Nueva cinta de Mia Hansen--Løve donde hace alarde de su naturalismo sentimental aunque este no acabe de cohesionar con el contexto de la historia
Existe algo único y genuino en el tratamiento fílmico de las relaciones amorosas en el cine de Mia Hansen-Løve. Una textura especial en la exposición lumínica de los cuerpos que parece querer sacar a sus personajes de la planicidad de la pantalla de cine para acercarlos hacia nuestra alma. Un ejercicio de magia y empatía cuyo máximo representante sería «Un amour de jeunesse» (2011). Algo que logra gracias al recurso de aislar a sus protagonistas de las grandes urbes para adentrarlos en un espacio natural, entrando en comunión con ellos mismos y de esta manera abandonándose a sus pasiones más humanas lejos de miradas indiscretas.
En «Maya», la cineasta vuelve a valerse de sus constantes en su filmografía anterior, si bien es cierto que en esta ocasión, su obra toma un aire más atrevido a la hora de querer entremezclar dos realidades convirtiendo en su proyecto en algo más ambicioso, lo cual no logra cohesionar con armonía, resintiéndose de ello el resultado final. Y es que su nueva película se abre con el trauma de un joven reportero de guerra acabado de llegar a Francia tras el pago de un rescate por parte del gobierno francés tras ser capturado por islamistas radicales sirios en Jordania. Los primeros compases del filme tratan pues sobre su asentamiento de nuevo en territorio francés, sobre la relación herida de muerte con su pareja y la recepeción de sus amigos y conocidos. También sobre la preocupación tanto de él como de su compañero de cautiverio por un tercer colega que sigue en manos terroristas. Secuencias grises y apesadumbradas que buscan sumergirnos en las sensaciones que vive nuestro protagonista.
El tercer mundo visto desde los ojos del primero
En este contexto de crisis existencial postraumático, la cinta no durará en acompañar a su protagonista a la India. Lugar donde no tan solo vive la madre de este joven, sino que también aprovechará su viaje para visitar a su padrino. Un hombre indio casado con una europea propietario de un hotel de lujo en Goa. Este tendrá a su vez una hija recién salida de la adolescencia. En este punto, la película se tomará su tiempo para relatar la historia de amor entre este treintañero de ideas fijas y Maya, quien vive entre lujos teniendo en cuenta el país en el que se encuentra y quien estudia en Australia y Europa. La directora excluye en esta historia toda la podredumbre del país en el que se sitúa la historia para dibujarnos un entorno exótico de ensueño y un romance protagonizado por gente guapa. Algo así provoca cierta caída en la superficialidad, algo de lo que se resentiría casi cualquier película, si bien es cierto que ese toque naturalista y mágico que hemos comentado hacia el principio de la crítica, consigue regalarnos estupendas escenas que logran contagiarnos la sensibilidad de la que hacen gala esas imágenes. Una lástima que éstas sean finalmente una excusa para llevarnos a un punto final donde se reincide en la casi nula evolución sentimental y psicológica del protagonista.
Frases destacadas de «Maya»:
- «Maya, véte a dormir a tu habitación»
- «Soy reportero de guerra. Es mi vida»