Mar. Mar 19th, 2024

Netflix ha estrenado de forma simultánea en salas cinematográficas el regreso de David Fincher titulado “Mank”.

Un ambicioso guion

Como viene siendo habitual en su carrera, el realizador de Colorado se siente más cómodo sentado en su silla de director que delante de la máquina de escribir. Esta vez ha contado con un colaborador de excepción, se trata del periodista y guionista, Jack Fincher. En sus páginas se aprecia como las dos pasiones que movieron su vida profesional se funden en torno a la figura de Orson Welles y su mítico “Ciudadano Kane”. Jack nos lleva a 1940, concretamente a un rancho situado en el desierto del Mojave. Allí, dos mujeres son contradas por Welles se dedican a cubrir las necesidades de un Herman Mankiewicz, que estaba postrado en una cama tras sufrir un aparatoso accidente de coche. Mientras Frida, la enfermera, se encarga de cuidar su cuerpo, Rita la secretaria, pone en negro sobre blanco lo que será la mítica obra del séptimo arte. Orson contaba con el visto bueno de la RKO y tenía total libertad creativa, por ese motivo contó con Mank para las labores de escritura y le dejó escribir sobre lo que estimara oportuno. Así que elaboró una parábola sobre el cuarto poder encarnado en la figura del empresario periodístico William Randolph Hearst, que se esconde en la piel del personaje Charles Foster Kane, rey de la prensa amarilla o sensacionalista.

El ambicioso guion establece una solución de continuidad entre dos historias muy distintas: la creación del guion de “Ciudadano Kane” y las elecciones que enfrentaron al demócrata Upton Sinclair y el republicano Frank Merriam. La cuadratura del círculo en la tesis de Jack Fincher son los paralelismos entre las figuras de Louise B Meyer, que apoyaron la causa del republicano haciendo noticieros falsos, y la del magnate de la prensa amarilla. Es una denuncia de la capacidad de manipulación de la sociedad estadounidense. Resulta totalmente brillante. Y de paso, revindica la figura del afamado escritor teatral, como el verdadero autor intelectual del mítico clásico del séptimo arte.

Durante dos horas transmite al espectador una impresión de la vida del autor del Mago de Oz. Lo dibuja como un personaje repleto de conflictos internos, así como sus problemáticas relaciones laborales y sociales.  Todo ello le sirve a Gary Oldman para desarrollar con soltura su arco dramático, sin abusar de los histrionismos y clichés a los que nos tiene tan acostumbrados. Por un lado, tenemos a una persona que se deja llevar por sus diversas adicciones: alcohol, juego, etc. Por otro, tenemos a un individuo que le mueve su gran humanismo y los idealismos políticos. A su vez, este peculiar protagonista, se halla sumergido en un mundo liderado por los intereses individuales y monetarios, lo que le convierte en una auténtica bomba de relojería. A la par que está idílicamente enamorado de Marion Davies, mujer de Hearst.

Pasión por el séptimo arte

Para realizar un homenaje al séptimo arte nos abre una ventana al interior del guion. Brinda al espectador mediante diaclasas las especificaciones técnicas, es decir, si es interior-exterior, día o noche, lugar y fecha con la típica tipografía de una máquina de escribir. Todo resaltado con efectos sonoros como el timbre del salto de reglón y el movimiento del carro.

Como en todos sus trabajos, Fincher cuida los títulos de crédito. En este caso, usa una tipografía de clara estética retro, modernizándolos al darles un movimiento ascendente y otorgarles perspectiva. Además, se rodea de sus colaboradores habituales, Atticus Ross y Trent Rentzor, que nos plantean un score en las antípodas a los que nos tienen acostumbrados. Hacen todo un ejercicio de clasicismo, inspirándose en los acordes del gran Bernard Herrmann. Sustituyen las programaciones de sus sintetizadores por las melodías de los instrumentos de viento y cuerda, con fuertes aromas jazzies.

David Fincher conmina en este relato lo más novedoso con lo más clásico. Por un lado encadena las secuencias de su narración con fundidos en negro, mientras que Erik Messerschmidt usa el sistema de Hi-Dynamic Range. Con ello obtiene un mayor rango de niveles de exposición en todos los puntos del plano mediante la superposición de varias fotos del mismo lugar con diferentes exposiciones. Este es uno de los motivos por el que este filme debe ser degustado en pantalla grande y en sala oscura.

No sólo toma prestados planos del clásico de Wells como cuando se cae la botella con fenobarbital de la mano de Mank. También hace suya la casa de Kane para recrear la morada de Hearst, con esa chimenea desproporcionada. La gran diferencia es que llena el espacio de personajes influyentes en su biografía para denotar su influencia política y económica.

Llama la atención la vigencia del relato de Jack Fincher. Al igual que hoy en día, la fábrica de sueños sufre un grave problema porque los espectadores no podían ir al cine. Los motivos son distintos. En la actualidad atravesamos una crisis sanitaria, y en aquellos momentos estaban sumergidos en la Gran Depresión económica. Por eso la familia del cine tuvo que rebajarse los sueldos. Escuchar diálogos como “Hay que llevar a la gente al cine” en boca de David O. Selznick, o cuando William Randolph Hearst dice: “Los tiempos están cambiando señor Mankiewicz. Y no lo digo solo por la depresión. Cuando el mundo se recupere los cineastas tendrán que alimentar este nuevo entretenimiento”. La vigencia y actualidad de estas líneas de diálogo escritas antes del fallecimiento del padre de Fincher, pone los pelos de punta al cinéfilo que está sentado en la butaca del cine con su ffp2.

Por todos estos motivos nos parece que es uno de los mejores estrenos del año. Y puede que a la tercera va la vencida, y que los Fincher pueden ser el primer padre e hijo que son nominados y se alzan con la estatuilla dorada con esta historia que rebosa amor por el cine y que busca hacer justicia con los grandes olvidados.

Frases destacadas:

  • J L Mankievick: “Corre el rumor que persigues a una presa peligrosa
  • Marion Davies: “¡Callaos! Nadie se burla de William Randolph Hearst
  • L.B. Meyer: “Si quieres transmitir un mensaje envía un telegrama
  • Sara Mankiewicz: “Quiero quedarme para ver cómo acaba todo
  • Orson Welles: “Así es Hollywood

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

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