Spielberg vuelve a revisar un suceso histórico conflictivo de los EEUU acompañado de su excelsa solvencia narrativa y habitual falta de mala leche
La historia de “Los archivos del Pentágono”
Tras revivir la guerra de secesión a través del conflicto esclavista con “Lincoln” (2012) y la Guerra Fría con el abogado James Donovan en “El puente de los espías” (2015), Spielberg se remonta a la Guerra de Vietnam para, más que nunca, desviar su mirada hacia los laterales del conflicto bélico. 1971, cuando el New York Times publicó una serie de informes que describían las mentiras del gobierno sobre Vietnam durante casi dos décadas, cuando la administración Nixon consiguió frenar la sangría de escándalos amparada en la excusa de que esos secretos comprometían vidas americanas y no votos al partido, The Washington Post, en una posición financiera muy delicada, se enfrentó a la posibilidad de publicar esos papeles prohibidos y enfrentarse al gobierno de los Estados Unidos.
De nuevo… Spielberg
Protagonizada con una solvencia nada sorprendente, pero no por ello menos apreciable, por Tom Hanks y Meryl Streep, “Los archivos del Pentágono” son capaces de convertir una redacción en un campo de batalla. Lejos queda el Spielberg de la inmersión bélica de “Salvar al soldado Ryan” (1998) pero, como si quisiese engañarnos por un momento, la película se abre en un campamento militar desde el que pasamos a una batalla nocturna solo iluminada por los flashes de los disparos y donde la confusión reina acompañada de muerte y caos. Es solo un espejismo, esa cámara que en pleno movimiento militar parecía quedarse abandonada, como de casualidad, en una máquina de escribir en vez de en los soldados que más tarde morirían, tiene otras guerras que cubrir, allí nos dirigimos.
Las redacciones son un mundo ordenado en el desorden y así las trata Spielberg. Gigantescas, abarrotadas, llenas de ruido y movimiento pero con jerarquías y objetivos simultáneos. Por eso la cámara nunca se pierde en ese caos y sigue, como si fuese una mirada que intenta no perder de vista su objetivo entre los árboles de un bosque, ese papel, ese archivo, ese chivatazo, esa fuente que, en mayor o menor medida, todos están buscando.
El insistente arreglo de violines de John Williams refuerza esta fluidez narrativa basada, no lo olvidemos, en un estancamiento, una duda, la de publicar o no. Los personajes, la cámara y el propio espectador siguen en busca de esa agujar en un pajar que desmarañe todo el entramado que parecía estar en el caos de la multitud pero que en realidad se oculta en la quietud de las conversaciones de despacho. Hablamos de archivos pero también de amistades, traiciones, guerras y política. Pocos directores, americanos o europeos son capaces de convertir la redacción de un periódico, la hipocresía de una fiesta de alto standing o el ajedrez humano de una mesa de reuniones en un campo de batalla sin traicionar ni un ápice de la idiosincrasia de estos lugares. Pocos graban el desorden de forma tan limpia, clara y precisa. Pocos encarnan el ideal de la narrativa americana como Steven Spielberg.
Sin embargo…
Aunque establecer ecos con el presente es inevitable y este oscuro Nixon (grabado de espaldas y desde fuera de la Casa Blanca, cual malvado de Comic en su cueva del mal) recuerde a Donald Trump y sus célebres y continuados desprecios a la prensa, lo cierto es que su comparación parece casual. Un producto de nuestra época que, pese a resultar más que familiar en nuestro presente, no deja nunca de ser ni de querer ser más que Nixon y su recuerdo en la mente de Spielberg, al igual que “El puente de los espías” nacía de rememorar diversos sucesos de su infancia durante la Guerra Fría.
Sucede lo contrario, sin embargo, con el feminismo que aparece en la película explícitamente encarnado en el personaje de Streep, Katherine Graham, primera editora del periódico de su familia, puesto al que accedió tras el suicidio de su esposo pese a ser ella la heredera directa del negocio de su padre. La puesta en escena la sitúa con inteligencia siempre rodeada de hombres, actuando temerosa ante la mirada complaciente de estos. Las mujeres, excepto ella, se paran a las puertas aguardando la salida de sus maridos. Así, la puesta en escena crea una bella y sutil metáfora de la frontera establecida por el machismo capaz de retratar de forma visual y elegante a una pionera en su campo. Nuestro camino, más que la de rememorar el suceso real, es acompañarla mientras reúne el valor para enfrentar su opinión a la de ellos por primera vez.
Lamentablemente, esta vertiente si goza de una insistencia, casi temerosa, por resaltar este hecho con el presente en busca de un correctismo político sobrante en la narración. La insistencia no solo se produce a través de esta situación donde Meryl Streep es la única mujer de la sala, una y otra vez, así como las exageradas muecas de admiración de las mujeres que la reciben fuera cual mesías, sino que acaba reflejando un feminismo real cuanto menos dudoso. Y es que, por si hay todavía algún espectador poco avispado que no ha captado la heroicidad del personaje de Streep mediante las imágenes, uno que quizás se vaya con dudas sobre lo buena, bonita y feminista que es la película, Spielberg y sobre todo Streep, la única escena de peso de la mujer de Tom Hanks, interpretada por Sarah Paulson y totalmente decorativa en el resto del largometraje, es un monólogo en el que resalta la heroicidad de Katherine Graham. Así, un biopic feminista acaba padeciendo de una insistencia propia de los anuncios de Dentis (“Se lo repito?”).
Lástima que hasta los gigantes del cine americano sigan demostrando tan poca fe en su público y tanto miedo a la opinión pública. Más aún, cuando es esta última la que se defiende con fiereza y garra en una narración sobresaliente. Al final, encontramos una película notable que perdió el sobresaliente cuando se olvidó de la valentía.
Frases destacadas “Los archivos del Pentágono”
- Katherine Graham: «Y ahora, caballeros…me voy a dormir.»
- Ben Bradlee: «Se puede ser fuente o amigo, hay que elegir una de las dos.»
- Katherine Graham: «lo sabías y aun así dejaste que mi hijo y el de otros muchos fueran.»
- Tribunal Supremo: «La prensa sirve a los gobernados, no a los gobernantes.»
- Miembro del consejo: «Si publicamos puede ser el fin del periódico.»
- Ben Bradlee: «Si no publicamos ya no existe periódico.»
- Ben Bradlee: «La única forma de defender el derecho de publicación es publicando.»
- Robert McNamara: «Nixon es un gran hijo de puta».
- Katherine Graham: «Porque lo llaman siempre accidente, Phil se suicidó y punto.»