Tarantino da una vuelta de tuerca a su estilo desde su propio ombliguismo
God Bless Spaghetti Western
Curiosa ha sido siempre la fijación de Quentin Tarantino hacia el género del western, sobre todo si venían desde tierras europeas. Llevado al cine por su madre, desde niño disfrutó de los más cruentos y violentos spaghetti westerns que llegaban a las salas estadounidenses. Es por ello que en muchas de sus películas, nos podemos encontrar westerns encubiertos. Las resoluciones formales, los ejercicios de estilo y la temática cargada de búsquedas individualistas del beneficio personal o de saciar la sed de venganza así lo evidencian. En la filmografía de tan mediático director hemos disfrutado de thrillers y de cine negro que en esencia remitía a los filmes ambientados en el salvaje Oeste, salvo que tan solo en espíritu. En esta ocasión, vivimos algo totalmente opuesto. Si en “Django desencadenado” (2012), desencadenó sus fijaciones en un homenaje muy personal al género, con “Los odiosos ocho”, Tarantino nos encierra en una obra minuciosamente escrita que juega por los terrenos del cine negro y a la vez del thriller, salvo que en esta ocasión, todo este recubierto en forma de atrezzo por el western.
Espacio
Alguien que juega continuamente a plagar de innombrables referencias cada imagen de sus películas, no puede dejar el espacio en el que se desarrollan sus filmes al azar. Situar un western en las heladas tierras del corazón de Wyoming nos remite sin lugar a dudas a uno de sus spaguettis favoritos, “El gran silencio” (1968) de su admirado Sergio Corbucci. No obstante, ubicar todo un capítulo dentro de la diligencia en la que viajan cuatro de estos ocho odiosos personajes, todos con sus deplorables historias del pasado, nos hace pensar en “La diligencia” (1939) de John Ford. No será la única referencia al maestro estadounidense, pues se reiterará en escenas interiores que muestran la deslumbrante luz del exterior (aunque en forma del reflejo de la nieve) al abrirse la puerta al más puro estilo “Centauros del desierto” (1956).
Contexto
En 2009, Tarantino nos ubicaba su spaghetti western camuflado de película bélica en un relato de historia ficción llamado “Malditos Bastardos”. Manipulando como un demiurgo creador la veracidad de los hechos, construye una historia de violencia, venganza e intereses que respiran sobre la superficie del odio racial del expansionismo nazi de la II.G.M. En “Django desencadenado”, aterrizó de nuevo en suelo norteamericano para desde dos años antes de la guerra civil, volver a volcarse en la lucha racial existente en el país. En esta ocasión, con “Los odiosos ocho”, entendemos las rencillas que deja esta guerra entre los combatientes de ambos lados y los conflictos raciales que siguen estando vigentes después de ésta. Ello unido al complicado cumplimiento de la ley en un entorno tan complejo, da rienda suelta a la resolución violenta de los conflictos, no sin buscar intereses o apelar a la legítima defensa en un cierto guiño a los asesinatos cometidos por Giulianno Gemma en el eurowestern “Una pistola para Ringo” de 1965.
¿Pero mola o no mola?
Si por el uso de un adjetivo se ha caracterizado la verborrea del director de “Pulp Fiction”, este es “cool”. Tarantino siempre ha buscado la elegancia, lo atractivo de la confluencia de la imagen y el sonido para crear escenas poderosas. En esta ocasión tenemos dos partes muy diferenciadas. Iniciándose con un tema de Ennio Morricone, quien pone la música original al filme, poco a poco olvidamos los exteriores para encerrarnos primero en una diligencia y luego en una mercería que darán lugar a un sinfín de endiablados diálogos cargados de humor negro y fina ironía espléndidamente interpretados por un reparto inspirado. En su segunda mitad, la figura del propio Tarantino se hará presente en la voz en off para demostrar quien es el artífice de este divertimento, quien domina los tempos, el montaje y la resolución final de una tensión continua que esta vez no se deja llevar por el descontrol de obras anteriores sino que se mantiene mucho más ligado a la coherencia dentro del mismo relato.
Nos queda un producto muy atractivo para el público que no acabe cargado por el continuo bombardeo dialéctico de sus inicios y con una propuesta que parece invertir desde el ombliguismo el estilo puramente tarantiniano.
Frases destacadas:
- Marquis Warren: “Él mamó mi enorme verga de negro y yo no paraba de reír”
- John Ruth “Daisy, un codazo en adelante significa cállate”.
- Daisy Domergue: “El negro casi me rompe la mandíbula. ¿Es así como los negros tratan a las damas?”
- Chris Mannix: “Qué bonito es el amor. ¿Retozarán en la nieve?”
- Oswaldo Mobray: “Permítame que me presente. Oswaldo Mobray, el verdugo de la región”.
- General Standford Smithers: “Usted es una hiena. No deseo hablar con usted”.
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