Jonás Trueba es consciente del riesgo que supone reconciliar arte y cine. Y más aún, arte y vida. Los ilusos es una cámara que se desliza sin fisuras entre la ficción y la realidad como película-diario con el sudor de un realizador que desviste, casi sin saberlo, sus propias contradicciones. Convirtiéndose en un humano, demasiado humano, y, al mismo tiempo, honesto, imperfecto, erótico, tosco, espectador y protagonista.
Cine-guerrilla en tiempos de paz
Los Ilusos es una película de fondos difusos que nos plantea cómo surge una historia eludiendo el tópico de cine-dentro-del-cine, acercándose más a un Jonas Mekas a la deriva por los aledaños de Antón Martín, en Madrid. El filme comienza desplegando trazos de un realismo en composición que terminarán enhebrando una ficción suave, pequeña, íntima e infantilmente cinematográfica. Y en este tramo, el más leal a la tradición narrativa, Sofía –interpretado por Aura Garrido- cautiva al propio relato llenándolo de una química singular de la que Los ilusos, en ocasiones, adolece.
Pero la película no es solo Jonás Trueba, es un equipo implicado hasta el punto de olvidar que las reglas obtusas del cine han llegado a anquilosarlo, a encerrarlo en una jaula de palomitas y aura de intocable. Todo el elenco actoral, acostumbrados al teatro, salvan con solvencia los retos diarios –o mensuales- que proponía el director. Un rodaje de muchos meses, a cuentagotas, a golpe de inspiración, ilusos, creyendo en lo que hacen, rompiendo los tabúes y prejuicios, enfrentándose a la dura labor de rodar con una cámara de 16mm a las bravas, a dos tomas, a oscuras, a plena luz, jarreando, con guion, sin guion, con músicos en directo, con gritos de vecinos… todos a bordo de un mercante que, humildemente, trata de reflotar una industria de distribución y exhibición cinematográfica que hace aguas o que es incapaz de abrirse a propuestas que, a estas alturas, no deberíamos catalogar de arriesgadas. El envite a grande que la cinta larga sobre las anquilosadas estructuras de la exhibición cinematográfica, se propone recorrer, ciudad por ciudad, pueblo a pueblo, con una sola copia en circulación, como si una obra de teatro se tratara, la geografía nacional. Parece un seco golpe sobre la mesa y un modo ejemplar de usar la coletilla de un apellido que puede abrir algunas puertas, pero sobre todo, puede abrir camino a otros realizadores que no tienen tal llave maestra pero que luchan en el mismo bando.
El cine no es solo películas
Los Ilusos no será la mejor película de Jonás Trueba porque es parte de un proceso de maduración y búsqueda de un lenguaje propio, pero es una buena apuesta por el arte cinematográfico, por las posibilidades que éste tiene y que perdió la batalla de las pantallas un lejano día de otoño de un año que no soy capaz de precisar. Los amigos del cuarto oscuro, mientras, seguimos envueltos aún en códigos y relatos fotocopiados sin frescura, esperando que el campo se ensanche y no solo podamos ver películas como Los Ilusos a escondidas. Si perteneces a esta calaña, pásate por el Matadero de Madrid y, además, disfrutarás de la exposición fotográfica Retratos Ilusos, de muy buena factura, y firmada por el ayudante de cámara de la película, Manel Aguado Coll. Porque Los ilusos no termina en la pantalla, es un trabajo colectivo que no se conforma con ser cine.
[…] Trueba es consciente de que Los ilusos no es una película corriente, es más, pretende revolver los engranajes de la industria […]
Acabo de terminar de verla. Esta película es una maravilla. Tiene planos increíbles.
[…] en “Los ilusos” (Jonás Trueba, 2013), la trama se desarrolla a partir del deseo de hacer una película. Un […]
[…] en un panorama español falto de una voz tan personal e íntima como la de este cineasta. Siendo “Los ilusos”, la primera cinta que llegó a nuestros ojos, Jonás Trueba se nos antojó como el portavoz de […]