulsa, me parece ridícula, pues León acata con firmeza y serenidad un ritmo propio y una historia diferente a todas las que se han visto en las películas españolas que pueblan nuestra historia. Decir que su cine está influenciado por Almodóvar y Berlanga es restar la originalidad a un autor que, de la nada, simplemente mirando su interior y hablando de lo que conoce, ha establecido en dos películas un mundo propio totalmente reconocible y que muy probablemente sea imitado por muchos realizadores de aquí a algún tiempo.
“Carmina y Amén” explora territorios delicados
No hay que dejarse engañar ante la propuesta y la apariencia, “Carmina y Amén” es una comedia dramática con tintes trágicos que explora varios territorios delicados y profundos sin medias tintas, siempre desde el punto de vista de un personaje principal que configura su mundo a una visión totalmente subjetiva y poderosa. Hay en el film un plano de María León que deja entrever que en un futuro no muy lejano, la actriz tomará el relevo de Carmina en una serie de cintas que bien podrían desarrollar la historia de una “princesa de barrio” y sus problemas al enfrentarse con el mundo actual y su realidad. Si bien no es la idea de León, ya que ha dicho por activa y por pasiva que no habrá más partes de Carmina, la idea se me antoja interesante y original, de hecho León podría hacer lo mismo que Trufautt consiguió con el maravilloso ciclo Antoine Doinel, seguir a un personaje durante toda su vida y, cada ciertos años, realizar una película para mostrar los cambios que han acontecido en su andadura vital.
“Carmina y amén” es cine auténtico por los cuatros costados. Una cinta poderosa e hipnótica que abre nuevas vías y territorios sin explorar en la cinematografía de nuestro país. Es León un autor único e irrepetible que ha sabido muy bien diferenciarse del resto de sus compañeros de profesión y crear un estilo definido a la hora de contar historias. Simplemente por eso, ya merece el más profundo de mis respetos.
Frases destacadas de “Carmina y Amén”:
Vecino: “Se está muriendo gente que no se había muerto nunca”.